“He aquí un rostro de músico, he aquí Mozart niño, he aquí una hermosa promesa de vida. Los principitos de leyenda no eran diferentes a él: protegido, rodeado, cultivado. ¡Qué no llegaría a ser! Cuando por mutación nace en los jardines una nueva rosa, todos los jardineros se conmueven. Se aísla la rosa, se la cultiva, se la favorece. Pero no hay jardinero para los hombres. Mozart niño será marcado como los otros por la máquina de troquelar (…) Mozart está condenado…No se trata de enternecerse sobre una llaga eternamente reabierta. Es algo como la especie humana y no el individuo el que es herido aquí, el que es lesionado. Lo que me atormenta es, en esos hombres, un poco, Mozart asesinado”.
Durante un viaje en tren, Antoine de Saint Exupéry fue testigo del regreso a su patria de cientos de obreros polacos despedidos de Francia. En medio de esa marea de cuerpos apiñados reparó en un rostro cuya dulzura lo impactó. Y vio con toda claridad su malogrado destino. Esas impresiones quedaron plasmadas en “Tierra de hombres”, cuyo fragmento se consigna más arriba.
Recurrentemente, a lo largo de más de dos décadas, distintas situaciones en la Argentina trajeron a la memoria esa imagen de un Mozart condenado, de un Mozart asesinado, y dieron pie a otras tantas columnas. Lo más grave es cómo todas esas problemáticas se incrementaron. Sólo cambiaron los nombres, las caras, las circunstancias.
La semana pasada fueron los 7 años de Kim Gómez, despedazados contra el pavimento por dos ladrones que la arrastraron a lo largo de quince cuadras, en el auto que acababan de robarle a su mamá. Conmovía ver a nenes y nenas de su misma edad, marchando con carteles que pedían Justicia por Kim. ¿Se preguntarían también si ellos podrían ser los próximos?
Kim no fue la primera y tampoco será la última: muy poco después, intentando robarle la bicicleta, fueron destrozados los 21 años de Lucas, cuando intentó proteger a su pareja y a su hijito de meses.
Sería un error contabilizar en estos dos casos sólo dos víctimas. Nadie repara en la onda expansiva que provoca cada muerte, ni en ese chiquito que quedó huérfano antes de aprender a decir papá. ¿Cuántos Mozarts asesinados con cada disparo?
Sabemos que no es la que empuña el arma la única mano asesina. El mayor de los chicos que acabaron con la vida de Kim tiene 17 años y había protagonizado otro intento de asalto similar un mes antes, pero fue devuelto a las calles, a las drogas y a un padre desbordado que no sabía qué hacer con el hijo que, según contó, robó en el propio negocio familiar donde el hombre intentó que trabajara.
Lucio Dupuy, de 5 años, murió por los golpes y abusos que le propinaban su madre y su madrastra. Vivía con ellas a pesar de los reclamos y denuncias que la familia paterna del nene había hecho ante la Justicia.
La suerte de Loan y de Lian es otro enigma. No se descarta ninguna hipótesis, y sobre ambas desapariciones sobrevuela el fantasma del abuso sexual y la trata de chicos. Antes de ellos fueron Sofía Herrera, Guadalupe Lucero… Un registro oficial, el año pasado, hablaba de una búsqueda activa de al menos 1.777 nenas, nenes y adolescentes en Argentina y Missing Children refería 115 menores desaparecidos en las tres últimas décadas y cerca de 1.500 denuncias por año.
Unos y otros tratan de sacar rédito político de cada una de estas tragedias, sin aportar soluciones reales. Frente al delito, bajar la edad de imputabilidad puede ser un paso, pero no alcanza. ¿Dónde serán alojados los nuevos detenidos? ¿Cómo se los rehabilitará?¿Qué pasará con los otros que quedan afuera, destruidos por la droga, sin espacios de contención ni futuro?
¿Cuántos más Mozart asesinados hacen falta para que alguien reaccione y de verdad haga algo?