Cuidar de un ser querido es, sin duda, un acto de amor y compromiso. En muchas familias, los adultos mayores se vuelven dependientes de hijos o familiares o allegados, que asumen el rol de cuidadores: los ayudan con sus medicamentos, mantienen el hogar en orden, y pueden hasta ocuparse de sus finanzas.

Sin embargo, esta dedicación tiene un costo: el cuidador sufre un desgaste físico y emocional, lo que se conoce como el “síndrome del reparador”.

Qué es el síndrome del reparador

El síndrome del reparador no afecta solo a quienes cuidan a adultos mayores. Es un patrón que se puede ver cuando una persona asume de forma constante y casi exclusiva la responsabilidad de solucionar los problemas de otra, ya sea su padre, su madre, otro familiar, su pareja o un amigo.

Muchas veces, este cuidador siente una presión interna que lo lleva a creer que, si no hace algo, el otro va a estar mal o va a sufrir.

Y aunque lo muevan buenas intenciones, genera un ciclo de dependencia en el que el reparador termina agotado y sobrecargado, mientras que la persona cuidada, sea un adulto mayor, una pareja o un familiar, pierde progresivamente su capacidad de valerse por sí misma.

Suscribite a Buena Vida

Cada quince días, Florencia Cunzolo te cuenta lo último para cuidar tu salud y sentirte bien. Registrate acá. 

Este agotamiento no es solo físico, es también emocional. Los reparadores tienden a experimentar frustración, porque ven cómo, a pesar de sus esfuerzos, los problemas no desaparecen del todo, y la dependencia del otro sigue creciendo.

La autoexigencia de ser el “solucionador” eterno no les deja espacio para disfrutar de sus propias vidas y, con el tiempo, puede llevar a un agotamiento mental que termina afectando significativamente su bienestar.

El otro también sufre

Cuando una persona se acostumbra a que otra resuelva todos sus problemas, pierde oportunidades de desarrollar sus propias habilidades y de experimentar el aprendizaje que supone superar desafíos.

En el caso de los adultos mayores, es común ver que, a medida que los hijos o cuidadores asumen todas las tareas, ellos dejan de hacerlas por sí mismos, lo que a su vez los vuelve menos autónomos y más dependientes.

El cuidador sufre un desgaste físico y emocional. Foto Shutterstock.El cuidador sufre un desgaste físico y emocional. Foto Shutterstock.

Este fenómeno, aunque puede parecer una consecuencia natural del envejecimiento, muchas veces se ve potenciado por la sobreprotección y la sobreintervención del reparador.

Daños en la pareja

Lo mismo ocurre en relaciones de pareja, donde uno de los miembros adopta este rol, mientras que el otro se acomoda en una postura pasiva, esperando que le resuelvan sus problemas.

Esta dinámica termina siendo perjudicial para ambos. La persona que es cuidada o “reparada” pierde su autonomía, su capacidad de decisión y su autoestima. Al no tener que enfrentar los desafíos por sí misma, empieza a percibirse como incapaz.

Por otro lado, el reparador ve cómo su propia vida gira cada vez más alrededor de la otra persona, olvidándose de sus propias necesidades y deseos, lo que alimenta su propio malestar.

Es importante entender que no se puede ser responsable de la felicidad de otra persona. Cada adulto es el único responsable de su propio bienestar emocional.

El apoyo y la ayuda en momentos difíciles son parte de cualquier relación sana, pero existe una línea que, cuando se cruza, transforma el acto de ayudar en un ciclo de dependencia y desgaste. Esto no solo afecta la relación en sí, sino que tiene consecuencias sobre la salud mental y emocional de ambos.

Todo tiene un límite

Para evitar caer en esta trampa, es fundamental reconocer los límites de lo que se puede hacer por el otro y fomentar la autonomía de la persona cuidada.

En el caso de los adultos mayores, esto puede implicar animarlos a seguir participando en tareas cotidianas que estén dentro de sus posibilidades, respetando sus tiempos y sus capacidades.

En las relaciones de pareja, es importante establecer un equilibrio en la distribución de responsabilidades y no asumir la carga emocional y práctica de resolver todos los problemas del otro.

El desafío del reparador radica en aprender a cuidar sin perderse a sí mismo en el proceso. Esto requiere desarrollar habilidades de autocuidado, aprender a decir “no” cuando es necesario y recordar que la ayuda más efectiva no siempre es la que resuelve todo, sino la que da herramientas para que el otro pueda enfrentar sus propios problemas.

El síndrome del reparador no solo genera desgaste y agotamiento en quien asume ese rol, sino que también le quita al otro de la posibilidad de crecer, desarrollarse y ser autónomo.

El equilibrio entre ayudar y permitir que el otro enfrente sus propios desafíos es clave para mantener relaciones sanas y duraderas. Ser un apoyo no significa ser quien sostiene toda la vida de otra persona. Para que ambos puedan ser felices y plenos, es esencial que cada uno asuma la responsabilidad de su propio bienestar.

➪¿Tenés alguna duda sobre salud y bienestar que te gustaría que abordemos en la sección? Entrá al Centro de Ayuda de Clarín haciendo click acá, ingresá a Mensaje a la redacción y luego a Preguntas a Buena Vida. Escribinos tu consulta y enviá. ¡Listo!



Fuente Clarin.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *