¿Qué une a Friedrich Nietzsche, Ludwig van Beethoven, Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Charles Dickens y Steve Jobs? Sin duda, su enorme dosis de creatividad y su capacidad para tener buenas ideas. Pero hay algo más.

Las sinfonías Quinta y Novena, compuestas por Beethoven, son obras maestras de la música universal. Nietzsche es uno de los filósofos más conocidos ya que fue contra la supuesta naturaleza racional del ser humano.

Mientras de Beauvoir, Woolf y Dickens destacaron como pocos en la literatura universal, Jobs es el genio indiscutido detrás del éxito tecnológico y comercial de Mac y del iPhone.

A todos los une un hábito tan sencillo como antiguo, que ha demostrado funcionar como una poderosa herramienta para estimular la creatividad y el pensamiento profundo. En esta nota, de qué se trata.

El hábito de Nietzsche y Beethoven para potenciar la creatividad y tener grandes ideas

En un artículo publicado en el sitio El Confidencial, Jeremy Desilva, autor de Paso a paso, cómo caminar erguidos nos hizo humanos, destaca un experimento realizado por Marily Oppezzo, psicóloga de la Universidad de Stanford. Un día se le ocurrió comprobar los potenciales efectos beneficiosos caminar en el pensamiento creativo.

La psicóloga le pidió a un grupo de estudiantes que enumeraran todos los usos creativos que se les podría dar a objetos corrientes. Un frisbi, por ejemplo, podría usarse como un juguete para perros; un sombrero, podría hacer de plato, de bañadera para pájaros o de pequeña pala.

Cuantos más usos novedosos fuera capaz de enumerar un estudiante, mayor sería su puntuación de creatividad. Por otro lado, el estudio requería que la mitad de los estudiantes permaneciera sentado durante una hora antes de realizar la prueba. El resto debía caminar en una cinta.

Los resultados fueron asombrosos: las puntuaciones de creatividad mejoraban un 60% entre los últimos, los caminantes.

Otra comprobación de las ventajas de caminar a la hora de ser creativo la realizó Jennifer Weuve, profesora de la Universidad de Bostón, que lideró una investigación con más de 18.000 mujeres. Demostró que aquellas que caminaban regularmente mantenían una mejor capacidad cognitiva a lo largo del tiempo. Bastaban 90 minutos a la semana para ralentizar el deterioro mental.

En tanto, Michelle Voss, de la Universidad de Iowa, exploró cómo caminar afecta a la conectividad cerebral. Según sus investigaciones, caminar 40 minutos tres veces por semana mejora la conectividad de regiones cerebrales relacionadas con la creatividad y la memoria.

Así, aunque carecían de estos datos científicos, algunas de las grandes figuras de la historia incorporaron en sus vidas el sencillo hábito de caminar.

Nietzsche solía decir que “solo tienen valor los pensamientos que nos vienen mientras andamos”. Y Jean-Jaques Rousseau sorprendió al decir en una ocasión: “El andar tiene para mí algo que me anima y aviva mis ideas; cuando estoy quieto, apenas puedo discurrir: es preciso que mi cuerpo esté en movimiento para que se mueva mi espíritu”, según recuerda la revista Cuerpomente.

Para Dickens, famoso por sus largas caminatas, la noche era el momento ideal para estos paseos inspiradores y dejó por escrito lo que sentía gracias a este placentero hábito: “De noche el camino era tan solitario que me adormecía el monótono sonido de mis propios pies, manteniendo su paso regular de cuatro millas por hora. Caminaba una milla tras otra sin la menor sensación de esfuerzo, profundamente adormecido entre constantes ensoñaciones”.

Beethoven, en tanto, tenía la costumbre de salir a caminar con una libreta en la que anotaba ideas musicales. Así, los paseos por los campos de Viena eran parte fundamental de su proceso creativo, porque la naturaleza lo inspiraba profundamente. Muchas de sus obras, como la Sexta Sinfonía (Pastoral), están llenas de referencias a la naturaleza, inspiradas por esos momentos al aire libre.



Fuente Clarin.com

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