La ideología de Trump se reduce a la noción de “ganar”, un objetivo que persigue de manera intransigente, rechazando la posibilidad de la derrota y manifestando reacciones desproporcionadas cuando los resultados no coinciden con sus expectativas, cual niño bully y caprichoso. Este enfoque resulta particularmente alarmante si se examina su historial empresarial, el cual está marcado por una serie de transacciones realizadas mediante métodos éticamente cuestionables, que incluyen prácticas de extorsión, como ocurre actualmente en su administración, donde no existe la diplomacia. También puede observarse en las amenazas y el aumento de los aranceles de importación como medida de presión hacia aquellos que no acceden a sus demandas.

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En sus primeros años como empresario, el actual presidente aprovechó exenciones fiscales en Nueva York para mantener su imperio inmobiliario. Profundamente endeudado, halló una vía de rescate en oligarcas rusos dispuestos a invertir grandes sumas de dinero. Según el periodista estadounidense Michael Hirsh, en su artículo en Foreign Policy titulado How Russian Money Helped Save Trump’s Business (2018), “ninguna entidad en Estados Unidos le prestaba; todo venía de Rusia. Su conexión con Rusia fue más cercana de lo que admite”. Para 2015, cuando Trump anunció su candidatura presidencial, ya se encontraba “profundamente conectado con este misterioso flujo de capital extranjero”.
Durante su primera presidencia, se evidenció que muchas de sus políticas favorecieron objetivos estratégicos rusos, tales como el distanciamiento de Estados Unidos de sus principales aliados democráticos en el ámbito global y la desestabilización institucional tanto del país como del resto del mundo democrático. En lo que va de su segunda presidencia, la evidencia de estos vínculos es incontestable y se encuentra a la vista de todos. Al afirmar que Zelenski “nunca debió haber comenzado la guerra con Rusia”, Trump adopta la retórica de Putin y de muchos influencers de la nueva derecha, pero desde un podio de poder. Resulta evidente de qué lado se encuentra Trump: llamó “dictador” a Zelenski y transformó la Casa Blanca en una especie de embajada del Kremlin.
Para poder ahondar y navegar todavía un poco más profundo en la personalidad de Trump, resulta de ayuda conocer quién fue una de sus mayores influencias. Un aspecto clave del comportamiento de estilo mafioso se puede rastrear en la presencia de Roy Cohn, abogado de Trump durante muchos años y conocido defensor de mafiosos en Nueva York, además de ser una figura central en las audiencias y el trabajo de Joseph McCarthy. Este último fue el principal impulsor de la “caza de brujas” anticomunista en los años 50, una campaña que acusó a muchos estadounidenses de ser izquierdistas o simpatizantes del comunismo sin pruebas suficientes, lo que llevó a una atmósfera de paranoia y persecución política. Cohn, como asesor de McCarthy, desempeñó un papel crucial en la purga de presuntos comunistas dentro del gobierno de Estados Unidos.

Cohn fue uno de los personajes clave en la vida de Trump: un hombre gay que, paradójicamente, se destacó por perseguir y extorsionar a otros homosexuales durante la denominada caza de brujas del “terror lila” en la década de 1950, una campaña cuyo objetivo era expulsar a funcionarios gubernamentales que fueran gays. La influencia de Cohn sobre Trump dejó una huella profunda en su estilo de liderazgo, caracterizado por la agresión, la manipulación y la falta de escrúpulos en la búsqueda del poder y el dinero. Cohn influyó de manera significativa en Trump, inculcándole un estilo combativo: nunca admitir errores, siempre contraatacar y proyectar una imagen constante de victoria.
Cohn y Trump se conocieron en un club nocturno de Nueva York en 1973, cuando Trump tenía veintitantos años y la Organización Trump estaba siendo demandada por el gobierno federal por prácticas racistas en la vivienda. Trump reconoció a un hombre que parecía su propia imagen: un jugador despiadado que sabía cómo ganar. Fascinado por su estilo, Trump se convirtió en cliente y protegido de Cohn. Juntos ganaron el caso sin perder, adoptando tácticas agresivas, contraatacando con acusaciones falsas y sin admitir nunca ningún error o comportamiento inapropiado. Este fue el inicio de una relación que marcó el estilo de Trump, quien internalizó la mentalidad mafiosa y bully. Fue Cohn quien le enseñó a tratar los problemas como guerras personales. Incluso en lo simbólico, Cohn dejó huellas: desde el cuidado obsesivo por la imagen, la adicción al bronceado, hasta el uso de tácticas de intimidación para consolidar poder, moldeando al Trump que conocemos hoy.

Repetir, repetir, repetir… Repetir hasta que se grabe en la mente: Fred Trump, el padre de Donald Trump, le repetía constantemente: «You are a killer, you are a king, you are a killer» [«Eres un asesino, eres un rey, eres un asesino»]. La persona que hoy ocupa la Casa Blanca internalizó estas palabras, adoptando una mentalidad que lo lleva a ver el mundo y a los demás en términos de depredador y presas. «He who saves his country does not violate any law» [«Quien salva a su país no viola ninguna ley»]. Estas fueron las palabras de Donald Trump en febrero de 2025, utilizando en redes sociales la misma justificación que han empleado todos los tiranos a lo largo de la historia para legitimar sus abusos. Cuando un líder se coloca por encima de la ley en nombre de una supuesta salvación nacional, lo que sigue no es orden, sino autocracia, y en este caso, además, una alta dosis de teocracia, si tenemos en cuenta el rol del movimiento nacionalista cristiano de Estados Unidos, cuya erupción fue la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021.
Roy Cohn dejó una fuerte marca en la segunda mitad del siglo XX, operando bajo tres principios fundamentales: “Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”. Estas reglas definen la política de Donald Trump. La persona que hoy ocupa la Casa Blanca internalizó estas palabras, adoptando una mentalidad en la que percibe el mundo y a los demás en términos de depredador y presa, y donde le grita al mundo que él es “rey”.