En la primera década del siglo XXI se están gestando nuevos comportamientos en las relaciones internacionales. Lejos de los liderazgos que costaron mucho construir para la preservación de la paz de posguerra , el diálogo , la sensatez, la cooperación y la diplomacia son cuestionados.
El lenguaje cambió, pasa a ser por momentos abusivo, procaz y desmedido donde el respeto debía ser parte de los disensos y vemos cómo se vulnera con frecuencia. Es una declinación en auge. No es casual, lo mismo ocurre en la política interna de muchos países , pero principalmente en aquellos que toman la democracia como un medio de acceso al poder y luego adoptan un modelo autoritario con actitudes poco republicanas y conflictivas.
El fenómeno autoritario se ha ido expandiendo con el argumento que la división de poderes limita a los poderes ejecutivos en su efectividad por las trabas impuestas desde los poderes legislativos y judiciales . Se percibe como una interferencia no deseada en el sistema de toma de decisión del poder ejecutivo que le impide ser eficaz.
La Corte Suprema de los Estados Unidos ha tomado cuenta de estas acciones y ha dado un comunicado expresando que ningún juez puede ser removido únicamente porque al gobierno no le gusten sus decisiones. En nombre de la libertad se cercenan derechos, como así también en función del orden y la autoridad se limita la libertad.
El orden global solo es posible si está basado en reglas que permitan que el mundo avance en su continuidad civilizatoria.
Asistimos a competencias entre democracias republicanas y autocracias de distintos signos ideológicos que compiten por espacios geopolíticos. Al mismo tiempo, lo vemos en resoluciones multilaterales de Naciones Unidas donde Estados Unidos vota como Rusia, China, Corea del Norte, Irán, como es el caso respecto de Ucrania.
Asimismo, Gran Bretaña y Francia guardan para Europa el derecho de veto en el Consejo de Seguridad y aseguran su poder nuclear disuasivo y la reestructuración de la defensa europea.
Si el multilateralismo está en crisis el Consejo de Seguridad es un espejo más realista de la fragmentación global existente. También es el ocaso probable del G7, G8 (dejó de existir en el 2014 cuando Rusia fue suspendida y en 2017 se retiró definitivamente), G20, por la reformulación de un nuevo contexto internacional algunos países sobran y otros faltan.
El futuro camino de los BRICS también se verá reformulado por la estrategia sin tiempo de China, que en forma parsimoniosa avanza económicamente, y vuelve a mirar a Rusia con desconfianza y a Estados Unidos como un país que cambia las reglas de juego sin acuerdos previos que agravan la disputa estratégica. Lo ”imprevisto” está a la orden del día y ello tiene efectos en cuanto a la incertidumbre política y económica global.
Cuando Gran Bretaña convocó en Londres a los once países de Europa a los que se sumaron Canadá, Noruega y el secretario general de la OTAN , los presidentes de la Comisión y Consejo de Europa es una clara señal de autonomía continental hacia el otro lado del Atlántico, como así también a los Urales.
Que el Reino Unido, luego del Brexit, tomará este protagonismo con Francia es un hecho a resaltar. Este paso es acompañado por la actual y futura administración alemana, que está redefiniendo su estrategia tanto interna como internacional.
Mientras los europeos debaten y ordenan su futuro, los Estados Unidos negocian con Rusia el fin de la guerra en Ucrania, a fuego lento para ver cómo resarcirse. Siendo condición de Rusia que Ucrania no participe, como tampoco los europeos. Difícil de predecir cómo termina esta negociación por las características especiales de los negociadores, donde se excluye a una de las partes involucrada y los que participan esconden y cambian las cartas .
En otro escenario, Estados Unidos actúa en represalia a los ataques de los hutíes en el Mar Rojo bombardeando Yemen, aliado de Irán, en tono de advertencia. En tanto, Israel rompe la tregua con los palestinos y el Hezbolá aliado a Hamas entró en acción con ataques a Israel.
En este contexto internacional nuestro hemisferio también ofrece circunstancias anómalas. En América del Norte, Estados Unidos dio por finalizado unilateralmente el Acuerdo con México y Canadá imponiendo aranceles y firmes restricciones migratorias con deportaciones masivas.
En América Central, Bukele recibe migrantes venezolanos deportados de EE.UU., un “Guantánamo centroamericano”, como la definió la directora de Human Rights Watch Juanita Goebertus , una acción al borde de la ilegalidad.
En América del Sur Brasil, Uruguay , Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú dieron el respaldo al Ministro de Relaciones Exteriores de Surinam Albert Ramdin para lograr su designación al frente de la OEA. Por otro lado, Argentina convocó a los cancilleres del Mercosur para tratar el tema de los acuerdos de libre comercio en la región bajo amenaza de retirarse en caso de no lograrlo.
Si los vecinos no se entienden, como hoy sucede en el hemisferio, sería bueno preguntarse cómo se imaginan un futuro mejor con esté presente. Que piensen distinto es comprensible pero encontrar puntos comunes es el camino para alcanzar coincidencias y disponerse positivamente. Intentarlo vale la pena, si el orgullo y la humildad lo permiten. El futuro nos interpela. Dependemos de nuestras acciones y convicciones.