Antes que nada, vamos a explicar lo inexplicable.

Cómo fue que los argentinos, cien años después de haber creado YPF, terminamos importando energía y condenados a pagar 16.000 palos verdes de multa o a entregar el 51% de las acciones. No es algo fácil de explicar y mucho menos de entender, pero lo intentaremos.

Primero, aplauso medalla y beso para Hipólito Yrigoyen, el presidente radical que en 1922 fundó YPF. Ocultémosle este dato a Javi porque, si bien no tiene la menor idea de quiénes fueron Yrigoyen, Balbín y Alfonsín, el tipo los odia con toda su alma. No lo enojemos más de lo que ya está.

YPF se armó bajo la dirección del entonces Coronel Mosconi que luego se transformaría en el famoso General Mosconi. Ahora ocultémosle este dato a los kirchneristas porque para ellos el único militar que vale es el General Perón. También les gusta el comandante Firmenich, pero a la hora de reconocerlo son medio remolones.

Con el paso del tiempo, además de extraer petróleo, YPF se transformó en un clásico lugar de negociados y ñoquis. Ya en los 80, era la única empresa petrolera del mundo que daba pérdida (posta).

Esto le sirvió como excusa a Menem, en los años 90, para privatizarla. Acá siempre hay que recordar que el miembro informante de la privatización fue Parrilli y que el principal militante del proyecto fue Néstor (ver en You Tube privatización YPF Kirchner).

Gracias a esa movida, la provincia de Santa Cruz ligó 600 palos verdes que fueron administrados, justamente, por su gobernador Kirchner. Todavía no habían inventado a Lázaro Báez y ya habían encontrado la manera de hacerse ricos.

Así arrancó Repsol YPF y siguió durante años hasta que llega a la Rosada el Gran Néstor. Celoso porque Chávez y Lula tenían sus propias petroleras (PDVSA y PETROBRAS), Kirchner decidió que él también merecía tener la suya.

Fue entonces que le pidió a un amigo del barrio y dueño del Banco de Santa Cruz, Don Eskenazi, que le hiciera la gauchada de comprar el 25% de Repsol YPF. Eskenazi tenía muchos atributos pero le faltaban dos: la experiencia petrolera y la guita para comprarla.

Lo primero nunca importó. De hecho, en la Argentina la electricidad la maneja Manzano y la justicia la maneja Angelici, solo por citar dos ejemplos de expertise.

Lo segundo, o sea la guita para comprar el 25% de YPF, se lo resolvió Néstor. Obligó a los españoles a venderle la parte a su amigo y a cobrar en cuotas pagaderas con los mismos dividendos que producía la compañía. O sea, este muchacho Eskenazi entró en el negocio sin tener la menor idea y sin poner un sope. Hermoso.

Si usted o yo, amigo lector, hubiéramos sido amigos de Néstor en aquellos tiempos, hoy ligaríamos algo de los 16.000 palos verdes que la jueza Preska le quiere hacer pagar a la Argentina. Todavía no llegamos a esa parte. Sigamos.

Años después de que los Eskenazi se sacaran la lotería, o de que Néstor acomodara el bolillero a cambio de vaya uno a saber qué, apareció Axel Kicillof. Para entonces, la pérdida del autoabastecimiento energético ya era uno de los grandes hits de la década ganada.

Tuvimos que importar gas licuado porque ya no nos alcanzaba ni el gas ni el petróleo. Obvio, nunca nos iba a alcanzar porque durante todo el kirchnerismo, de tanto retirar los dividendos de Repsol YPF, el único pozo de exploración que se hizo en la Patagonia fue el de las estancias de Báez para esconder la mosca que nunca se encontró pero que todos imaginamos que debe estar por ahí.

Dada esta situación, la misma Cristina que había impulsado la privatización de YPF ahora decidió expropiarla. “No solo no le vamos a pagar un solo dólar sino que ellos nos van a tener que indemnizar por el daño ambiental que produjeron”, dijo el guapo de Kicillof cuando anunció la medida, antes de embarcarse para España y espetárselos en la cara.

Se ve que en el vuelo de ida le dieron alguna burundanga porque cuando llegó a Madrid, en lugar de cobrarles la indemnización le pagó a los españoles 5.000 palos verdes en bonos a 10 años con un interés del 9% anual. O sea, compramos medio YPF poniendo un total de 10.000 palos verdes cuando toda la compañía entera, en ese momento, no valía más de 4.000. Un león para los negocios, este muchacho.

Para colmo, en el proceso de expropiación (el kirchnerismo lo llama “nacionalización” porque suena mejor para el relato) se olvidaron un detalle: el estatuto de Repsol YPF indicaba que si alguien compraba más del 15% debía hacer una oferta igual al resto de los accionistas.

“¡Ma que estatuto!”, dijo el genio de Kicillof y nos arruinó para toda la vida. Los Eskenazi vieron en ese error la oportunidad de llevarse un billete importante. Le vendieron el derecho a reclamar ese detalllecito al Fondo Burford que se presentó en la justicia de EEUU y obtuvo la sentencia de su vida: Argentina deberá pagarles 16.000 millones de dólares o entregar el 51% de las acciones de YPF.

Preguntas: ¿Cuánto de esa guita se queda Burford y cuánto los Eskenazi? Si como dicen las malas lenguas los Eskenazi en realidad compraron por cuenta y orden de un Gran Amigo, ¿la guita que les daría Burford es de ellos o es de la viuda del Gran Amigo? ¿La chinche de Cristina es porque Ella es así, porque está en cana o porque está cansada de que la mejicaneen?

Todas preguntas que difícilmente se respondan y que ya no tienen ninguna importancia porque a nosotros, amigo lector, solo nos queda laburar, pagar impuestos, garpar la sentencia de Preska (o lo que se negocie) y divertirnos con lo mejor del presente: el Campeonato Nacional de Mandriles.

Sin embargo, en este tema enfrentamos un escándalo: la Asociación de Mandriles Argentinos (AMA) decidió suspender temporariamente el torneo hasta tanto se aclaren los hechos de dominio público.

¿De qué hechos estamos hablando? El presidente Milei se obsesionó con la periodista Julia Mengolini. Arrancó el sábado pasado con una docena de tweets y el martes la situación ya se había hecho insostenible: en apenas 4 días Milei le dedicó a Mengolini, entre tweets y retweets, la escandalosa cifra de 97 posteos, un insulto en vivo en la señal Neura y una demanda penal.

Considerando 2 puntos por posteo, 10 por insulto en vivo y otros 10 por la demanda, Julia Mengolini logró juntar 214 puntos. Si a eso le sumamos los 24 que ya tenía, llega a 238 puntos contra los 90 que tiene Marcelo Bonelli que iba primero cómodo y ahora está segundo, lejísimo de la punta.

Esto rompió toda lógica. ¿Qué le pasó a Javi? ¿Por que decidió favorecer tanto a Mengolini? ¿Qué sentimientos despierta ella en él? Obviamente no nos podemos meter con ese tema, es la vida privada del presidente, pero tampoco podemos permitir que por un asunto tan íntimo y personal se arruine una de las mejores cosas que tiene la era Milei. Alguien debería interceder ¿Llegó la hora de consultar al doctor Abadi?

La suspensión del torneo ha provocado angustia en periodistas, economistas y demás mandriles. Ojalá que el Comité Ejecutivo de la AMA resuelva pronto la situación así todos podemos seguir riéndonos de las bestialidades que dice Javi.

Sabemos que por este camino va a ser muy difícil bajar el riesgo país, pero por lo menos nos vamos a divertir como locos.

No hay mal que por bien no venga.



Fuente Clarin.com

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