Los docentes son el corazón del sistema educativo. Son ellos quienes, con esfuerzo y vocación, acompañan a nuestros niños y jóvenes en su formación, transmitiendo no solo conocimientos, sino también valores fundamentales para la vida. Son guías, educadores, formadores y, muchas veces, contención para aquellos estudiantes que encuentran en la escuela un refugio frente a las adversidades.

Discursivamente sabemos todo esto. Pero en los hechos, ¿los estamos valorando como se merecen? ¿sabemos su nombre, su historia, todo lo que hacen para llegar a la escuela y brindar su corazón cada día?

Los estudiantes necesitan docentes respetados y valorados para poder recibir una educación de calidad. Los estudiantes que perciben a sus docentes como personas respetadas y valoradas en sus barrios, familias y comunidades tienen un rendimiento educativo superior. Se sienten más motivados y comprometidos con su propio aprendizaje. Este tipo de relación ayuda a reducir las tasas de abandono escolar y cualquier indicador negativo que nos brinden las evaluaciones del sistema educativo, ya que los estudiantes se sienten apoyados, respetados, comprendidos y encuentran el sentido de la escuela. Esto es lo que dice la literatura académica de manera apabullante.

No podemos colocar a los chicos en la escuela y nada más. Si queremos una educación de calidad, empecemos por reconocer a nuestros grandes docentes. No hay reforma educativa ni innovación pedagógica que pueda tener éxito si no se respeta y se fortalece la labor docente. Pero la realidad muestra que todavía queda mucho por hacer. Salarios que no reflejan la responsabilidad de la tarea, condiciones de trabajo muchas veces adversas y una falta de reconocimiento social preocupante son apenas algunos de los desafíos que enfrentan los docentes a diario.

Por lo tanto, la empatía y todo lo que los docentes brindan a sus estudiantes debe ser recíproca o incluso superior desde los responsables de organizar el sistema educativo. Son ellos el primer eslabón de un entramado social que, en demasiadas ocasiones, parece estar diseñado para quebrarse en favor de una sociedad injusta. Un Estado y una comunidad que exigen a los docentes vocación y entrega, pero no les garantizan condiciones dignas, están perpetuando una paradoja inaceptable: se demanda excelencia sin ofrecer lo mínimo indispensable para alcanzarla.

Si queremos construir un país con mayores oportunidades para todos, debemos empezar por garantizar que nuestros docentes tengan las herramientas, el reconocimiento y el respaldo que necesitan. Esto implica no solo mejorar su formación y sus condiciones laborales, sino también revalorizar su rol dentro de la sociedad. Una comunidad que no cuida a sus maestros está comprometiendo su propio futuro.

El inicio del ciclo lectivo es el momento ideal para actuar. No podemos seguir postergando la discusión sobre la dignificación de la docencia. Cada día que pasa sin que tomemos medidas concretas es un día que perdemos en la construcción de un futuro mejor. Como sociedad, debemos comprometernos a poner la educación y a sus protagonistas en el centro de la agenda. Nuestros docentes lo merecen, y nuestro país lo necesita.

Martín Salvetti es profesor, Global Teacher Prize/Top 10 Fundación Varkey (2019)



Fuente Clarin.com

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