El músico estadounidense John Cage decía que, para una música nueva, era necesaria una actitud nueva al escuchar. En 1952, quizá para extremar esa idea, compuso 4’33’’, una pieza musical, hecha enteramente de silencio; la segunda pieza silenciosa de un total de cuatro en su obra. James Pritchett, musicólogo muy cercano a Cage, describió el estreno así: “En la interpretación con que se estrenó, el virtuoso pianista David Tudor se sentó al piano, abrió la tapa del teclado y permaneció sentado durante treinta segundos. Luego cerró la tapa. Volvió a abrirla para permanecer sentado y en silencio por espacio de otros dos minutos y veintitrés segundos. Al cabo, cerró y volvió a abrir la tapa una vez más, permaneciendo en ese tercer «movimiento» sentado durante un minuto y cuarenta segundos. Por último, cerró la tapa y salió del escenario. Eso fue todo.”

Cuarenta años después, en 1992, el biógrafo estadounidense Bill Zehme entrevistó a Warren Beatty, a propósito de Dick Tracy, película que protagonizó junto a Madonna. Según Zehme, que escribía para Rolling Stone, fue la entrevista más difícil de su vida. Warren Beatty, quien venía de no conceder palabras a la prensa durante doce años, dejaba intervalos larguísimos antes de responder o cortaba las frases para retomar sin más, segundos después. “Durante sus pausas se podrían montar espectáculos de Broadway”, bromeó Zehme, que no solo escribió sobre los silencios al publicarla, sino que, ante el desafío de no hacerlos desaparecer, decidió cronometrar y transcribir entre corchetes la duración de cada pausa en las respuestas.

Ofrezco estos silencios colosales no para compararlos sino porque comparten la voluntad de poner el silencio en escena, de usar su poder revolucionario.

Callar es casi lo primero que se enseña a un niño, pero rara vez se transmite el uso posible de su potencia. Aun así, a nadie le falta el silencio. Pero para crearlo, como escribió Blanchot, hay que hablar y saber, como señalaba John Cage, que el silencio no se posee con seguridad. En esta época de opinión fácil, de pura palabra vacía, muchas veces me pregunto si la potencia no reside en rehusarse a la obligación de decir, estar en un lugar distinto al que se espera que estemos.

Según James Pritchett, es posible que Cage haya compuesto 4’33’’ para dejar en claro cuál era el origen de su música, pero le preocupa que pudiera sugerir el silencio como algo que pueda ofrecernos alguien más. El silencio, para Pritchett, no sería algo que pueda comunicarse.

Cada uno debería encontrar la manera de tocar su propio silencio. Él, por ejemplo, lo encontró en el abrazo de un ser querido que sufría; yo suelo quedarme sin palabras cuando me entero de que alguno de mis libros inspiró, a su vez, otra obra. Pienso que el silencio en escena sí tiene capacidad de transmisión porque alcanza y se propaga en los silencios ajenos y reúne así a cada quien con sí mismo, como la buena música.



Fuente Clarin.com

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