La inquietud por el futuro es una vieja costumbre. También lo son, aunque quizás no tanto, los intentos de diseño de ese futuro. A pesar de que la caída del Muro de Berlín pareciera haberlos vuelto inviables, la realidad nos recuerda día a día la urgencia de un pluralismo en el diseño, la necesidad de alternativas frente a lo existente.
Esto, señala Alejandro Piscitelli en Polímatas. El perfil antidisciplinario del trabajador del futuro (Santillana, 2023), demanda redefinir el tipo de profesionales que necesitamos y rediseñar las instituciones que los forman con un enfoque más integral y antidisciplinario. Seguimos diseñando para consumir cuando el planeta demanda diseñar para sobrevivir.
En ese sentido, la historiadora del arte María José Herrera publicó recientemente un libro sobre Ary Brizzi titulado La armonía de la modernidad (Islaa, 2025). Pintor, escultor, diseñador, Brizzi poseía una heterotópica y variopinta biblioteca que retrataba sus múltiples intereses. Impactado por los desarrollos visuales del polímata Max Bill, en Brizzi se encontraban arte y ciencia en la procura de desentrañar el enigma de la naturaleza.
Brizzi también era un polímata atento a la incidencia de la tecnología en la creación mientras que, con el espíritu renacentista propio de su condición de tal, perseguía lo infinito e intentaba nutrir su propio arte y saciar su inagotable curiosidad. La clave estaba para él en el dominio espiritual en el que ciencia y arte eran solo dos modos de acceder al conocimiento, el arte era en él un camino hacia otra sensibilidad.
La sensibilidad es un componente esencial de la vida moral: no hay conciencia moral que no se emocione, no se entusiasme o no se indigne. Pero esta sensibilidad debe educarse y apelar a la reflexión sobre esas emociones y sentimientos, la elucidación de sus motivos o móviles, su identificación, su puesta en palabras y su discusión.
En tiempos de IA, este diseño requiere trabajar al menos con tres dimensiones de la vida estrechamente articuladas entre sí: tal dimensión sensible, una dimensión cognitiva antidisciplinaria y una dimensión técnica y práctica, de manera de potenciar a través de nuestras vidas una cultura que no sea indiferente, una cultura que sea capaz de saber de lo que está hablando (de allí además la necesidad de competencias interculturales), y una cultura comprometida con la acción y la transformación sobre aquellas cosas a la que es sensible y que conoce.
A diferencia del pensamiento de diseño que intenta que volvamos a la tecnología más fácilmente consumible, un diseño más especulativo y poético busca especialmente crear y explorar cómo podría ser el mundo inventando otros presentes y futuros posibles. Necesitamos propuestas de diseño de órdenes sociales, políticos, económicos y estéticos alternativos.
El diseño especulativo apunta a diseñar un mundo que podría ser ante la incapacidad de la política para diseñarnos. Para ello necesitamos explorar antidisciplinariamente con mucha más convicción que hasta ahora el diseño de las ficciones que somos y que aspiramos a ser. Tal como lo imagina y nos invita a pensarlo Alejandro Piscitelli en el documento citado, quizás sea o debiera ser ese el perfil del trabajador del futuro, esa filosófica inquietud, esa vieja costumbre.
Daniel Scarfo es sociólogo y ensayista.