Bien a comienzos de siglo XX se decía que la plata se ganaba con las ovejas y se perdía con los caballos lerdos. Por entonces, los ovinos dominaban la escena rural de la provincia de Buenos Aires antes de ser corridos primero por las vacas y luego por la agricultura hacia la Patagonia y a Entre Ríos y Corrientes.
El lanar era una actividad segura y blindada de los altibajos en los precios de otras producciones. Argentina descollaba y su mercado de lanas de Avellaneda era de referencia mundial.
Allí nació precisamente Guillermo “Pipe” Paz, 67 años y tercera generación de una familia plenamente lanera. Hoy preside la Asociación Argentina de Creadores de Merino en un momento bisagra para esa actividad, con un stock de ovejas que se derrumbó dramáticamente en los últimos 20 años al caer 60%. Chubut, por ejemplo, llegó a tener 5 millones de ovejas y hoy contabiliza la mitad.
Este Ingeniero en Producción Agropecuaria fue miembro de los Pumas, la selección nacional de Rugby entre 1978 y 1983. “Tuve la suerte de jugar en el seleccionado y de ir al Seven de Hong Kong”, le dice a Clarín al soltar entre risas que debe ser el único Puma que defiende a las ovejas.
No es para menos. Sus bisabuelos llegaron desde Betanzos, una localidad de Galicia, al mercado de Avellaneda, donde ofrecían comida para la gente que trabajaba en un lugar en el que se comercializaban lanas, cueros, menudencias y subproductos de todo tipo.
El abuelo arrancó en 1912 con el negocio de la lana en un tiempo en el que se podía progresar. Los Paz llegaron a convertirse en los primeros exportadores de la Argentina.
Fue una época de oro, donde productores como Mauricio Braun se arriesgaban en trasladar ovinos desde Buenos Aires a Punta Arenas en Chile en una travesía que a Braun le llevó tres años. Los Braun son hoy los dueños de los supermercados La Anónima y de parte del Galicia.
La segunda generación de los Paz estuvo representada por Heraldo y Alberto, un ingeniero agrónomo y genetista que revolucionó la producción ovina con la mejora de las razas. Alberto fue el primero en congelar semen dando lugar a la inseminación artificial y a la transferencia embrionaria para mejorar la calidad de los ovinos, técnicas que siguen evolucionando como la inseminación actual con laparoscopía.
Guillermo cuenta que el centro de la lana en la Argentina hoy es Trelew. Y describe a una producción con viento de frente, entre los volcanes que afectaron con sus cenizas a las ovejas, los pumas, los zorros, los perros salvajes y hasta los guanacos que se han multiplicado a unas 4 millones de cabezas solo en Santa Cruz y les sacan los pastos de la boca a las oveja. En ese escenario crecen los campos abandonados.
“Hay que entender a la oveja”, explica Paz junto al secretario de la Asociación que preside, el también ingeniero Carlos Epper.
Para este animal que comparte con los bovinos la condición de rumiante pero que es muy eficiente ya que con poco da lana, carne, cuero y leche, tienen un plan en el que trabajan con el Inta de Trelew y Río Gallegos en otra muestra de articulación público-privada.
Así, se proponen mejorar la calidad de la lana, logrando la merinización de los ovinos para que al tener un porcentaje mayor de raza merino se logre una lana más fina que es la de mayor valor y se demanda en un mercado mundial que pasó de los suéteres a los polar, utilizando la merino que ya es usual en los géneros de las grandes casas de moda.
Hay otro hecho: la japonesa Uniqlo incorporó la lana merino a sus camperas ultra livianas. Y es muy requerida en China. En esta gesta lo acompaña la cotización internacional que refleja la demanda, por este tipo de vellón que además es una fibra natural y biodegradable.
La agenda es amplia. Mencionan la necesidad de algunos incentivos como poder desgrabar el plus de 20% en los sueldos por zona desfavorable y la posibilidad de que la lana pague un IVA de 10,5% como en el caso de la carne. Se juega el rescate de una producción. Australia es la número uno del mundo. Pero luego vienen Nueva Zelanda, Argentina, Sudáfrica y Uruguay.