Treinta y siete psiquiatras y profesionales de la salud estadounidenses se reunieron en la Yale School Medicine y señalaron en el libro The Dangerous Case of Donald Trump (Thomas Dunne Books, 2017) que en Donald Trump hay un diagrama de Venn compuesto por tres círculos: el primero, el extremo hedonismo; el segundo, narcicismo; y el tercero, el comportamiento bully. Estos tres círculos se unen en el centro para crear a una persona “incompetente, inmadura e impulsiva”, que, en una posición de poder total, podría intentar convertirse en un tirano (dicho y hecho). ¿Cuál era el “patrón perturbador” que encontraron en Trump? Tendencias narcisistas, impulsividad, delirios de grandeza, paranoia, xenofobia, misoginia, incapacidad para aceptar sus propios errores, mentiras patológicas y hedonismo extremo.

Trump desembarca del Air Force One en Daytona Beach para asistir a la carrera Daytona 500, el16 de febrero de 2025. 
Foto: REUTERS/Kevin Lamarque.Trump desembarca del Air Force One en Daytona Beach para asistir a la carrera Daytona 500, el16 de febrero de 2025.
Foto: REUTERS/Kevin Lamarque.

El narcisismo está compuesto por dos aristas: el deseo de ser admirado y la necesidad de competir con los demás. Ciertos rasgos característicos permiten identificar a los políticos narcisistas y populistas de la nueva derecha con claridad: sienten envidia hacia los demás y creen que los otros también los envidian; perciben a los demás como rivales, atribuyéndoles celos hacia su posición, aunque esta percepción no siempre se corresponda con la realidad.

Su conducta suele ser soberbia y arrogante, menospreciando a quienes consideran inferiores o ciudadanos de segunda categoría. Carecen de empatía, lo que se traduce en una incapacidad para comprender o gestionar las emociones propias y ajenas. Esto va acompañado de sentimientos reprimidos de vergüenza, inseguridad y miedo, así como de una inteligencia emocional prácticamente nula y ausencia de amor y cariño.

Los líderes narcisistas al estilo de Milei no manifiestan compasión por el sufrimiento ajeno, no son capaces de pedir disculpas ni de asumir errores, ya que, desde su perspectiva, nunca se equivocan. Tienden a rodearse de individuos que los adulan, esperando ser reconocidos como figuras superiores o personajes del año. Fantasean con el poder, el éxito y la admiración, y se perciben a sí mismos como poseedores de cualidades únicas y divinas, sintiéndose dignos de ser recordados con honores en la historia. Frente a las críticas, especialmente de periodistas, reaccionan de manera agresiva y defensiva. Son personas completamente rotas.

Los narcisistas registran niveles bajos de autoestima y necesitan constantemente la atención y energía de los demás para construir una falsa imagen de autoestima elevada. Paradójicamente, estas personas suelen ser profundamente inseguras, aunque proyecten lo contrario cuando sacan a relucir al personaje en público. El “complejo de inferioridad” surge cuando alguien se siente insuficiente, lo que puede llevar a buscar compensación a través de una ambición excesiva o actitudes de poder y control. Estas personas, a menudo intentan elevarse por encima de los demás para ocultar sus inseguridades.

Howard Lutnick habla junto a  Trump, y el vicepresidente, JD Vance, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el día en que Lutnick juró como secretario de Comercio, 21 de febrero de 2025. REUTERS/Nathan Howard.Howard Lutnick habla junto a Trump, y el vicepresidente, JD Vance, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el día en que Lutnick juró como secretario de Comercio, 21 de febrero de 2025. REUTERS/Nathan Howard.

Estos políticos emergen como protagonistas de un espectáculo mediático, donde los gritos y el éxtasis del ego son la regla. Aspiran a ser rockstars de la política, recreando simbólicamente las dinámicas de humillación pública que solían darse en las plazas medievales, donde el público acudía a presenciar castigos como azotes o decapitaciones. Buscan aplausos, anhelan ser los “leones” que rugen ante una audiencia fascinada. En el fondo son payasos peligrosos, y mientras exista un público dispuesto a asistir al circo, será aún más complejo desplazar esos liderazgos tóxicos. A ello se suma el deseo de sangre, ese impulso de recrear las escenas donde se castigaba a las personas con latigazos en las plazas públicas. Solo hace falta una causa que movilice y un líder dispuesto a guiar, incluso si el destino final es un precipicio. En lugar de divertirnos, los políticos que gritan deberían alarmarnos profundamente.

Proponen destruir la educación y la salud pública, pero garantizan el porte de armas, el servicio militar y la venta de órganos. Los extremos reaccionarios ya no están en los márgenes de la política o aislados por cordones sanitarios. La democracia se vuelve rehén de los fanáticos, y los más jóvenes, en lugar de luchar por ideales constructivos, sienten que cumplen su rebeldía a través de la viralización de memes misóginos, banderas libertarias o confederadas. La masculinidad tóxica y el machismo se convierten así en la esencia de las nuevas derechas.

Javier Milei con una motosierra mientras llega para hablar en la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, el 20 de febrero de 2025, en Oxon Hill, Maryland. (AP Photo/Jose Luis Magana).Javier Milei con una motosierra mientras llega para hablar en la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, el 20 de febrero de 2025, en Oxon Hill, Maryland. (AP Photo/Jose Luis Magana).

La necesidad de controlar a las mujeres está intrínsecamente ligada a la construcción de la identidad masculina. Así ha sido a lo largo de la historia. Cuando este control ya no puede ejercerse, algunos hombres lo perciben como una pérdida de poder sobre las mujeres, como se evidencia en la reacción frente a los avances feministas. En la actualidad, somos testigos de cómo se debilitan los cimientos predominantes de la masculinidad tradicional, pero, a pesar de que nuestras sociedades proclaman la igualdad formal, la desigualdad persiste en numerosos aspectos estructurales y en la vida cotidiana.

Algunos analistas estarían tomando notas después de ver al actor Mel Gibson diciendo en Fox News que se alegra de que Trump esté de regreso: “It’s like daddy arrived and he’s taking his belt off, you know?” (“Es como si papá llegara a casa y se quitara el cinturón”). Mientras tanto, Elon Musk subió una foto de Trump y la siguiente frase: “The Return of the King” (“El retorno del rey”); y Charlie Kirk, el conocido influencer estadounidense de esta nueva derecha, publicó una foto de Trump en sus redes con el siguiente título: “Dad is home” (“Papá está en casa”).

Elon Musk habla mientras la motosierra que le regaló Milei, está en el suelo durante la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, el 20 de febrero de 2025, en Oxon Hill, Maryland (AP Photo/Jose Luis Magana).Elon Musk habla mientras la motosierra que le regaló Milei, está en el suelo durante la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, el 20 de febrero de 2025, en Oxon Hill, Maryland (AP Photo/Jose Luis Magana).

Todo esto refleja una especie de relación psicosexual de muchos hombres conservadores y de la nueva derecha con Trump. Esta dinámica, de una admiración paternal (a un padre bully, maltratador, vengativo e incapaz de hacer una caricia), es un claro indicio de la obsesión con la figura de Trump, como si fuera una figura de autoridad, castigo y protección (y, realmente, hay que ser bastante débil como para encontrar protección en Trump). Los representantes políticos de la nueva derecha, presidentes, influencers, podcasters, periodistas, académicos y simpatizantes de Trump, ven en él a un padre que les permite proyectar una imagen de masculinidad, que les llena un profundo vacío lleno de represiones, angustia y soledad.

No es nuevo que el surgimiento de los dictadores esté relacionado con el deseo psicosexual de sus seguidores de tener una figura paterna punitiva, alguien que ofreciera control y disciplina. El asunto es que la sociedad no tiene por qué pagar por sus vacíos, carencias emocionales y falta de cariño.



Fuente Clarin.com

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