A fines de 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 20 de febrero como el Día Mundial de la Justicia Social reconociendo que el desarrollo social y la justicia social son indispensables para la paz y la seguridad. El Día también recuerda la necesidad de construir un mundo más justo y equitativo, y que los esfuerzos deben estar destinados a combatir el desempleo y la pobreza.

Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Oxford Poverty and Human Development Initiative asegura que a nivel mundial hay 1.100 millones de personas pobres y que la mitad tiene menos de 18 años. Es una tragedia, pero en 2005 el porcentaje de personas que vivían en la pobreza en el mundo llegaba al 48%: eran 2600 millones de personas.

Naciones Unidas también fomenta la globalización para promover el desarrollo sostenible. Asegura que la interconexión mundial permitió salir de la pobreza extrema a millones de personas, la integración de las economías y el flujo de bienes, servicios, inversiones, tecnología.

Ciertamente hay injusticias y desigualdades, pero “la culpa” no hay que endilgarla al progresismo, ni al socialismo ni al feminismo, que son justamente los movimientos que marcan las fallas estructurales. Repetir esos argumentos es funcional a la ultraderecha, que avanza a base de manipulación y fake news. Es muy fácil comprobar que el mundo ha avanzado.

“La justicia social es una aberración”, repite el presidente Javier Milei. Su asesor, el politólogo Agustín Laje -director de la Fundación Faro-, ha escrito libros sobre “la batalla cultural” y contra lo que llama “globalismo”, para arremeter contra la Agenda 2030 de la ONU y cualquier idea de unidad entre países. Para Laje, “la justicia social, la igualdad y la inclusión, son sandeces”. El vocero Manuel Adorni cruzó al Papa Francisco por pedir “justicia social”.

Estos paladines del individualismo y la meritocracia tienen un propósito: la sumisión. Por eso son “antiwoke”. Woke (estar despierto, estar alerta) hace referencia a “ser consciente de los problemas sociales y políticos”. El término comenzó a usarse contra el racismo hace casi un siglo, y se fue extendiendo a otras luchas sociales. Si todas las medidas contrarias a los derechos humanos tomadas por el gobierno libertario no alcanzaron para despabilarse, los acontecimientos de estos últimos días obligan a la sociedad a salir del sopor y estar más alerta que nunca.



Fuente Clarin.com

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