El mundo atraviesa un período de incertidumbre económica y tensiones geopolíticas, marcado por la evolución de nuevos y no tan nuevos liderazgos. La volatilidad se ha convertido en un factor clave para los mercados, mientras las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal (FED) y otros bancos centrales siguen impactando en la liquidez global y la tolerancia al riesgo de los inversores.
Desde el inicio de su segunda administración, la política económica de Donald Trump ha estado caracterizada por un marcado proteccionismo comercial, reflejado en la imposición de aranceles a diversos países. Entre las principales medidas, se destacan los aranceles del 25% y 50% a Colombia (condicionados a la aceptación de ciudadanos deportados), un gravamen general del 25% sobre importaciones de México y Canadá, un arancel adicional del 10% a los productos chinos y un 25% sobre el acero y el aluminio provenientes de la Unión Europea. Estas acciones, aunque contundentes, no resultaron inesperadas, ya que la mayoría de los analistas políticos y económicos anticipaban que un segundo mandato de Trump sería tan o más proteccionista que el primero.
Posteriormente, los aranceles a México y Canadá fueron suspendidos por 30 días, mientras que las restricciones a China permanecieron vigentes. Sin embargo, poco después fueron restablecidos y se anunciaron nuevos aranceles del 25% sobre el acero y el aluminio, esta vez sin excepciones. La falta de claridad y las constantes idas y vueltas en la política comercial estadounidense han generado un clima de incertidumbre y volatilidad en los mercados.
La economía de Estados Unidos enfrenta señales de desaceleración. En febrero, el mercado laboral presentó cifras débiles, y la inflación mostró una moderación del 3% al 2,8%. Ante este escenario, Jerome Powell, presidente de la FED, afirmó que no hay urgencia en reducir la tasa de referencia. Sin embargo, Trump sugirió que la economía estadounidense estaba en una fase de “transición”, sin descartar una posible recesión. Esta declaración fue interpretada negativamente por los mercados, provocando una caída del 4% en el Nasdaq (su peor desempeño desde 2022), un retroceso del 2,1% en el Dow Jones y una pérdida del 2,7% en el S&P 500. El índice de volatilidad (VIX) también registró un fuerte incremento, pasando de 15 a 27 puntos en apenas un mes, mientras el dólar continuó debilitándose. Frente a este panorama, los inversores buscaron refugio en activos más seguros, lo que llevó al oro a alcanzar los 3.000 dólares por onza. Al mismo tiempo, el aumento de la probabilidad de recesión fortaleció las expectativas de una baja en la tasa de interés, incentivando la compra de bonos del Tesoro, cuya rentabilidad se redujo del 4,7% en enero al 4,3%.
A nivel global, la desaceleración económica de China refleja un debilitamiento de la demanda internacional. En respuesta, el gobierno chino ha implementado una política monetaria más flexible con el objetivo de alcanzar su meta de crecimiento del 5% anual. En Europa, la combinación de la menor demanda china y las tensiones comerciales con EE.UU. está afectando sectores clave como la industria automotriz y manufacturera. A esto se suman los efectos prolongados de la guerra en Ucrania, que han mantenido elevados los costos energéticos y aumentado el gasto en defensa. El Banco Central Europeo (BCE) recortó su tasa de interés en 25 puntos básicos con el objetivo de estimular la economía, aunque mantiene una postura cautelosa debido a las presiones inflacionarias.
Desde una perspectiva local, los efectos de estas medidas son diversos. La aplicación de aranceles del 25% sobre el acero y el aluminio impacta directamente en las empresas exportadoras argentinas, mientras que, en EE.UU., la capacidad de sustitución de insumos podría reducir la demanda de estos productos, afectando la producción nacional. A su vez, los precios de los commodities han mostrado un comportamiento dispar: el petróleo ha caído un 5,8% desde comienzos de año, el maíz un 3,3%, mientras que la soja ha logrado recuperarse con un incremento acumulado del 1,8%. La menor demanda de activos en general refuerza un clima de mercado estancado y expectante.
En síntesis, la evolución de la tasa de referencia de la FED será determinante en los próximos meses. Si se mantiene en los niveles actuales, el costo del financiamiento se mantendrá elevado, limitando el flujo de capitales hacia los mercados emergentes. En contraste, un recorte anticipado de tasas podría favorecer un repunte en los precios de los commodities, mejorando la perspectiva del balance cambiario. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se presenta como un elemento clave para reforzar la confianza y facilitar el acceso a los mercados de deuda.
Federico Pablo Vacalebre es profesor de la Universidad del CEMA.