El nombre de la cineasta canadiense Sarah Polley quizás no resuene, a priori, más que entre cierto público cinéfilo, pero basta con reunir un par de hitos de su vida para entender en qué medida el suyo es un recorrido fuera de lo común.

Polley se inició en la actuación con solo cinco años y creció rápido: huérfana de madre a los 11, a los 15 años ya era famosa, vivía con su novio de 19 y era independiente económicamente. Muy poco después, será la joven activista de causas que habría de abrazar toda su vida, del feminismo a los derechos humanos.

Vendrán otras importantes actuaciones en films de Atom Egoyan, a quien reconoce como su mentor, Hart Hartley e Isabel Croixet, por citar algunos directores con los que trabajó. Como directora, adaptó un cuento de Alice Munro (Lejos de ella); como guionista, escribió la versión para serie de Alias Grace, de Margaret Atwood, y ganó un Oscar por el guion de Ellas hablan, film que también dirigió, con Frances McDormand, Rooney Mara y Jessie Buckley en el elenco.

Hace unos meses, el sello editorial Fiordo publicó Correr hacia el peligro. Encuentros con un cuerpo de recuerdos, su primer libro. Aunque se podría pensar en Polley como una artista de culto, para un nicho pequeño –una rápida pesquisa entre amigos y colegas daba esa impresión– Julia Ariza y Salvador Cristófaro, editores de Fiordo, comentan que “conocían la carrera larga como actriz y directora. Cuando vimos que había publicado un libro nos interesó inmediatamente”.

Ambos destacan su abordaje de temas personales desde una perspectiva feminista que permite pensar problemas más generales, su reflexión sobre las condiciones de la producción artística, su tono íntimo y a la vez contundente. Así explican el interés que creen puede tener este libro entre los lectores del sello: “Nos parece que dialoga bien con títulos del catálogo de no ficción como Los hombres me explican cosas, Una guía sobre el arte de perderse, de Rebecca Sollnit; Un caballo en la noche, de Amina Cain, incluso los ensayos de Al Alvarez”.

Tuvieron buen olfato: el año pasado se anunció que Polley será la guionista de & Sons, la primera película en inglés del argentino Pablo Trapero.

La actriz y directora Sarah Polley posa en Venecia, Italia, en agosto de 2012. (AP Photo/Joel Ryan) La actriz y directora Sarah Polley posa en Venecia, Italia, en agosto de 2012. (AP Photo/Joel Ryan)

Sarah a través del espejo

Polley viene trabajando en estos ensayos desde hace tiempo, durante décadas en algunos casos, pero solo se decidió a publicarlos al dilucidar cuál era el hilo que los hilvanaba: cierto vínculo que tenemos con los recuerdos, que expresa el diálogo constante entre pasado y presente, que para ella están mutua y continuamente determinados.

Si desde siempre había conocido el modo como nos marcan los sucesos de la infancia, este libro da cuenta también de la revelación inversa: “Sólo hace poco tome conciencia del poder de mi vida adulta para informar el modo en que me vinculo con mis recuerdos”.

Lo de “correr hacia el peligro” viene a cuento de una frase que le suelta el médico que, a poco de cumplir cuarenta, la trata por un síndrome posconmocional producto de un golpe, que arrastrará por años, sin solución aparente, dejando su vida en una suerte de limbo. En contra de la mayoría de los tratamientos recibidos, que le sugieren “escuchar a su cuerpo”, el Dr. Collins la insta a enfrentar aquello que causó el trauma.

Es con esa mirada o decisión que Polley encuentra el valor para narrar algunas de las historias “más peligrosas” de su vida –peligrosas debe entenderse casi como sinónimo de traumáticas–, y el modo como el mero hecho de poder contarlas puede reencauzar el recorrido.

Correr hacia el peligro no es estrictamente ni una biografía ni un retrato de vida: el registro que la cineasta elige para estas memorias –que hablan tanto de traumas físicos como psicológicos– es fragmentario y espiralado, también se organiza detrás de ideas o conceptos que muchas veces dan sentido u organizan la información.

La escritura nos recuerda, de hecho, el estilo de sus adaptaciones y ficciones –de Stories we tell, a Women talking o Alias Grace–, que abren un abanico o puzzle de versiones como único modo de acercarnos a la verdad de lo sucedido. También es profuso en asociaciones libres y enfatiza el poder transformador “del vínculo siempre cambiante con los recuerdos”.

Se ve y se lee que Polley apela a sus años de psicoanálisis, pero también son claves las citas a los libros de Lewis Carroll, quizá el principal intertexto literario de estas memorias, que da título al primer ensayo del libro. Polley –que ya había leído a los trece toda una biblioteca que iba de D. H. Lawrence al Ulises de Joyce– va desgranando los libros de Carroll cita a cita, desentrañando a través de ellos algunos episodios de su vida, al modo de los acertijos y desafíos que atraviesa Alicia.

En esta foto del 11 de septiembre de 2011, la directora, guionista y actriz Sarah Polley posa en Toronto, Canadá.  (AP Photo/Carlo Allegri) En esta foto del 11 de septiembre de 2011, la directora, guionista y actriz Sarah Polley posa en Toronto, Canadá. (AP Photo/Carlo Allegri)

Ella también

La historia de “La mujer que permaneció en silencio”, el segundo de los ensayos del libro, comienza en alguna parte, pero hablar del abuso que vivió y que –hasta ahora, con la publicación del libro– nunca pudo hacer público, resulta todo un desafío para Polley, uno que la tiene desde hace décadas atormentada.

De hecho, ella misma, tuvo que volver a “anoticiarse” del hecho que había relegado o negado, y que volvió a recordar, por azar, a través de un tuit en la que era nombrada: “Me pregunto por qué Sarah Polley nunca habló sobre haber sido abusada por Jian Ghomeshi. #HerToo. Es la mujer que se quedó callada. Pregúntenle a ella”.

La reconstrucción de este trauma –la violación– llevará a Polley a una detallada pesquisa sobre lo sucedido, sobre sus silencios y olvidos, sobre sus propios sentimientos y coartadas, y fundamentalmente sobre la brutalidad del sistema legal del país que dejaba expuestas a las víctimas que se animaban a testimoniar.

La materia de la memoria

En otros dos ensayos, “Alto riesgo” y “Disolver los bordes”, las experiencias como madre y como hija se entrecruzan dando cuenta cierto fluir en las experiencias.

En el primero, desatado por un embarazo de alto riesgo, se intercalan notas sobre su madre. En el segundo, el regreso con su familia a la Isla Príncipe Eduardo, donde filmó de niña Camino a Avonlea, repasa su vida como niña actriz, y logra aceptar en qué medida esta actividad había sido de gran demanda y exigencia.

Sarah Polley ganó el Oscar al Mejor Guion Adaptado por «Mujeres que hablan» en 2023. REUTERS/Carlos BarriaSarah Polley ganó el Oscar al Mejor Guion Adaptado por «Mujeres que hablan» en 2023. REUTERS/Carlos Barria

También ve allí el origen de su militancia política, conciencia en buena medida surgida en lo que Polley había presenciado en “las estructuras jerárquicas e insidiosas del set, que comprendí era un microcosmos del mundo exterior”.

Escrito con una prosa lúcida y fluida, con humor, empatía y sinceridad, en Correr hacia el peligro Polley logra más que dar cohesión a un conjunto de ensayos o ideas sueltas: detrás de esas historias de infancia, adolescencia, maternidad, desafíos frente a las enfermedades y los traumas, están también dispersos la fibra con la que se construye una mirada.

Y aunque abreva aquí en básicamente en lo biográfico, nos hablan sobre todo de los vínculos, de los hitos que marcan nuestras vidas, y la saludable costumbre de revisar mandatos, y los relatos que nosotros mismos hemos construido, al punto de cambiar la sustancia de nuestras memorias.

No es muy diferente, por cierto, la materia y los recursos con la que Polley construye sus documentales, adaptaciones y ficciones. Al volver a verlos, se comprenden muchas otras cosas.

Correr hacia el peligro, de Sarah Polley (Fiordo).





Fuente Clarin.com

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