Nika Club Omakase desembarcó en octubre de 2024 para sumarse al boom de los omakase: esos restaurantes donde los comensales se dejan llevar por las elecciones del sushiman detrás de una barra. Pero lo hizo con su propio sello: pesca argentina, una vuelta moderna a la cocina japonesa y un enfoque más liviano: sin gluten, bajo en sodio, grasas y azúcares.
La dupla detrás de esta experiencia es puro talento: Leo Lanussol, creador de Proper y hoy asesor de los mejores restaurantes, y Fabián Masuda, pionero del omakase en Buenos Aires. La propuesta puede ser a la carta, pero la magia está en entregarse al omakase. Si se quiere ir un paso más allá, la membresía del Club Omakase abre la puerta a un salón privado con servicio exclusivo y hasta la chance de organizar un propio evento una vez al año.
En la producción, otro crack: Roberto Costa, empresario con trayectoria en la música y la gastronomía. Su firma está en cada detalle, desde el ambiente íntimo hasta la selección de productos. Por eso no resulta raro que entre bocado y bocado cruzarse con algún rockstar.
A simple vista, Nika Club Omakase es un secreto bien guardado. Un cartel discreto y una puerta que desafía la paciencia hacen que encontrarlo sea casi un ritual. Hay que tocar timbre, subir una escalera en tonos oscuros y, al llegar, la sorpresa: un espacio luminoso, envuelto en madera clara y bañado de luz natural. El recibimiento es en japonés y al unísono, como si cada comensal fuera parte de una ceremonia.
La gran estrella del salón es su barra, donde el pescado fresco se exhibe con orgullo antes de transformarse en piezas de sushi. ¿Dónde sentarse? Esa es la primera decisión: barra para vivir de cerca la precisión del sushiman o mesa para una experiencia más relajada. En cualquier caso, lo que sigue es una muestra de técnica y creatividad en manos de Leo Lanussol y Fabián Masuda.
Lanussol volvió a Argentina para sumarse a este proyecto de Roberto Costa, un nombre fuerte en el mundo gastronómico y musical. Pero su conexión con el omakase viene de antes: era cliente frecuente de Club M Omakase, un pequeño restaurante escondido en un winebar. Allí, Masuda ya sorprendía con su propuesta de sushi por pasos, una práctica que mantiene en Nika con su destreza característica.
Es común ver a reconocidas figuras de la música, el cine y el arte disfrutando de este lugar. Gustavo Cordera es uno de los habitués, al igual que el periodista Bebe Contepomi, quien suele ir a comer con sus amigos rockeros. Las redes sociales de figuras como Marcelo Tinelli y Mike Amigorena dan cuenta de su paso por este reducto gastronómico que gana prestigio y popularidad en el boca en boca.
Un gran diferencial del lugar es su enfoque libre de gluten. Todo se elabora en casa: masas de harina de arroz, fideos de sarraceno, fermentos de mandioca. La cocina es baja en sodio y azúcares, sin sacrificar sabor ni profundidad. En este momento, incluso están desarrollando su propia salsa de soja, un trabajo de paciencia y precisión.
En Nika hay dos caminos: a la carta o en manos del chef. La experiencia omakase en la barra tiene dos versiones: petit ($ 60.000) y grand ($ 85.000), cada una diseñada para sorprender con lo mejor de la pesca del día. Los nigiris y sashimis de 5 cortes parten de los $ 11.000, mientras que los rolls (uramaki) de 10 piezas rondan los $ 25.000. “Buscamos evitar el salmón y destacar productos locales como el pulpo argentino y los langostinos de Chubut”, explica Masuda.
“Esta es nuestra panera”, explican mientras sirven una mini demo de tartar de salmón y un bowl de arroz con furikake, condimento casero que le otorga sabor a mar y está pensado para preparar el paladar para lo que se viene.
El tapeo japonés también tiene su espacio, con opciones como onigiri (esferas de arroz rellenas), tamagoyaki (omelette nipón) y sashimi (pescado o marisco crudo cortado en láminas finas) de trucha curada. El tapeo de 5 opciones cuesta $ 25.000 y el de 10, $ 40.000. Para quienes buscan platos más contundentes, hay okonomiyaki (una masa con varios ingredientes cocinados a la plancha) con repollo, fideos yakisoba (fritos) y panceta, o katsudon, la clásica milanesa de cerdo con gohan y huevo.
La carta de vinos es otro punto alto. Se organiza en “Viejo mundo” y “Nuevo mundo”, con etiquetas de Italia, Francia y Nueva Zelanda. En Argentina, el foco está en los proyectos de los Michelini y la línea de Germán Masera, con vinos pensados para realzar cada bocado.
El final dulce llega con helado de sésamo negro, merengue crocante de frambuesas, torta vasca o pastel de queso, un cierre perfecto para una experiencia que equilibra lo tradicional y lo innovador.
En Nika cada detalle está pensado para que la visita valga la pena, desde la puerta casi oculta hasta el último sorbo de sake.
Nika Club Omakase. Nicaragua 5952, Palermo. Lunes a sábado de 12 a 16 y de 19 a 23 hs. Instagram: @nikaclubomakase