Un viejo chiste definía a la guía telefónica como un libro con muchos personajes y ningún argumento. El peronismo está hoy en una situación parecida. Hay muchos personajes peleándose y distanciándose entre sí, cada uno con un nombre e incluso una historia, pero esos protagonistas no se diferencian en nada: no están desplegando programas, ideas o impresiones distintas a las del kirchnerismo, que fue la partitura ideológica que siguió el principal partido de la Argentina partido en las últimas décadas.

En el peronismo bonaerense, esa situación es todavía más nítida. Hoy, Axel Kicillof, Andrés Larroque y un grupo de intendentes bonaerenses están enfrentados a Cristina Kirchner y a su hijo Máximo en la pelea partidaria más intensa en veinte años. Si a un observador externo le encargaran que detecte cuáles son las diferencias centrales en los discursos y posicionamientos de esos dos grupos en pugna, muy probablemente entregue una lista en blanco, tan vacía de argumento y de sustancia como la desaparecida guía telefónica del chiste.

En los próximos 15 días, el peronismo bonaerense tiene que definir listas para una elección que está muy lejos del interés de la opinión pública y que, para peor, no resolverá la disputa de fondo. “Yo creo que finalmente habrá lista de unidad, pero no va a ser como otras veces. Siempre nos peleamos por las listas y por los lugares, pero cuando cerramos hacemos todos campaña para ganar. Acá hay una situación nueva, porque Máximo y Cristina (Kirchner) quieren que (Axel) Kicillof pierda, y Kicillof quiere que los otros pierdan”, explica uno de los intendentes peronistas que considera que esa controversia no va a terminar con un ganador claro que resuelva el problema del liderazgo en el PJ.

Los peronistas de la provincia que tendrán que competir con sus candidatos a la legislatura bonaerense y en los concejos deliberantes tienen otro problema adicional. A pesar de que el gobernador decidió junto a buena parte de los intendentes peronistas que lo que más les convenía era separar la elección provincial de la nacional -y que los cargos legislativos provinciales y municipales se definan un mes y medio antes que los diputados nacionales-, Javier Milei está consiguiendo lentamente que la campaña se nacionalice.

Es una operación similar a la que montó la Casa Rosada en la Ciudad de Buenos Aires para neutralizar la jugada del jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, que también quería que la discusión se centrara en temas locales. En la Ciudad, Milei logró en mayo que -a pesar de que se votaban sólo legisladores locales- la elección se convirtiera en un plebiscito sobre la gestión presidencial. Lo hizo poniendo como cabeza de la lista de legisladores a su vocero Manuel Adorni, desempolvando sus diferencias con el kirchnerismo y acentuando su enfrentamiento con Mauricio Macri.

En las últimas semanas, con las polémicas sobre la detención de Cristina Kirchner y del papel de Kicillof en la fallida expropiación de YPF, el Gobierno logró polarizar la discusión con los dos sectores que se están disputando el liderazgo del peronismo bonaerense. “Nosotros tratamos de hablar de lo que pasa en los municipios y nadie escucha. La elección de septiembre también va a quedar nacionalizada, y eso es malo para nosotros”, advierte un intendente peronista de la Primera Sección electoral, en el norte del Conurbano, un área en la que el kirchnerismo da todo por perdido, incluso en distritos que funcionaban como refugios peronistas en los últimos años.

Cristina y Kicillof tienen muy claro que si no llegan a un acuerdo y sus listas van divididas La Libertad Avanza puede ganar también en la Tercera Sección, donde el peronismo perdió por última vez en 1997.

Sin candidatos potentes y reconocibles a mano, la Casa Rosada planea acentuar incluso más la nacionalización de la discusión en la campaña bonaerense. Para hacer eso, el Presidente apelará a su propia radicalización, así que habrá que esperar más insultos a Kicillof y a los dirigentes y comunicadores del kirchnerismo. La campaña “Milei sí” versus “Milei no” tendrá un puntal también en la baja de la inflación, la política que mejor le rinde al Gobierno y, según insisten en Economía, un dólar que seguirá casi planchado al menos hasta las elecciones.

Para que esto último se sostenga, el oficialismo tendrá que sobrellevar -entre otras cosas- la ruptura del cordón sanitario que protegió desde el Congreso el orden fiscal en la primera etapa del gobierno de Milei. En la Casa Rosada admiten que ese será el principal problema que tendrán que enfrentar desde aquí hasta octubre. Además de la media sanción que tienen los proyectos de aumentos jubilatorios y de mejora de los fondos para discapacitados -un voto que no podría explicarse sin mencionar la pelea de Milei con Macri- los gobernadores dieron muestras esta semana de que piensan llevar hasta la última línea su reclamo para que se distribuyan entre las provincias los fondos nacionales.

En este último caso también la explicación es política. Los gobernadores, igual que Milei, están en campaña para renovar sus propias legislaturas. En las provincias a muchos de ellos les sirve correrse del enfrentamiento con un Presidente que cosecha buena imagen, pero también necesitan culpar a alguien por la falta de obras públicas que se ve en todo el país. Por eso, una pelea por fondos con la Nación les resulta -además de necesaria- funcional.

Ese clima de confrontación, que el Presidente fomenta cada vez que habla con alguno de sus voceros en los medios de comunicación, es lo que puede terminar perjudicando la imagen económica del Gobierno. ¿Qué empresa prefiere una tormenta para invertir? Hasta hoy, la retirada del Estado, que, según lo que cree Milei, alcanzaría para dejar espacio a la inversión privada, no dejó mucho más que vacío. La mayoría de los empresarios -incluso los que aplauden en cada foro las reformas del Presidente- prefiere esperar a ver qué planes tiene el Gobierno para la segunda etapa de su mandato y comprobar si Milei es capaz de poner en marcha algo parecido a un plan económico.



Fuente Clarin.com

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