Es inevitable, como de manual, asociar el nuevo blanqueo que el ministro Luis Caputo promociona intensamente con algunos inquietantes comentarios del Fondo Monetario sobre la situación financiera argentina. Figuran en el informe que en abril pasado acompañó al préstamo de US$ 20.000 millones y a un giro inicial de US$ 12.000 millones.

Dice el FMI: “La capacidad de Argentina para reembolsar (pagar) al Fondo sigue sujeta a riesgos excepcionales que dependen de la implementación sostenida del plan de estabilización para asegurar el acceso al mercado. El margen de maniobra sigue siendo limitado, especialmente en el contexto de bajos niveles de reservas”.

El temor del Fondo a un impago de la Argentina salta a la vista y, a caballo de ese temor, mete presión públicamente sin preocuparse por los efectos colaterales que puede provocar.

Agregados a la serie de préstamos, hay un par que suman US$ 3.000 millones y que llegarán antes de fin de año. Más US$ 3.500 millones de la tanda 2026/27/28 y lo que haya pendiente del ya exprimido paquete de US$ 57.000 que dejó el macrismo. En palabras del organismo, todo junto y mezclado representa “la mayor exposición crediticia en la historia del FMI”.

El panorama explica que el Fondo hubiese incluido en el acuerdo de abril, y el mileismo aceptado, un sistema de metas de acumulación de reservas que para fin de año ronda alrededor de US$ 14.700 millones. Bien apretada y gravosa, la secuencia de estos meses dice 3.700 millones en junio; 4.100 durante el tercer trimestre y 6.900 millones entre octubre y diciembre.

Se trata, al fin, de fórmulas para asegurar el pago de las obligaciones y el gobierno argentino deberá elegir el cómo lo hace, esto es, si seguir endeudándose o comprando dólares en el mercado a través del Banco Central. Por de pronto, los operadores advierten una pérdida de reservas que suma US$ 1.300 millones desde fines de abril y deriva, sobre todo, del pago de intereses al Fondo Monetario.

En este cuadro entra, justamente, el blanqueo-salvavidas que pregona Caputo y apunta a poner en circulación buena parte de los 200.000 millones de dólares que, según el ministro de Economía, los argentinos tienen debajo de los colchones. La idea pasa por bancarizar el dinero en negro, aumentar los depósitos en divisas y, finalmente, abrir la puerta para engrosar las reservas del BCRA.

“Queremos que se usen los dólares sin dar explicaciones y se usen para comprar lo que sea”, dice Caputo salteándose el problema de las leyes que penan la evasión y el lavado de dinero y poniendo sobre la mesa el apurón del Gobierno.

No vendría mal una medida o mejor, un plan, que sirva para sacar al consumo del pozo, aunque el problema legal seguiría vivito y coleando y nada garantice, por lo demás, que en un país con una economía muy financiera los dólares no sigan en dólares o no terminen en una nueva inversión financiera.

Sobre la marcha de la economía real, un relevamiento de la consultora especializada Scentia, basado en datos de supermercados y autoservicios, habla de una caída del 5,4% en el consumo masivo de marzo, luego del 9,8% también negativo de febrero y del rojo del 10,6% anotado en enero. Vale añadir que supermercados y autoservicios juntos representan casi el 70% del consumo interno.

Nada muy diferente cuentan las estadísticas del INDEC: el repunte del 2,8% que marcaron las ventas en supermercados durante el bimestre enero-febrero, vino precedido de un 2024 todo teñido de rojo, de punta a punta y con bajas mayores al 10% en siete meses. Clarita por donde se mire, una radiografía de cómo están los ingresos o, si se prefiere, los salarios.

Pariente directo del consumo interno, la actividad económica medida por el estimador EMAE creció un respetable 5,7% en febrero respecto de febrero 2024. Respetable, pero insuficiente para declarar el fin de la recesión y la era de la reactivación, como ya sentencia Javier Milei.

Más preciso, el hecho de que desde marzo de 2024 el EMAE hubiese registrado 7 retrocesos contra 5 alzas en 12 meses habla de un rebote y de un rebote por cierto insuficiente para una economía que todavía anda a los tumbos. De capa caída, en realidad, como prueban las 7 recesiones que acumula en los últimos once años.

El cuadro, puros datos oficiales y reparto crudo de responsabilidades, no es precisamente estimulante. Y ya que estamos en ese tren, uno que no desentona salta en el bajón de la inversión: 17,4% en el 2024, con un derrape del 27,8% en el primer trimestre y otro del 29,3% en el segundo.



Fuente Clarin.com

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