Dicen que tiene un parecido físico a Carlos Gardel. Por eso lo apodaron “Gardelito”. Pero hay otra similitud con el cantante y compositor de tangos. Así como el Zorzal Criollo cada día cantaba mejor, Enzo Fernández cada vez juega mejor. Y volvió a demostrarlo, esta vez en el clásico contra Brasil, en el que se lució y le sacó lustre a sus botines. Fue la figura de la noche.
Enzo tocó los mejores acordes de una afinada Scaloneta que fue una sinfónica en el Monumental, donde le pegó un baile memorable a Brasil. Estudió muy bien las partituras del director de orquesta Lionel Scaloni y las aplicó en el escenario con simpleza y exceso de calidad.
No era fácil el libreto para el oriundo de San Martín que a los 24 años ya fue campeón del mundo y de América con la Selección. Es que el entrenador argentino le dio una función particular y llamativa. Lo hizo jugar muy adelantando.
Es cierto que Fernández viene jugando unos metros más adelante de lo que lo hacía anteriormente en el Chelsea pero no tanto como lo hizo ante Brasil, contra el que fue prácticamente una segunda punta. Arrancó detrás de Julián Álvarez y a veces terminó jugando a la par del delantero del Atlético de Madrid. Es más: en un lateral defensivo de Argentina, se paró por delante del cordobés, fijando marca con el primer marcador central de Brasil. Sí, como si fuera un “9”.
Por momento, Enzo se tiró a la derecha, sobre todo cuando tuvo que tapar la salida de Brasil por el sector izquierdo o cuando Argentina volcó el juego por ahí pero en general jugó más centrado. Aunque lo hizo con mucha movilidad. Podía aparecer en el área chica para definir empujando la pelota a la red como si fuera un centrodelantero, como hizo en el segundo gol argentino o retroceder en una segunda jugada de un córner, recibir la pelota de un compañero, abrir el pie derecho y ponerle un pase justo y medido a Alexis Mac Allister para que el jugador del Liverpool con un toque por encima del arquero brasileño anote el tercer tanto albiceleste.
En el segundo tiempo, Enzo siguió participando del juego. Se asoció a Julián y a los del medio. Y hasta por momentos se puso el traje de conductor. Ah, y como si fuera poco, cuando Leandro Paredes salió, fue a jugar de volante central, su puesto natural. Un todoterreno. Debe haber sido el partido en el que más corrió también.
Enzo jugó como en el patio de su casa. Literal, claro. Es que se crió en Núñez. Debutó en River y tras un paso fructífero por Defensa y Justicia, donde ganó la Copa Sudamericana y la Recopa, volvió a ponerse la banda roja para ser campeón local y generar una transferencia histórica. Primero al Benfica de Portugal y luego al Chelsea, donde llegó por 121 millones de euros. Y después de un arranque incómodo, ahora está adaptado a la Premier League y su juego se potenció al igual que en la Selección, en la que es titular indiscutido.
Enzo no solo enterneció con su juego. También, dejó otras postales. Con su hijo en brazos en la formación inicial, cantando una canción a la par de la hinchada o el grito de “dale campeón” a pura sonrisa al final, en el que daba saltitos sobre esa campo de juego en el que hasta un ratito antes había desparramado fútbol con el potrero en las venas. Y sí, cada vez juega mejor.