En el país de la desmesura, los juicios sobre las acciones de los otros son extremos. Se han tomado muy a pecho aquella frase bíblica del Apocalipsis que condena a los tibios, como si la religión pueda ser trasladada mecánicamente a la política y la moderación, en este caso, en vez de atributo fuera un afrenta insoportable. La sobreactuación, en todo orden, incluido el judicial, añade tensión al contexto de violencia que crece en espejo, impulsada por quienes no conciben la política sin humillación. Como Milei o Néstor o Cristina Kirchner.

Las reacciones que ha despertado la formalización de un “frente” entre el mileísmo y el PRO en la provincia de Buenos Aires ha cubierto toda la gama: desde el realismo puro y duro de Ritondo y Santilli, reconociendo la debilidad política de su formación, hasta los que proclaman que el macrismo entregó hasta la dignidad. Los primeros se escudan en las encuestas: el PRO ya no mide los 40 puntos de antaño, que les dio el triunfo en ese distrito, sino que ahora con suerte araña los 6 o 7 puntos de preferencia. ¿Con qué herramientas se podría negociar con La Libertad Avanza, que amenaza con pintar de violeta el principal territorio hostil?, preguntan los que han alentado la adhesión al oficialismo nacional.

Desde la otra vereda, responden que han firmado el certificado de defunción del macrismo y que si repiten esa conducta en la Ciudad -Jorge Macri, hasta ahora, resiste la presión de su primo Mauricio- el PRO habrá dejado definitivamente de existir.

El debate tiene importancia por varias razones. La primera, la pulsión de Milei y de Macri de terminar con el peronismo-kirchnerismo, derrotándolo en su santuario principal. La segunda, también esgrimida en el debate, es que las políticas económicas de Milei deben ser respaldadas. Cualquier tropezón, argumentan, pondría en peligro la estabilización económica, su principal activo. En síntesis, se resignan, hay que tragarse el sapo, mirar para otro lado cuando el Presidente se va a la banquina en sus catarsis insultantes y sus exabruptos escatológicos, y admitir sin sonrojarse que el fin justifica a los medios. Ya hemos visto a dónde puede conducir esa concesión peligrosa.

Ilustración: Agustín SchiammarellaIlustración: Agustín Schiammarella

La contracara también tiene sus razones. Aluden a la necesidad de no confundirse en la manada y que los ciclos políticos, cada vez más cortos, necesitan de alternativas y de matices. Por eso, probablemente un sector del PRO -se habla de los intendentes de Junín, Pergamino, Vicente López, entre otros- pueden hacer rancho aparte con los intendentes radicales y referentes de otros sectores, como Emilio Monzó. Y están impulsando que en septiembre se libre una batalla que deje una señal para el futuro. Hablan del economista Melconian en la Tercera Sección, o de Stolbizer en la Primera. En octubre, podrían aglutinarse alrededor del proyecto que vuelve a impulsar Schiaretti, quien se relanzará en Córdoba.

Hay un factor que hay que tener en cuenta: los negociadores se encuentran con la intransigencia de Karina Milei, que refleja su estrategia propia o delegada de control absoluto. No pocos observaron la creciente centralidad que la hermana del Presidente está teniendo. Un último ejemplo fue su ubicación preferencial en los actos oficiales -el último, el homenaje a los policías caídos en el atentado de Montoneros a Coordinación Federal- restándole protagonismo a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con la que la relación no parece ser muy fluida.

La dureza negociadora –“todo violeta”, como acaba de experimentarlo el gobernador de Corrientes Valdés, que abortó el acuerdo con la LLA- choca con una actitud más dialoguista de Santiago Caputo, quien desde los resultados discretos que está obteniendo el oficialismo en las elecciones, pugna por no ser tan hostil con los gobernadores de las provincias en las que se debe elegir senadores: Salta, Santiago del Estero, Río Negro, Neuquén, Chaco y Entre Ríos. Obvio: en la Capital, donde también se eligen senadores, el caso es distinto.

La guerra con Jorge Macri parece desatada. Y el macrismo está cada vez más tentado en alguna combinación con radicales y la Coalición Cívica. Mauricio Macri desalienta esa alternativa porque no quiere quedar atrapado en el brete de volver a ser candidato, como le exigirían desde el Gobierno de la Ciudad.

Saben que desde la Casa Rosada se alienta la candidatura de Bullrich como senadora porteña y se la entusiasma para que dispute la jefatura de Gobierno en 2027. Cualquier cosa para desalentar su proyecto presidencial, apoyada en las buenas mediciones que tiene en las encuestas la actual ministra.

En la Casa Rosada dejan trascender que Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata y uno de los promotores de la alianza con Milei, sería el reemplazante de Patricia. Con un agregado: también le darían al ex PRO la cartera de Justicia.

El peronismo se prepara para septiembre como si fuera una elección nacional. Milei hace lo propio. Los resultados de esta vuelta provincial marcarán mucho lo que puede ocurrir un mes después.

En principio, el peronismo iría unido -o “amontonado”, como prefieren describir hoy la situación interna- y alentado por el interés de marcarle a Milei la cancha en un momento, dicen, que la economía familiar está dando síntomas inequívocos de sufrimiento. Y también dicen advertir nubarrones en la macroeconomía, puesta hoy en función de la elección por venir.

Estaría resuelto que Mayra Mendoza vaya a la Tercera Sección como candidata y que Máximo Kirchner, que no quiso correr el riesgo, siga en donde está. El diputado siente que los tiempos de encarnar el vicariato se están terminando y que, pronto, deberá seguir su carrera política sin la sponsor principal.

Con Cristina en arresto domiciliario -recibió a Lula, quien desoyó los consejos de su diplomacia de que no lo hiciera- y sin otro liderazgo indiscutible, el peronismo debe comenzar a buscar tras este turno electoral otra fórmula y otra propuesta que otra vez atraiga a un electorado cada vez más desencantado con la política.

Esos diálogos frentistas y negociaciones preliminares son por ahora informales y sugerirían que la era post Cristina comenzará después de octubre.



Fuente Clarin.com

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