El Ministerio de Capital Humano lanzó el Programa Argentino de Innovación de la Educación con Inteligencia Artificial (PaideIA). En CABA, el gobierno presentó el plan Buenos Aires Aprender 2024-2027, que propone una transformación digital de la educación. Son señales positivas que acompañan tendencias globales: en EEUU., Donald Trump firmó una orden ejecutiva para impulsar la IA en educación en solo 180 días.

Pero la verdadera transformación no será tecnológica, sino estructural. Necesitamos revisar un modelo educativo anacrónico, vertical y poco flexible, todavía atado al Estatuto Nacional Docente. También hay que repensar la forma de remunerar a los docentes, y dejar de premiar al buen burócrata en lugar del educador apasionado que logra aprendizajes reales.

Hace falta jerarquizar la docencia, no solo con salarios acordes, sino con incentivos que reconozcan la excelencia. Que ser docente vuelva a ser un proyecto de vida estimulante y bien remunerado, no un plan de subsistencia.

Ya hay casos que demuestran el impacto positivo de esos estímulos. En Mendoza, el “Ítem Aula” —un plus del 10% por presentismo— redujo el ausentismo docente en 15 puntos. En Neuquén, un adicional del 15% bajó el ausentismo del 27% al 15%, pese al rechazo gremial. Solo el 0,131% de los docentes renunció al beneficio; más del 84% lo cobró.

Frente a esto, cabe preguntarse cómo reaccionarán los sindicatos ante la adopción masiva de la IA en las aulas. Esta tecnología no comenzó con ChatGPT. Su despliegue actual ya está empoderando a los alumnos y cuestionando el rol tradicional del docente.

Pero resistirse no tiene sentido: el cambio ya llegó. La clave está en generar condiciones para que los docentes lo adopten con entusiasmo. La IA no reemplaza al docente, redefine su función: deja de ser expositor y se convierte en facilitador del aprendizaje. El estudiante pasa a ocupar el centro del proceso educativo, y el docente, lejos de volverse prescindible, es más relevante que nunca.

Su valor está en guiar, en fomentar el pensamiento crítico, en preservar el vínculo humano frente al riesgo de aislamiento. También en aprovechar los datos que ofrece la IA sobre el recorrido de cada alumno y filtrar con criterio la información que reciben.

En este nuevo paradigma, la enseñanza práctica y por competencias se vuelve central, y las evaluaciones tradicionales deben dar paso a instancias que midan capacidades reales.

Por eso, enseñar con IA sí, pero en persona. Y para lograrlo, hace falta una reforma profunda que contemple salarios, formación, incentivos y una nueva definición del rol docente. Solo así iniciativas como PaideIA dejarán de ser un anuncio y se convertirán en una verdadera política de transformación educativa.

Héctor Masoero es Vicepresidente primero de la Academia Nacional de Educación (ANE)



Fuente Clarin.com

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