Brasil siempre tiene un lugar asegurado en el corazón de los argentinos que eligen la playa, incluso en vacaciones de invierno para disfrutar del mar y el calor. Pero no todo se trata de destinos turísticos como Río de Janeiro, Florianopolis o Buzios.
Existe un paraíso en Bahía que todavía guarda esa magia de lo no descubierto: Arraial d’Ajuda, un pueblito lleno de color, arte y mar cálido, donde el tiempo parece pasar más lento y los precios sorprenden por lo accesibles.
Es un destino perfecto para quienes quieren vacaciones relajadas, con buena gastronomía, noches con música en vivo y playas soñadas sin pagar fortunas.
Qué hacer en este paraíso escondido de Brasil durante las vacaciones de invierno
Las playas son el principal atractivo de Arraial d’Ajuda. Además de su belleza natural, se destacan por su diversidad. Algunas son más calmas, con aguas transparentes y poca gente, ideales para descansar o para que los chicos jueguen sin peligro. Otras tienen más movimiento, con paradores, música y actividades recreativas.
La oferta cultural de este destino de Brasil es otro gran diferencial. A lo largo del año se organizan muestras de arte, obras de teatro al aire libre, y hasta un festival de cine que atrae a realizadores y espectadores de todo el país.
También hay centros culturales donde se dictan talleres, se hacen presentaciones musicales o simplemente se puede disfrutar de una exposición local.
La gastronomía sorprende por su variedad y por lo económico que resulta comer bien. Además de los sabores bahianos como el acarajé o la moqueca de pescado, hay propuestas vegetarianas, cocina italiana, francesa o regional, todas con ese toque casero y relajado que caracteriza al lugar. Comer frente al mar con los pies en la arena y una caipirinha en la mano es una realidad diaria en Arraial.
Por qué Arraial d’Ajuda es una de las mejores opciones para viajar en vacaciones de invierno
Lo que más llama la atención al llegar a este destino es la sensación de estar en un pueblo detenido en el tiempo, donde todo invita a caminar, mirar y relajarse. Las calles empedradas están bordeadas de casitas de colores, galerías de arte, locales de artesanías y cafés con música suave de fondo, lo que le da una atmósfera cálida y despreocupada.
El hecho de que no haya un puente que lo conecte con Porto Seguro le suma un toque particular: se llega únicamente cruzando el río Buranhém en un ferry que funciona durante todo el día. Ese pequeño trayecto refuerza la desconexión con la rutina y marca el inicio de una experiencia distinta.
El turismo, aunque creció en los últimos años, no alteró el estilo de vida relajado del lugar. Es común ver viajeros mochileros, parejas, familias y hasta artistas que deciden quedarse más tiempo del planeado. Esa mezcla de públicos genera una convivencia tranquila y respetuosa, en la que todos comparten el deseo de disfrutar sin apuros.