Doctor, me siento hinchado. Médicos clínicos y gastroenterólogos suelen escuchar esta queja con frecuencia en las consultas. También, las siguientes: “tengo distensión abdominal”, “estoy inflamado”.

¿Pueden estos cuadros emparentarse? ¿Es lo mismo estar hinchado, que inflamado o con distensión; o existen diferencias? ¿Qué rol juegan la obesidad y el sobrepeso? Si bien a simple vista se trata de cuestiones similares, y hasta puede haber síntomas que se superpongan, lo cierto es que, según dicen los especialistas, no son sinónimos.

“Aunque muchas veces se confunden, son conceptos completamente diferentes”, asegura Fabio Nachman, jefe del Servicio de Gastroenterología de la Fundación Favaloro y ex presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología.

La consulta con el especialista permite realizar un correcto diagnóstico y un tratamiento adecuado. Foto Shutterstock.La consulta con el especialista permite realizar un correcto diagnóstico y un tratamiento adecuado. Foto Shutterstock.

En la misma línea, Ramiro Heredia, médico clínico del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, dice: “Una queja frecuente en la práctica clínica diaria es la distensión, hinchazón o inflamación abdominal, como dicen los pacientes. Varias veces esto se ve acompañado de una variedad de síntomas gastrointestinales, como por ejemplo eructos, dolor o disconfort abdominal y/o flatulencias”.

Sin embargo, aunque parezcan términos similares, son entidades distintas. Sus causas probables también suelen ser diferentes, y para complicarlo un poco más, a veces estas entidades se superponen, admite el médico.

Hinchazón, distensión, inflamación

“La hinchazón es una sensación de plenitud o tensión especialmente a nivel del abdomen”, explica el gastroenterólogo Fabio Nachman.

En tanto, cuando hablamos de distensión abdominal, existe un aumento del perímetro abdominal mensurable, contrapone Heredia. “Si objetivamos un aumento del perímetro abdominal, estamos hablando de distensión. De acuerdo a la causa, estos síntomas se pueden acompañar de diarrea, constipación, acidez, ardor retroesternal y/o regurgitación de restos de alimentos”, agrega.

“La distensión abdominal es el aumento visible del tamaño abdominal y puede haber causas funcionales, como intolerancia a los carbohidratos, como lactosa, fructosa, fructano, sacarosa; enfermedades celíacas; sensibilidad al trigo, SIBO; constipación; trastorno del suelo pélvico; trastorno del eje cerebro intestinal, o psicológicos”, enumera Nachman.

Y añade: “Otra causa puede ser una disinergia abdominofrénica: cuando no hay una adecuada relajación del diafragma, este desciende, hay relajación de la pared abdominal, generando una distensión abdominal”.

La distensión abdominal suele tener causas funcionales. Foto Shutterstock.La distensión abdominal suele tener causas funcionales. Foto Shutterstock.

También puede haber causas orgánicas, aunque son mucho menos frecuentes. “Pueden estar generadas por una obstrucción intestinal o una masa abdominal que genera distensión ”, describe.

Por último, destaca que la inflamación es una respuesta del sistema inmune ante una lesión, infección, o irritante, y se caracteriza por calor, enrojecimiento, hinchazón, pérdida de la función del órgano que está afectado. “Suele ser útil en la etapa aguda pero perjudicial en la etapa crónica.”

“Según la Asociación Americana de Gastroenterología, estos síntomas afectan significativamente la calidad de vida de los pacientes, por lo que se requiere un diagnóstico y un manejo integral, en base a una historia clínica detallada, un examen físico exhaustivo y, si es necesario, de estudios complementarios para hacer un diagnóstico adecuado y poder diferenciar las causas orgánicas de las funcionales”, apunta.

Diagnóstico

En definitiva, ambos profesionales coinciden en que un diagnóstico adecuado y un manejo personalizado son las claves para abordar estas condiciones de manera efectiva. “La diferencia entre estas entidades se hace en la consulta médica, mediante el interrogatorio y el examen físico. En ocasiones, nos vamos a apoyar en estudios complementarios”, enfatiza, en la misma línea que Nachman, Heredia.

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“La pérdida de peso, el dolor abdominal intenso, la disfagia o dificultad para tragar, el ardor en el área del estómago o epigastrio, la regurgitación, la diarrea cuando se prolonga en el tiempo (más allá de 3 semanas), los cambios en el hábito intestinal recientes sin una causa que lo justifique, o cualquier dato alterado en el examen físico inicial pueden ser tomados como signos de alarma, y justificar estudios adicionales, como endoscopias o estudios por imágenes”, amplía.

A su vez, advierte que algunos pacientes deberán someterse a pruebas de laboratorio para descartar enfermedad celíaca, entre otras entidades.

Sobrepeso y obesidad

El hecho de que algunos de estos trastornos impliquen un aumento del perímetro del abdomen hace que algunos pacientes puedan confundirlos con sobrepeso, como puede observarse en las consultas más realizadas en buscadores de internet.

“Según mi perspectiva, sobrepeso y obesidad están en otra categoría, más allá que el sobrepeso y la obesidad pueden generar un cuadro de inflamación crónica de bajo grado porque el tejido adiposo es un tejido que genera mediadores inflamatorios”, contrapone Nachman.

Y suma: “tanto el sobrepeso como la obesidad son condiciones que están dadas por un exceso de tejido graso a nivel corporal, lo que puede afectar la salud. Antes se definía sólo con el índice de masa corporal (IMC), pero actualmente se están usando indicadores más precisos que calculan la composición corporal y la distribución de la grasa”.

Tanto la alimentación saludable como el ejercicio siempre ayudan. Foto Shutterstock.Tanto la alimentación saludable como el ejercicio siempre ayudan. Foto Shutterstock.

El profesional, haciendo hincapié en la diferencia de sobrepeso y obesidad con distensión, inflamación o hinchazón, relaciona la presencia de exceso de adiposidad con, por ejemplo, el síndrome metabólico.

“Trae aparejadas enfermedades metabólicas, como resistencia a la insulina o prediabetes, diabetes tipo 2, hipertensión, hígado graso, enfermedades cardiovasculares y también predispone a ciertos tumores y otras patologías digestivas, como por ejemplo la enfermedad diverticular o diverticulitis. Y la realidad es que esto es una enfermedad o una patología crónica, que es multifactorial”, añade.

Pautas de prevención

Heredia indica, desde un punto de vista integral, que la primera medida es intentar identificar la causa subyacente, y tratarla adecuadamente.

“Una dieta saludable suele ayudar mucho en estas situaciones. En efecto, una dieta balanceada, rica en frutas y verduras, evitando el consumo de alimentos ultraprocesados, bebidas carbonatadas y/o azucaradas, grasas saturadas y moderando el consumo de alcohol, siempre está indicado”, refuerza.

También sugiere hacer un análisis respecto a qué alimentos se relacionan con los síntomas: “Es relevante para modificar o evitar su ingesta, pero siempre con ayuda de un nutricionista, para evitar restricciones innecesarias o excesivas”.

Por último, menciona la actividad física que, según apunta, “siempre tiene beneficios en amplios aspectos de la salud”. “Esta no es la excepción. El control del sobrepeso y la obesidad requiere de la práctica regular de actividad física, y de una dieta saludable”, cierra.

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Fuente Clarin.com

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