Del cine policial a la realidad

“La hermandad silenciosa”, la excelente película dirigida por el australiano Justin Kurzel (“The Order en sus título original), se presenta como un policial negro. Ambientada en Idaho, en el noroeste de Estados Unidos, tiene los condimentos de aquellos clásicos: una banda de asaltantes de bancos, luego asesinos. O el agente del FBI –protagonizado por Jude Law- que llega hasta el pueblo para encarrilar la investigación ante los desconcertados jefes locales. A medida que avanza la trama, se advierte que hay mucho más por detrás: los mensajes racistas, los supremacistas arios, el Ku Klux Klan, los antisemitas, el odio a los negros y a los inmigrantes, un plan de ataque a los gobernantes de la época (¿la casta?)… y el asalto al Capitolio. Probablemente Kurzel planteó su idea de película en términos artísticos, pero ahora la realidad va por delante. Y los mensajes de aquellos fundamentalistas del film son idénticos a los de los salvajes que atacaron el Congreso hace cuatro años o a los fans de Trump en estos días. Y sucede que la película tiene su base en hechos reales, de cuatro décadas atrás.

Entrevistado en Página 12 por el periodista Diego Brodersen, Kurzel se refiere a la figura de Bob Mathews, el carismático líder de los supremacistas (protagonizado por Nicholas Hoult): “Su llegada a un enorme grupo de gente y la conformación de una especie de ejército de seguidores es esencial a la trama. Era necesario entender cómo era su personalidad, comprender de alguna manera sus motivaciones y, a partir de allí, balancear su rol en la historia para no terminar generando empatía por sus acciones. Eso es algo complicado de lograr (…) Es alguien muy peligroso. Y asusta mucho pensar en qué fácil resulta, para el resto de la gente ser manipulado”.

“Los diarios de Turner”, un libro citado en la película, fue escrito por un tal William Luther Pierce, físico de profesión y fundador de una organización de extrema derecha llamada Alianza Nacional. “Los diarios…” se encontraron en la base de algunos de los ataques terroristas más violentos de las últimas décadas. Por ejemplo, eran la inspiración de Timothy McVeigh, el ex militar que hizo explotar las oficinas federales en Oklahoma hace tres décadas, provocando 168 muertes. También de Anders Behring Breivik, el asesino de 75 adolescentes en la isla noruega de Utoya, era un seguidor de Pierce.

El libro plantea un mundo inquietante, un siglo más allá, con un movimiento de resistencia contra el sistema al que considera “completamente dominado por los judíos”.

También ese libro inspiró a “La hermandad silenciosa”, retratada en la película de Kurzel. Fundada por Mathews en su granja de Metaline Falls, estado de Washington, la organización asoló su región durante un par de años, hasta fines del 84. Para financiarse, asaltaban bancos, falsificaban dinero y extorsionaban a proxenetas. Atacaban iglesias de la comunidad negra y sinagogas, asesinaron a un periodista de radio, Alan Berg, y finalmente fueron desarticulados.

En la batería de horrores que Trump lleva desde que asumió la presidencia por segunda vez –su brutal alianza con Putin, el desmantelamiento de la USAID, su amenaza de anexión de otros países o la criminalización de los inmigrantes- uno de los peores lo produjo en el primer minuto: firmó el indulto a los 1.500 fanáticos que asaltaron el Capitolio en 2021 para impedir la asunción de Biden. El mismo Trump fue imputado en el tribunal federal de Columbia por incitar a la insurrección, pero el fiscal del caso, Jack Smith cerró la acusación después de que Trump ganara las últimas elecciones de noviembre: no pueden procesar a presidentes en ejercicio.

Hace pocos días, en un foro en Barcelona, el periodista y escritor John Carlin –columnista de Clarín- dijo que aquella fue una de las más temibles decisiones de Trump. “Es extraordinario que en una democracia occidental una persona tenga ese poder medieval de poder y muerte y me parece muy peligroso por el antecedente que supone porque la democracia se basa en el respeto a la ley”. Y lo explicaron: “Lo más importante de esta decisión es que Trump reconoce que eran los suyos y que obedecían sus instrucciones” y que muestra el pensamiento de Trump: “La democracia me sirve si yo gano; si no gano, no me sirve”.

Trump recrea el concepto del enemigo en casa. “Es la típica jugada del populista y demagogo –agregó John Carlin- Crea un instinto de miedo y después se presenta como la persona que va salvar a los ciudadanos de ese miedo. Mussolini y Hitler hicieron lo mismo. Trump apela a lo peor del ser humanos: los resentimientos, los odios… Y peor me parece que da un ejemplo al resto del mundo y a esos aspirantes a tiranos, gente egoísta que está en el poder para servirse a ellos y no al pueblo. Y que entienden que si Estados Unidos sigue esta política les da luz verde a ellos”.

Los fundamentalistas de Idaho pensaban igual. Ellos también, como lo sugería el libro de cabecera, querían asaltar el Capitolio.



Fuente Clarin.com

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