En una esquina de Vicente López emerge un mítico bodegón con casi 90 años de historia. En medio de un barrio con una amplia gama de propuestas gastronómicas, La Sarita conserva un aire tradicional de estilo art decó de los años 30.
El bodegón ubicado en España y Agustín Álvarez, en el barrio de Florida, no siempre funcionó como local gastronómico. En sus inicios sabía ser un despacho de bebidas al frente y detrás una típica casa chorizo. Recién en la década del 60 se transformó en un bar que luego tomaría la forma de un restaurante con salón. Su nombre, “La Sarita”, se debe a la hija menor del arquitecto que diseñó el edificio en 1934.

Los nuevos dueños, Florencia Estrella y Federico Aljavic convirtieron al bar en uno de los bodegones más visitados de zona norte, con una estética y brillo particular. La renovación gastronómica llamó la atención tanto de los vecinos que ya frecuentaban el lugar como aquellos comensales que vienen de otras partes de la ciudad y del conurbano para probar sus platos.
Un amor que nació en Café San Juan
La relación entre Flor y Fede estuvo marcada por la gastronomía desde sus inicios. Se conocieron hace seis años en Café San Juan, un restaurante de San Telmo, donde él trabajaba como cocinero y ella – sommelier y camarera – cubría en salón los fines de semana.
La Sarita fue su primer proyecto comercial juntos. “Llegó un momento en el que teníamos ganas de hacer algo por cuenta propia sin demasiados recursos económicos”, recuerda Flor sobre cómo comenzó a germinar la idea. Luego llegó la pandemia y juntos empezaron a cocinar comida para vender, lo que les dio confianza e iniciativa para hacer algo por su propia cuenta. “Cuando uno trabaja en relación de dependencia como que siempre depende de la estructura, pero la pandemia nos empujó a rebuscarla y terminamos haciendo eso”, recuerda Flor.

“Estábamos buscando un local muy chiquito para hacer sandwiches, algo que fuera manejable para nosotros. Siempre pasábamos por esta esquina porque los abuelos de Fede viven a dos cuadras y nos parecía un lugar precioso. Estaba bastante distinto a como está ahora pero igualmente siempre fue precioso”, agrega.
Un día mientras tomaban un café en el local se dieron cuenta que querían trabajar ahí: “De repente nos pusimos a llorar, tenía algo como muy anacrónico, muy de un lugar anclado en el tiempo”. Así fue como empezaron a frecuentar la antigua casona que era atendida por el dueño y una chica que estaba en la cocina.
“Nosotros queríamos hablarle pero el dueño era muy serio, no nos daba pie”, cuenta Flor, y decidieron escribirle una carta explicándole que querían trabajar allí. No sabían lo que costaba un fondo de comercio pero negociaron, pidieron plata y así comenzó: “Después cuando empezamos a ver lo que era el local, que además ser precioso e histórico, era inviable para lo que teníamos pensado”. No funcionaba el gas ni había tubos de luz, solo tenía dos canillas y de una no salía agua.
En 2022 arrancó la reforma, que duró seis meses largos en los que la pareja trabajó para reacondicionar el local. “La reestructuración fue muy a ciegas, así como no sabíamos de gestión tampoco de electricidad ni de gas. Tenemos un grupo de gente que nos ayudó mucho y que fueron muy buenos y misericordiosos con nosotros”, relata Flor.

Cuando finalmente lograron abrir sus puertas, la esquina volvió a resplandecer. “Mucha gente al día de hoy todavía viene y dice ‘vivo acá a tres cuadras y nunca lo vi’ aún siendo un local que está desde 1934 o dicen que estaba muy oscuro o que había borrachos”.
Dentro del salón pueden verse colgados afiches publicitarios originales de mujeres la década del 50 y 60 como Tita Merello, Coca Sarli, Libertad Lamarque, Nelly Omar, Lolita Torres, Niní Marshall, entre otras. Para la pareja emprendedora fue importante darle valor a la figura femenina dentro de este tipo de local gastronómico: “Quisimos poner cuadros de mujeres que por ahí no está tan representado en el bodegón tradicional, siempre está Borges, Maradona, Olmedo, no tanto la figura de la mujer que nos parecía que estaba bueno ponerla en valor porque es parte también”.

Gracias al de boca en boca, desde que abrió el local siempre estuvo lleno. “La mayoría que llega nos dice que le dimos alegría al barrio, que ahora está iluminado”, cuentan con alegría.
La carta de La Sarita no es como la de cualquier bodegón tradicional, es una carta con menos opciones lo que permite una mejor rotación de alimentos para servir platos siempre frescos y de calidad. Está pensada para despertar en los visitantes los tradicionales almuerzos de domingo con una fuerte impronta española e italiana, como lo son su clásica milanesa napolitana o sus pastas.

Otros de los platos más destacados son su arroz con mariscos, los buñuelos de acelga y los ravioles de osobuco, como también el parfait de mantecol dentro de las opciones dulces. A las comidas se suma una carta de vinos y vermús con etiquetas reconocidas como La Fuerza o el clásico pingüino de la casa que acompañan la propuesta del bodegón. Para el postre, podemos encontrar una mousse de chocolate con oliva y sal, flan con crema o el tradicional queso y dulce.