La práctica de imponer restricciones a las importaciones es tan antigua como la humanidad, y frecuentemente lleva a que los países afectados impongan represalias similares, lo que origina las llamadas “guerras comerciales”.

Algunos de los casos más famosos de estas prácticas fueron: el aislamiento total (político y económico) de China en el siglo XV, la política de España de prohibir la importación de productos no españoles en sus colonias, la imposición de aranceles a la importación de cereales en Inglaterra a principios del siglo XIX (que dieran origen a los famosos debates sobre las ventajas y daños del proteccionismo), la obligación en Japón de comerciar exclusivamente a través de agencias gubernamentales , y la infame Ley de Tarifas Smoot -Hawley en 1930 que agravó la Gran Depresión y dio origen a la mayor guerra comercial de los tiempos modernos.

Los argumentos para las políticas proteccionistas son variados: proteger los intereses nacionales, revertir déficits comerciales, proteger a determinadas industrias, proteger la seguridad alimentaria y estratégica, etc.

La teoría económica nos enseña que en general un arancel beneficia al productor local del producto arancelado, pero que el costo final lo pagan los consumidores y otros exportadores locales que ven sus costos de producción incrementados.

Al mismo tiempo, un desequilibrio comercial solo refleja las diferencias entre los ingresos y los gastos de un país, por lo que si esas diferencias no son eliminadas el proteccionismo no mejorará la balanza comercial, solo reducirá las importaciones y las exportaciones. La experiencia argentina es muy clara al respecto.

El argumento de la seguridad estratégica y alimentaria es totalmente distinto, porque en ese caso el país está dispuesto a asumir una pérdida de bienestar con el objetivo de asegurarse la provisión de determinados bienes en caso de conflictos políticos o bélicos.

La explosión de una “burbuja” en los precios de los activos es un caso distinto. Por diversos motivos los precios de los activos que excedieron sus valores lógicos se desploman bruscamente generando enormes pérdidas a sus tenedores. Esa baja brusca se transmite a toda la economía generando quiebras y desempleo.

La combinación de todos estos factores hace que el país sea más pobre y baje la demanda de todos los bienes y servicios, incluyendo los importados. De ese modo la crisis se traslada al resto del mundo generando una crisis mundial. Eso es exactamente lo que pasó en la Gran Depresión. Si en el medio de esa crisis se inicia una guerra comercial el resultado es catastrófico.

Cuando EE.UU. elevó sus aranceles en 1930 lo hizo a pesar de que su balanza comercial era superavitaria (y lo siguió siendo durante toda la crisis), por lo que al desatar una guerra comercial lo único que logró fue un desplome del comercio internacional (cayó más del 60%), de los precios de la mayoría de los productos (en especial los de las materias primas), una baja generalizada de actividad económica (en algunos países superó al 50%) y un aumento del desempleo.

¿En qué se parece y en qué se diferencia la actual situación con la de la Gran Depresión? Se parece en las políticas proteccionistas de la administración de Estados Unidos y en la posibilidad de que los precios de los activos estén “inflados”.

Se diferencia en que no sabemos si la actitud de los Estados Unidos es una posición negociadora (o no), y en que los cambios tecnológicos (inteligencia artificial) podrían justificar precios de activos más elevados.

En mi columna del mes de enero analicé los postulados de la política comercial del presidente Trump, basados supuestamente en la idea de que el proteccionismo es bueno para su país (en sus propias palabras) y en que los Estados Unidos tienen déficits en sus cuentas externas por que el resto del mundo “se aprovecha”, por lo que propuso imponer aranceles a todos los países que muestren superávits con los Estados Unidos.

En esa misma columna expliqué que el comercio multilateral lleva a tener saldos favorables con algunos países y deficitarios con otros, y que los Estados Unidos tiene un déficit global porque gasta por encima de sus ingresos (3% del PBI a nivel de país y 7,3% en el sector público). La guerra comercial no resolverá este problema mientras no deje de gastar de más.

El tema de la “burbuja” es más intrigante. La relación Patrimonio Neto a PBI se mantuvo estable en 3,5 veces durante 40 años. Cuando a fines de los 90 se elevó a 4, con la burbuja de las tecnológicas, explotó. Cuando en el 2007 se elevó a 5, con la burbuja inmobiliaria, también explotó.

Desde entonces se elevó a más de 6, por lo que se podría concluir que también explotará, pero gran parte de este aumento está explicado por la suba del precio de las acciones de las empresas tecnológicas denominadas “los siete magníficos”.

La gran duda es si estás subas están exageradas, y son una repetición de lo que pasó a fines de los 90, o responden a cambios estructurales (inteligencia artificial) que las justifican.

Personalmente creo que es una mezcla, por lo que la actual guerra comercial en este contexto es muy peligrosa. La reciente baja en las bolsas de EEUU -más de 5 billones de dólares, equivalentes a casi 20% de su PBI- así parece indicarlo.



Fuente Clarin.com

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