En 1891, la encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII, inauguró lo que luego se conocería como la Doctrina Social de la Iglesia. Frente a las “cosas nuevas” que traía consigo la Revolución Industrial —la concentración de capital, la miseria obrera, la lucha de clases—, León XIII advirtió que la Iglesia no podía permanecer indiferente. El mundo moderno exigía una respuesta moral, no desde el dogma cerrado, sino desde la dignidad inviolable del ser humano.
Hoy, más de 130 años después, nos enfrentamos a un conjunto de “nuevas cosas” de escala inéditas: inteligencia artificial, algoritmos de decisión y una creciente delegación de tareas humanas a sistemas automáticos ¿Puede el pensamiento social cristiano entablar un diálogo fecundo con el mundo de la tecnología?
La reciente publicación del documento vaticano Antiqua et Nova parece dar una primera respuesta. Elaborado en conjunto por los Dicasterios para la Doctrina de la Fe y para la Cultura y la Educación, el texto aborda con claridad la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. No es un rechazo a la técnica: es una advertencia sobre el debilitamiento de la responsabilidad moral y sobre los efectos invisibles que los sistemas automatizados tienen sobre la libertad, la justicia y el sentido de comunidad.
Antiqua et Nova recuerda que la inteligencia humana se realiza en la relación, en el diálogo, en el juicio ético. Cuando la IA reemplaza ese proceso sin supervisión ni reflexión, no solo hay un problema técnico, sino una pérdida antropológica. En un mundo que delega cada vez más decisiones vitales a las máquinas, el documento vaticano reafirma la primacía de la persona y la urgencia de repensar la ética tecnológica con integralidad y no solo desde Silicon Valley.
En sus primeras intervenciones, el Papa León XIV ha mencionado que la elección de su nombre tiene como vocación -entre otras cosas- volver a dialogar con estas “nuevas cosas” y tener presente la dignidad humana que todo lo nutre en nuestro desarrollo social. Incluso en un reciente mensaje enviado durante la Segunda Conferencia Anual sobre Inteligencia Artificial, Ética y Gobierno Corporativo en Roma, León XIV afirmó: “La auténtica sabiduría tiene más que ver con el reconocimiento del verdadero sentido de la vida que con la disponibilidad de datos”.
En ese marco, una hipotética encíclica papal titulada De Technologia et Dignitate —“Sobre la tecnología y la dignidad”— podría ser el paso siguiente. No sería un tratado sobre software ni un manual de robótica. Sería, como Rerum Novarum, una carta abierta al mundo sobre el futuro de la humanidad y un recordatorio de que la dignidad humana no es un valor negociable frente a la eficiencia o la automatización.
Este documento imaginario tomaría inspiración en Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común, y Fratelli Tutti, sobre la fraternidad universal. Pero apuntaría a las preguntas centrales de nuestra era: ¿Qué ocurre con el trabajo humano en un mundo automatizado? ¿Quién es responsable cuando un algoritmo discrimina?
De Technologia et Dignitate no vendría a oponer lo espiritual a lo digital. Vendría a recordar que detrás de cada innovación hay una elección moral. Y que incluso en los entornos más tecnologizados, sigue siendo válido el principio fundacional de León XIII: toda estructura técnica, económica o social debe ser juzgada según cómo trate a la persona humana.
Lucas Lehtinen es Director Ejecutivo de la Maestría en Propiedad Intelectual y Nuevas Tecnologías de la Universidad Austral