Es martes y el estado de Florida está alterado. Aquí se está jugando un Mundial de Clubes de fútbol pero las señales de noticias, los televisores de los bares deportivos y los turistas que caminan por Miami Beach mirando vidrieras o recorriendo sus playas parecen no estar enterados.

La mañana en la pantalla se altera de repente por un cartel de “breaking news”, como la semana pasada cuando Estados Unidos se metió en la guerra entre Irán e Israel a puro misilazo. Esta vez, Donald Trump (aquí “el Tromp”) vuelve a apelar a la narrativa bélica y llega en helicóptero a una zona conocida como los humedales de los Everglades, 80 kilómetros al oeste del Hard Rock Stadium donde por la tarde se enfrentan Real Madrid y Juventus.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, le presenta a su líder republicano el llamado “Alligator Alcatraz”, un centro de detención con capacidad hasta para 5.000 migrantes que sirve de antesala para su deportación. El lugar era un aeropuerto de entrenamiento donde en otra época se llenaba de pilotos cumpliendo sus sueños de llegar al cielo. Ahora, su pista de aterrizaje de 4 kilómetros se convirtió en un capítulo de Black Miror, una pequeña ciudad temporaria llena de tiendas de campaña.

Calor, pantanos, caimanes (el famoso alligator), serpientes, insectos, tormentas, huracanes, el quinto infierno, sin agua, cloacas ni electricidad, todo sostenido con unidades móviles, como si fuera Vietnam pero a media hora de un shopping.

Hablan con orgullo sobre este lugar y explican que la idea de semejante inhumanidad es convencer a los ilegales que se deporten voluntariamente. Hay activistas anti Trump que se juntan en la entrada para protestar, sin demasiado éxito. Y también están los que marcan que la instalación afecta el ecosistema local, con especies en peligro de extinción. Lo que no se termina es la crueldad.

“Me gusta ese nombre”, dijo sonriente el gobernador sobre el apodo que recibió su creación, que recuerda a la cárcel que estaba en una isla frente a San Francisco y que funcionó desde 1934 hasta 1963, hace más de 60 años. La iniciativa se sostiene con una inversión de 450 millones de dólares, apoyada ahora con fondos nacionales.

“Está claro que, desde el punto de vista de la seguridad, si alguien se escapa, va a tener que enfrentarse a un montón de caimanes”, dijo DeSantis. “Nadie va a llegar a ninguna parte una vez que hagas eso. Es lo más seguro posible”.

“Me gustaría ver Alligator Alcatraz en muchos estados”, dijo el presidente con entusiasmo. “Y, bueno, en algún momento, podrían transformarse en un sistema”, agregó. Miedo.

Pegó tanto el nickname del penal que ya se vende merchandising, un clásico de estas tierras: las remeras de algodón estampado cuestan 20 dólares y todas, en sus diferentes versiones, muestran a un reptil con cara simpática y detrás una cárcel. No pidan muchas luces ni creatividad.

Mientras tanto, al igual que anoche en Orlando con Manchester City frente al Al Hilal, en Florida sigue la agenda de partidos. El Hard Rock de Miami se llena de latinos fanáticos del fútbol y la inmensa mayoría lleva camisetas blancas de Mbappé, Vinícius, Bellingham y Valverde. Aquí nadie se entera de nada.



Fuente Clarin.com

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