Tras el insólito cruce diplomático de esta semana por un alambrado de 200 metros en la frontera con Bolivia (la extensión es la mitad del alambrado olímpico que rodea a una cancha de fútbol) podemos mirar tres historias.
La primera es que este mes está terminando con más crímenes que el enero anterior en Rosario, tras un año donde los asesinatos habían bajado mucho.
El recrudecimiento de este enero es atribuido a nuevos cruces de venganzas narcos -esta vez, de la banda de “Los Menores”– y su intrincada relación con la barra de Rosario Central, cuya estructura de poder cruje tras el crimen de Pillín Bracamonte.
La droga acopiada en Rosario baja desde el Norte por la ruta 34 o por el Paraná, pero no pasa la frontera por donde ahora van a alambrar. Los grandes cargamentos entran en avionetas.
Casación acaba de dejar firme un fallo por un “bombardeo” de 400 kilos de cocaína en un campo de Joaquín V. González, en Salta, 300 kilómetros al sur de la frontera con Bolivia y del proyectado alambrado de Aguas Blancas.
Y hace una semana aterrizó una avioneta con 359 kilos de cocaína en el sur de Entre Ríos porque se quedó sin combustible. En minutos habría sobrevolado Zárate-Campana, ya en Buenos Aires y lejísimo de los controles fronterizos.
¿Dónde iba a aterrizar con semejante cargamento? Campana está a una hora de auto de la Capital.
¿Dónde aterrizan las demás avionetas que repiten esa ruta y a las que no vemos porque no se quedan sin combustible? Un cargamento de esa magnitud no se envía en una ruta que se “prueba” por primera vez.
La segunda historia es la del “Gringo” Palavecino, un narco que actuaba en la zona de Aguas Blancas -donde ahora van a poner el alambrado- y estuvo prófugo seis años por un asesinato. Fue detenido a fines de 2023 y está preso en la cárcel de Ezeiza.
Palavecino tenía en su celular curiosos videos que mostraban cargas explosivas con detonadores, ametralladoras cortas, fusiles largos y amenazas en tiempo real a deudores filmados mientras los secuestraban para negociar sus deudas de drogas.
Uno de esos deudores amenazados era un joven de apellido Torres que, mientras miraba el revólver de Palavecino balancearse frente a su rostro, le prometía al Gringo que le iba a pagar lo que le debía.
Torres vive en Orán -la localidad salteña a la que pertenece Aguas Blancas- y es hijo de un alto jefe de la Gendarmería retirado tras 30 años de servicio en la fuerza.
En este punto preciso comienza la historia número tres.
Hace apenas dos semanas -mientras recrudecían los crímenes en Rosario y el intendente de Aguas Blancas proyectaba su alambrado-, el juez federal de Orán procesó a una banda atrapada con 35 kilos de cocaína y 995 pastillas de éxtasis que había llevado esa droga desde Salta hasta Guaymallén, en Mendoza.
Uno de los integrantes de la banda era el comandante mayor Miguel Ángel Torres, aquel alto jefe de Gendarmería que durante su carrera había estado destinado, entre otros sitios, a la propia ciudad de Orán, un enclave decisivo para las bandas narco.
Es el padre de aquel joven amenazado por El Gringo. Su hijo también integraba la banda detenida en Guaymallén, igual que una pareja salteña que trabajaba en el Servicio Penitenciario.
Los fiscales del caso comprobaron que, tras el apriete a su hijo, el comandante Torres no sólo no hizo ninguna denuncia sino que vendió una casa en Formosa para pagarle al narco Palavecino.
Entonces, un gendarme en jefe hace una carrera vigilando a los narcos, luego un narco lo aprieta por una deuda y él vende una casa para pagarle. Más tarde, el mismo jefe de gendarmes cae por narco.
Esta es la historia mayor detrás del alambrado que hará sobreactuar honores soberanos de uno y otro lado de la frontera, pero no detendrá el narcotráfico, sus crímenes ni su lógica histórica: no la infiltración de agentes en las bandas narco, sino la infiltración narco en las filas de agentes y funcionarios políticos y judiciales.
Los fiscales que acusaron a Torres dijeron que había hecho más de 80 cruces a Bolivia, presuntamente por el paso legal.
Bajo sobreactuación política y desencajadas analogías opositoras con el muro de Trump, el alambre de Aguas Blancas podría servir para atenuar algo del contrabando hormiga, pero será inocuo para el narcotráfico en serio.
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