¿Qué hay en riesgo si las subas arancelarias (algunas implementadas y otras prometidas) dispuestas por el presidente Trump se generalizan? ¿Y-más aun- si los principales países perjudicados aplican retaliaciones arancelando ellos también?

Nos habíamos acostumbrado a algo distinto. El arancel promedio en el planeta (en 2024) es apenas 2,6% mientras era 15% hace cinco lustros. El mundo redujo aranceles en frontera durante años y eso permitió enormes beneficios. El comercio internacional planetario creció 310% desde que comenzó el siglo XXI. Lo que permitió que (además de los grandes como China, EEUU o Alemania) países otrora inimaginables estén hoy entre los mas exportadores: Singapur (8°), India (9°), México (17mo.), Emiratos Árabes Unidos (19no.) o Brasil (24to..). En el mismo lapso, el PBI mundial creció 210% y hoy están entre las 15 mayores economías del planeta (además de los grandes como EEUU, China o Japón) India, Brasil, México, Indonesia y Turquía.

La economía planetaria se benefició enormemente de la integración internacional. El mundo alcanzó (según UNCTAD) en 2024 el mayor valor de comercio entre países de la historia (casi 33 billones de dólares -bienes y servicios-); y el 70% de ello ocurrió dentro de lo que se conoce como cadenas globales de valor (entrelazamientos de empresas en diversos países compartiendo el proceso productivo agregando etapas en distintos lugares según la competitividad de cada uno). Según la OMC, el empleo mundial incluido en las exportaciones planetarias creció de 23% a 29% del total en 30 años. Y la reducción de la tasa de pobreza mundial acompañó el incremento del comercio global.

Pues ahora emerge un mundo nuevo. No sabemos muy bien aún hasta dónde llegará el presidente de EEUU con sus iniciativas arancelarias (¿Cuánto es amenaza para negociar? ¿Cuánto de lo advertido se cumplirá? ¿Cuánto de lo implementado se mantendrá?) pero, si sus planteos avanzan y los perjudicados reaccionan con retaliaciones, el riesgo es grande. El comercio internacional se concentra entre algunos grandes países (20 generan 50% de todo el comercio suprafronterizo planetario) y una guerra arancelaria entre ellos haría daño.

Ahora bien: también es cierto que no todo es EEUU. El mundo va quedando dividido entre zonas con diferentes configuraciones. Norteamérica aparece como el corazón de la guerra arancelaria. Europa no acude a este instrumento y mantiene su internacionalismo aunque con altas exigencias de calidad (no arancelarias) en frontera.

Asia mantiene mayoría de países muy abiertos. África y Latinoamérica tienen una participación marginal en el total. Norteamérica genera 18% del comercio mundial total, Asia 37% y Europa 36%. Y una pregunta es qué tanto pueden las regiones con modelos diferentes no contagiarse de un shock arancelario norteamericano.

Todo está “heterogeneizándose.”. Hay hoy países con altos aranceles (Venezuela, Irán, India, Argentina, Egipto); países con niveles arancelarios intermedios (Colombia, Panamá, Arabia Saudita) y países con niveles arancelarios bajos (Singapur, Australia, Vietnam, Japón, Indonesia, Nueva Zelanda, Canadá). Y, además, están la Union Europea que integra casi una treintena de países con arancel interno 0%, y EEUU en pleno cambio.

El planeta ha abandonado hace un tiempo el ideal de una integración universal y horizontal que se esperó que la Organización Mundial de Comercio comandara. Pero, entonces, el mundo ha encontrado otro modo (más circunscripto) de ampliar mercados: hay (según la OMC) 373 tratados regionales de integración comercial vigentes (los que se conocieron hace unos años como “tratados de libre comercio”).

Desde 2020 hasta hoy se celebraron 60 nuevos (y desde el inicio del siglo XXI se firmaron 290); y el comercio, discriminando, se acrecienta dentro de esos “clubes de amigos” (y se hace más complejo para los que quedan afuera). El 70% del comercio internacional en el globo (sumando bienes y servicios -los servicios no se cargan con aranceles-) se produce entre quienes gozan de arancel de 0%.

El mundo comienza a mostrar diversos actores con muy diversos regímenes. ¿Quién contagiará a quién? ¿O, más bien, se fraccionará todo aún más? ¿Asistimos a una afección generalizada o a performances diferentes según el modelo escogido?

Así, el mundo ha ingresado en un “no-régimen”: varios modelos muy diversos que conviven, compiten, se enfrentan.

Nos queda una pregunta para Argentina: después de décadas de débil relacionamiento internacional (apenas generamos 0,3% de todo el comercio internacional mundial), Argentina debe duplicar sus exportaciones (llegar a unos 150.000 millones de dólares) para lograr niveles acordes a la dimensión de su economía. Pero para ello la tarea ya no es la de antes.

Para incentivar exportaciones es preciso ahora -para las empresas- el desarrollo de inteligencia comercial, selección de mercados, detección de socios externos para empresas argentinas, acciones de promoción modernas, análisis geopolítico del contexto, consideración de la evolución tecnológica como transformador de los mercados, consideración de los diversos escenarios normativos, tareas de desembarco promocional en cada mercado. Y, a la vez -desde el Estado- avanzar en negociaciones con otros mercados para lograr acuerdos comerciales de apertura reciproca (Argentina es de los que menos tiene) para la apertura de mercados “case by case”.

Hay un mundo en cambio. Y necesitamos resetearnos. A la necesidad de cambiar nuestra vieja cerrazón ahora hay que agregarle la de ajustarse a un planeta distinto.

Marcelo Elizondo es presidente de la International Chamber of Commerce (ICC) en Argentina y Director de la Maestría en Dirección Estratégico Tecnológica el ITBA.



Fuente Clarin.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *