A 80 años de la muerte de Ana Frank en el campo de concentración Bergen Belsen, la figura de la autora del diario más famoso de todos los tiempos sigue interpelando a los jóvenes. El legado de la niña judía que pasó dos años escondida de los nazis durante la ocupación de los Países Bajos es recogido hoy por centennials que honran su historia desde el Centro Ana Frank Argentina.
Memoria, inspiración y pedagogía de la esperanza son algunos de los conceptos que se repitieron entre tres de las jóvenes que trabajan en el museo. La educación entre pares es una de las bases de esta organización que tiene entre sus destacados un programa de guías voluntarios de entre 15 y 25 años.
Así, los jóvenes que encabezan las actividades del lugar invitan a reflexionar sobre los tres ejes del museo: “La vida de Ana Frank, la memoria de la última dictadura cívico-eclesiástica-militar en Argentina y el compromiso con el presente”.
“La historia de Ana Frank nos permite comprender la tragedia humana que subyace a los genocidios y las guerras”
Julieta Nasi tiene 23 años, está terminando la carrera de Antropología y es asistente del área de actividades de escritura del Centro Ana Frank. “La historia de Ana es importante para el ejercicio de la memoria porque nos permite comprender la tragedia humana que subyace a los genocidios y las guerras”, dijo a Clarín.
Más allá de la crudeza que revelan los datos duros, el día a día en “la casa de atrás” también hace un valioso aporte. “Cuando hablamos del Holocausto, muchas veces lo describimos en términos numéricos para poder dimensionar la magnitud que tuvo; pero considero que conocer la vida cotidiana de los Frank antes y después de la invasión de los nazis a los Países Bajos, y saber cuáles fueron los sueños e ideales de esta joven nos permite conectar con un sentido de humanidad compartida”, añadió.

Para ella, indagar sobre estos temas dentro del contexto actual es fundamental: “Recordar la vida de Ana y su familia nos lleva a recordar la vida de millones de judíos, gitanos, afrodescendientes y personas LGBTIQ+ que fueron víctimas de los discursos de odio que propagó el nazismo; y el ejercicio de una memoria activa es esencial para que estos hechos no se repitan. En especial, en estos tiempos en donde los discursos xenofóbicos, homofóbicos y transfóbicos parecen recobrar fuerza y amenazan con acrecentar las grietas que separan a nuestra sociedad”.
Desde su área dentro del Centro Ana Frank, mencionó, retoman “del legado de Ana el valor de la lectura y de la escritura como un acto de liberación, ya que aferrarse a aquello que la apasionaba y que le permitía seguir teniendo esperanzas en el futuro fue lo que le permitió sobrellevar esos dos años en los que estuvo encerrada”.
Allí, a través de diferentes proyectos, buscan “brindar herramientas para que los jóvenes se conozcan entre sí, desarrollen un pensamiento crítico, construyan argumentos respetuosos y fundamentados para emprender un debate y tomen contacto con realidades distintas a las propias”.

“Ana Frank funciona como fuente de inspiración para otros jóvenes”
Martina Bonino tiene 17 años, cursa el último año de la escuela secundaria, es guía del Museo Virtual del Centro Ana Frank e integrante de la Red Iberoamericana de Jóvenes.
Realiza el voluntariado desde 2023, con la convicción de que el ejercicio de la memoria y la difusión de la historia de Ana Frank es imprescindible: “Entender a la Shoá no solamente como los campos de concentración o los millones de víctimas, sino desde la construcción de las otredades negativas, los discursos de odio previos a las masacres y la sanción de leyes raciales es útil para estar atentos en nuestros días a patrones que ya sabemos -por conocer la historia- que pueden derivar en genocidios o en crímenes contra la humanidad”.
Desde el Centro Ana Frank explicaron que la historia de la adolescente que escribió su diario es relatada por jóvenes portadores de su legado que se capacitan año a año en el Centro Ana Frank para convertirse en guías, porque la organización apuesta al aporte de los jóvenes transmitiendo la historia. Parte de sus objetivos son educar para la equidad de derechos, desarrollar actitudes de compromiso social, respeto y responsabilidad sobre otros y alertar sobre las consecuencias de la exclusión social.

Martina entiende que “Ana Frank funciona como fuente de inspiración para otros jóvenes”. En ese sentido, amplió: “Somos muchos quienes nos identificamos con su legado; su historia nos conmueve y nos lleva a accionar en nuestras realidades. Ana es un punto de partida para trabajar un montón de temas, porque el diario -al tener pasajes que resuenan en nuestro presente- sirve para trabajar no solamente la parte histórica o literaria, sino también aspectos de las juventudes en sus comunidades”.
A veces la actualidad la abruma, reconoció: “Ante el avance de los extremismos en el mundo y los discursos de odio resulta difícil pensar en si mi labor está teniendo algún efecto positivo”, sostuvo. Sin embargo, admitió, se vuelve a esperanzar al terminar las visitas guiadas, al oir el entusiasmo de las preguntas y aportes de los grupos escolares.
“Una vez finalizadas las visitas enviamos un formulario de retroalimentación donde los participantes pueden dejarnos comentarios sobre el recorrido. Cuando me siento desmotivada ante el panorama actual, abro ese formulario y trato de volver a la primera vez que escuché sobre Ana: esos momentos donde sentía que el mundo era injusto, pero que como ella, yo también podría resistir”, destacó.
Por último, la joven de 17 años resaltó el valor de repasar la historia reciente: “La memoria nos ayuda a no cometer los mismos errores del pasado (o al menos intentarlo); pero también es una forma de honrar a las víctimas de los crímenes más atroces”.
“El diario no sólo refleja las dificultades de ser perseguida, sino también el deseo de vivir de una joven en circunstancias extremas”
A los 22 años, Michelle Ickowicz estudia Relaciones Públicas e Institucionales y es coordinadora de guías del museo, tras llegar allí como voluntaria en 2021.
Al explicar su labor y la importancia de la misma, afirmó: “Nosotros trabajamos en la educación sobre el Holocausto y la historia de Ana Frank, ya que nos permite reflexionar sobre esos eventos y sus implicancias. El diario no sólo refleja las dificultades de ser perseguida por razones religiosas, sino que también muestra la humanidad, el deseo de vivir y las emociones de una joven en circunstancias extremas. Al recordar su historia podemos educar a las generaciones presentes y futuras sobre los discursos de odio, el antisemitismo y la intolerancia hacia el otro”.

En la misma línea, agregó: “Mi labor es fomentar el entendimiento, la empatía y el respeto. Al transmitir este legado podemos desmantelar estereotipos y prejuicios que alimentan la intolerancia. El simple acto de dialogar sobre estos temas y promover una visión más inclusiva de la sociedad puede ayudar a prevenir que los discursos de odio tengan más eco”.
Para ello, agregó, se basan en la pedagogía de la esperanza, “entendida como la capacidad de encontrar una voz, incluso en las peores circunstancias”. En ese contexto, Michelle destacó la huella imborrable que dejó Ana al plasmar sus pensamientos y emociones, pero también el rol de su padre, Otto Frank, único sobreviviente de la casa que pese a lo sufrido “dedicó su vida a cumplir el sueño de su hija de ser escritora y a que más jóvenes en el mundo alzaran su voz por los derechos humanos”.
Y concluyó: “El conocimiento y la memoria son herramientas clave para construir un futuro más justo y humano”.