-En distintas partes del mundo se registran incendios, inundaciones, lluvias intensas, sequías y temperaturas extremas ¿Qué nos dicen esos hechos respecto del medioambiente actual?

-Nos dicen que esas cosas existen, aunque hay gente que diga que no. Ocurre que se está modificando el medioambiente de forma irreversible. Ya no vamos a volver a tener el mismo ambiente que teníamos hace 50 años. Eso se perdió, se modificó. Está en nosotros que no se acelere esa modificación. El problema es que está en discusión si nosotros somos los culpables de lo que está pasando.

-¿Por qué está en discusión eso?

-Primero, porque hay personas que no lo creen. Pero, además, el ambiente y la sociedad tienen una relación muy complicada, multiescalar. Vivimos en un ambiente que se va modificando muy lentamente, en tiempos que podemos llamar geológicos, que ninguno va a ver; en tiempos geomorfológicos, que podemos verlos, tales como aludes o modificaciones de los ríos. También hay modificaciones cíclicas, que nos llevan al tema del cambio climático. La discusión de fondo es: ¿siempre hubo cambio? Siempre hubo oscilaciones climáticas. Ahora, si lo que ocurre hoy tiene la novedad de ser una oscilación inducida por la actividad de hombre es una cosa diferente. En este punto, quienes piensan que el cambio climático es siempre cíclico, tienen una posición difícil de entender pero, de alguna manera, optimista.

-Si lo que ocurre constituye una respuesta del ambiente al accionar humano ¿Hay posibilidad de reconciliación entre las partes?

-Ahí está, otra vez, el tema de las escalas temporales en nuestra vida cotidiana. Todos tenemos que convencernos de que es necesario utilizar menos electricidad, menos automóviles, tirar menos basura y hacer cosas amigables con el medioambiente. El problema es que, aún si lo hiciéramos, lo que ya hemos hecho – la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, por ejemplo – va a tardar muchos años en revertirse.

-En función de esas escalas temporales, ¿naturalizamos los incendios, las lluvias o las sequías?

-Los naturalizamos si siguen pasando y no hacemos nada. Nosotros somos parte del ambiente, lo fuimos a lo largo de la historia. Pero en algún momento, no sé si por ideología, religión u otras razones, nos separamos del ambiente.

-¿Cómo repercute el cambio climático en la vida cotidiana y el modo de organización social?

-En lo cotidiano, vamos a tener que comprar más aires acondicionados, por ejemplo. Algunas cosas van a tener un precio mayor, otras van a desaparecer. Por otro lado, hay una relación muy difícil entre la forma de organización social y el tema medioambiental. La sociedad es muy poco respetuosa del ambiente, es difícil convencerla de que tal cosa existe. Que las personas crean que no pertenecen al ambiente hace que se trate al mismo como a un perro callejero, esto es: a veces lo acaricia y otras le pega una patada. En el caso argentino, somos muy descuidados con el medioambiente.

-Mirando globalmente las respuestas de los gobiernos frente al cambio climático ¿estamos desprotegidos, a la intemperie?

-Estamos ante un fracaso colectivo. Hace 20 o 30 años que se habla de cambio climático y no hemos hecho prácticamente nada. Se ha generado una especie de gran burocracia internacional, donde miles de personas van a las reuniones sobre cambio climático, y no se obtiene ninguna solución. Quiero ser bastante estricto con esto. Hasta ahora, como sociedad humana, somos un desastre en el cuidado del ambiente. Hay una consciencia mucho más fuerte en algunas sociedades puntualmente localizadas, pero eso no se traduce en una capacidad global para manejar la cuestión medioambiental. El tema es que, cuando la economía mundial funciona más o menos bien, todos están dispuestos y comprometidos para hacer bajar la temperatura del planeta. Sin embargo, en cuanto surge una guerra, y se corta el flujo de petróleo de un país a otro, se vuelve al carbón y a hachar humo.

-Existen evidencias de los daños que impactan en el ecosistema, ¿cómo situar las responsabilidades directas o indirectas sobre lo que ocurre?

-Hay responsabilidades directas que son individuales. Por otra parte, como no vivimos en una sociedad perfecta, el Estado tiene la obligación de ejercer una suerte de control sobre lo que hacen las personas en tanto sociedad. Esos controles, a veces, son fáciles. Se pueden sancionar leyes para eso. El tema se complica cuando se trata de cuestiones medioambientales de largo plazo. En este sentido, lo ocurrido en Bahía Blanca es muy claro: lleva a preguntarnos quién planifica y quién hace una inversión para que, cada 80 años, no se inunde esa ciudad.

-¿Con el medioambiente ocurre lo mismo que en materia de ciencia, hay que pensar a largo plazo?

-Siempre es necesario pensar a largo plazo, pero eso es muy difícil. Hay que ser muy generosos para realizar grandes esfuerzos que van a beneficiar a las próximas dos generaciones. Pero la política no es muy generosa, sobre todo aquella que está ocupada en lo cotidiano.

-Pensando en los estándares internacionales y los foros que se ocupan de la problemática ambiental, ¿cómo ve al Estado argentino en este tema?

-Desde el punto de vista ambiental, el Estado argentino siempre estuvo bastante mal, y ahora está en retracción. Todavía no escuché a ningún funcionario nacional del área decir algo sobre el medioambiente. Pero el problema es más profundo: la historia oficial del medioambiente en la Argentina es muy pobre. También es corta, tiene 50 años. Y lo que pasa ahora me parece indignante, es como si no existiera la cartera de medioambiente.

-Hay plataformas, aplicaciones digitales y soportes tecnológicos que brindan información sobre los fenómenos climáticos, ¿sirven para prevenir las catástrofes naturales?

-Hay todo un sistema internacional, e incluso nacional, de información. Se puede saber cómo se comportó el clima en el país en los últimos 120 años. La cuestión es si el Estado, a lo largo del tiempo, es capaz de hacer algo con esos datos. En el caso de los incendios y las inundaciones, por ejemplo, es fundamental el tema de la alerta temprana. En algunas provincias eso funciona bien, en otras no tanto. La alerta temprana, además, tiene que estar relacionada con otra cosa importante: los medios materiales para hacer frente a los sucesos que no son muy frecuentes. En este sentido, la Argentina tiene muy pocos aviones hidrantes.

Señas particulares

Carlos Reboratti es Licenciado en Geografía (UBA,1973). Investigador en el Centro de Estudios de Población (1977/86), en el Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras., UBA (1986/2012) y en CONICET hasta 2017. Secretario de Investigación en Filosofía y Letras, UBA, (2000/2002) y de la Universidad Nacional de General Sarmiento (2002/2005). Presidente de Fundapaz (2015/2022). Docente en distintas universidades y autor de varios libros y publicaciones.



Fuente Clarin.com

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