Las demandas agroalimentarias de la humanidad evolucionan rápidamente. En un mundo donde conviven -en tensión-, el libre mercado extremo y las políticas proteccionistas, el consumo de alimentos, energías y fibras no para de crecer.
“Si bien en algunas regiones el ritmo de crecimiento de la población se va desacelerando, en términos absolutos sigue creciendo y hay cada día más bocas para alimentar. Esto implica una mirada netamente de mercado, la demanda que debe abastecer el sector agropecuario sigue en franca expansión”, dice Federico Bert, gerente del Programa de Digitalización Agroalimentaria del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Según el especialista, en paralelo a la necesidad de asegurar alimentos al menos una vez al día, también crece otro fenómeno vinculado a la sofisticación e hipersegmentación del consumo. Hablando específicamente de alimentos, están surgiendo nichos más exquisitos, más premium, que reclaman productos elaborados de cierta manera, provenientes de ciertos lugares, con atributos diferenciales, emocionales o aspiracionales.
“Ese mercado que antes no paraba de crecer, ahora también no para de segmentarse y sofisticarse. Mientras tanto, algunos países de Asia o de África sólo pretenden algo de alimento para cubrir sus necesidades básicas”, explica.
Esta dinámica genera nuevas oportunidades porque permite que convivan los dos tipos de demandas. “Si te sentís cómodo haciendo un commodity sin ningún tipo de diferenciación, tenés un mercado que lo necesita. Y si querés apuntar a segmentos de alto poder adquisitivo, también tenés esa oportunidad”, remarca.
¿Por dónde pasan esas tendencias emergentes? “Muchos de los nuevos requerimientos y oportunidades de negocio tienen que ver, en el fondo, con cuestiones ambientales. ‘Quiero un café orgánico’. ¿Por qué? Porque se supone que lo orgánico es más amigable con el ambiente. Eso puede ser discutible, pero está instalada esa idea”, sostiene el consultor.
Yendo más lejos, lo que la humanidad está colocando en el centro de la escena es la sostenibilidad con sus tres componentes: ambiental, social y económico. “Así, demandan alimentos que no hayan sido producidos por mano de obra esclava o infantil, y normativas como las de la Unión Europea, que exige alimentos de zonas no deforestadas. Después podemos discutir —en este último caso— si en realidad es una excusa para poner barreras paraarancelarias. Pero todo surge, en general, de un interés genuino por cuidar el ambiente”, puntualiza.
Ahora, bien. ¿Argentina está preparada para afrontar los nuevos desafíos de esta demanda sofisticada e hipersegmentada? Según este experto, aún estamos a mitad de camino. “A los argentinos nos cuesta organizarnos y hemos tenido contextos muy turbulentos. Carecemos de una estrategia común de posicionamiento ante los nuevos escenarios y requerimientos”, criticó Bert.
Pero, ponderó como positivo que hay una cultura agropecuaria y una masa crítica de empresarios innovadores y competitivos que, si se les dan las condiciones necesarias, tienen todas las herramientas para capturar esas oportunidades que brinda hoy el mundo”, analiza.
No todas las cadenas están entrenadas de la misma manera a la hora de captar estos nuevos requerimientos. “Cuando uno empieza a mirar historias individuales, los productores de vino, por ejemplo, tienen una cultura mucho más desarrollada de satisfacer necesidades de la demanda. En cambio si te vas al productor ganadero o agrícola extensivo típico de la región pampeana, ahí la distancia entre productor y consumidor es infinitamente más grande. Para estos casos, la tecnología puede acercar al productor con las necesidades del mercado”, señala.
En un mundo que se estremece ante la inteligencia artificial y se acelera con la digitalización, la tecnología se vuelve un elemento clave para achicar la brecha entre oferta y demanda. “Las plataformas de comercio digital son un ejemplo claro de cómo se puede acortar circuitos comerciales y eficientizar procesos”, sostiene Bert y agrega que la tecnología de trazabilidad es otra manera de estrechar lazos entre oferentes y demandantes.
“Si vos tenés un producto trazado, el cliente sabe de dónde viene y quién lo hizo. Las tecnologías aplicadas pueden demostrar que efectivamente esa soja está libre de deforestación, porque viene de tal lote, la hizo tal productor y aplicó tales prácticas. Ese procedimiento, en última instancia, es acercar oferta con demanda”, aclara.
Según Bert, nos estamos acercando a un cambio de paradigma con un productor más protagonista y atento a la demanda. “Históricamente, el agricultor extensivo no se preocupaba mucho más allá de la tranquera de su campo. Producía granos y, de una u otra manera, el mercado los absorbía. Eso está cambiando y vamos entendiendo que somos parte de una cadena de valor, que tenemos responsabilidades importantes en el sistema agroalimentario y que se pueden generar nuevas oportunidades si tomamos conciencia”, enfatiza.
El cambio es inexorable y la tecnología —a medida que pase el tiempo— irá intensificando estas tendencias porque permitirá una mayor comunicación entre demanda y oferta. Un panorama que abre oportunidades para un productor flexible y resiliente como el argentino.
“Soy absolutamente optimista porque, por un lado, tenemos una demanda más grande, a la vez que segmentada y sofisticada. Y por otro, tenemos productores innovadores cada vez más atentos a capturar las oportunidades que brindan los nuevos escenarios”, concluyó