Por un comunicado de Itamaraty (Cancillería de Lula), el Departamento de Estado norteamericano se ha enterado que la política exterior uruguaya se acerca a los intereses de Beijing. Votarán como nuevo secretario general de la OEA al canciller de Surinam, junto a Bolivia, Chile, Colombia y Uruguay.
Abandonan así al otro candidato, el canciller paraguayo, al que se suponía acompañaba el Mercosur. Washington sabe que el candidato caribeño es un hombre muy cercano a los intereses de la República Popular China.
Tenerlo sentado en el principal sillón de una organización creada y financiada por Estados Unidos es una situación difícil de tolerar para Marco Rubio (el secretario de Estados de Donald Trump), alguien que estará, por ahora, ocupado de temas urgentes como Ucrania y Medio Oriente, pero que otorga gran importancia a cuestiones como Cuba y Venezuela, patrocinantes “sotto la tavola” de esta movida.
Es la segunda e importante decisión del gobierno del flamante presidente uruguayo Yamandú Orsi de alineamiento con los brasileños en temas claves de la región.
La anterior fue hacerle el juego a la narcodictadura venezolana mediante el curioso mecanismo de no reconocer a Edmundo González (el ganador de la elección popular) ni a Maduro, que todos sabemos que perdió.
En el medio de un in crescendo de la tensión entre China y EE.UU., el nuevo gobierno de Montevideo parece estar dejando atrás la tradicional prudencia charrúa en política exterior y lo hace sin una explicación plausible en ninguno de los dos casos.
El escándalo del fraude perpetrado por Maduro y Diosdado Cabello en Venezuela fue de tal magnitud que el propio Lula se mostró sorprendido. El presidente de Brasil pidió las actas del comicio que el gobierno chavista decía tener y nunca aparecieron.
En cambio, la oposición mostró las suyas que confirmaban el triunfo de Edmundo González.
Conviene recordar que la expresidente chilena Michele Bachelet, de cuya ideología socialista nadie puede dudar, certificó las brutales violaciones a los derechos humanos por parte de los llamados “colectivos chavistas” y el drama que sufren miles de venezolanos en las mazmorras del régimen.
Cada país tiene derecho a gobernarse de acuerdo a lo decidido por los pueblos en elecciones libres y toda dictadura debe ser repudiada.
¡No hay dictaduras buenas!