En un contexto global en el que estamos viviendo vidas más largas y también más saludables, la posibilidad de compartir el día a día con personas de diferentes generaciones se vuelve real. Hablar de nueva longevidad es también hablar de intergeneracionalidad. ¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de intergeneracionalidad?
Siempre hemos convivido con personas de diferentes generaciones, pero hoy esto es más evidente que nunca. Hay familias donde cuatro o cinco generaciones pueden reunirse y compartir una comida.
En el sector corporativo esto también sucede, por ejemplo, ex CEOs de grandes empresas multinacionales han destacado las oportunidades y al mismo tiempo, los desafíos que implican la gestión y el liderazgo de equipos de trabajo con hasta seis generaciones de colaboradores, desde jóvenes pasantes hasta colaboradores senior que sigue contribuyendo pasada su edad de retiro.
Las empresas nunca han sido tan diversas como hoy, pero solo son intergeneracionales si aprovechan esas diferencias como fuente de innovación y cohesión. Diversidad sin integración es solo una estadística.
En la actualidad, diversas generaciones conviven y se entrelazan, generando vínculos de apoyo y beneficio mutuo que superan todo lo que alguna vez pudimos imaginar.
La verdadera riqueza de la intergeneracionalidad está en el diálogo, el aprendizaje compartido y la colaboración. Esto va más allá de simplemente tener varias generaciones presentes al mismo tiempo, algo que siempre ha existido, aunque en menor medida.
Para ponerlo en simple: una familia puede ser multigeneracional sin ser realmente intergeneracional. Tener a varias generaciones juntas no significa que haya conexión, la diferencia está en pasar de la mera presencia a construir relaciones.
Alli es donde también aparece la posibilidad de conexión, donde la búsqueda activa de puentes y entendimiento real se hace patente. Es la diferencia entre simplemente compartir un mismo techo y mirar juntos por la misma ventana.
La intergeneracionalidad nos da la posibilidad de transmitir tradiciones, costumbres y cultura, algo que solo se logra a través del diálogo, permitiendo así la transformación y la adaptación. Al final, la sabiduría se transmite y se conserva solo cuando hay un encuentro genuino entre quien la comparte y quien la recibe.
Hablar de intergeneracionalidad es crear cambios, evolucionar, adaptarse y volver a evolucionar. Donde hay relación entre generaciones hay renovación. Es compartir escucha, apoyos cruzados y por supuesto un cuidado mutuo. Allí es donde emerge el interés compartido como fin, porque hay un interés mutuo y una intención de encuentro desde el respeto y la voluntad de aprender unos de otros. Hay que recordar que lo intergeneracional no ocurre por edad sino por intención.
Esta solidaridad no se da solo entre jóvenes y personas mayores, sino que debe existir entre las personas sin más.
Una intergeneracionalidad correctamente entendida, impulsada de continuo, será capaz de poner en movimiento lo mejor que cada persona lleva dentro. De mostrarnos las ventajas imbatibles del aprendizaje mutuo, de la convivencia constructiva, de un mundo capaz de afrontar cualquier desafío, porque se sabe poseedor de la fuerza que da el grupo, la comunidad, la acción concertada de personas y organizaciones, sea cual sea la edad de aquellas o la entidad de estas. Aquello que nos ha permitido sobrevivir como especie.
El filósofo francés Michel Serres nos daba este ejemplo “si usted tiene un soneto de Verlaine o el teorema de Pitágoras, y yo no tengo nada y usted me los enseña, al final de ese intercambio yo tendré el soneto y el teorema, y usted los habrá conservado. Esto es crecimiento, esto es cultura”.
Crear una cultura de intergeneracionalidad es exactamente eso: compartir, enseñar y aprender para crecer juntos. Es parte de la nueva longevidad que ya estamos viviendo, y está en nuestras manos hacerla realidad. Construyámosla juntos.
➪¿Tenés alguna duda sobre salud y bienestar que te gustaría que abordemos en notas de la sección? Escribinos tu consulta a buenavida@clarin.com