Todos hemos sabido de amigos que, por la agresividad de las conversaciones o porque se aburrieron de la dinámica que generan en las pantallas, decidieron bajarse de ciertas redes sociales.
X es un caso paradigmático, pero en el entorno hiperconectado de la contemporaneidad hay desertores de Facebook, de Instagram, de Tinder y de muchas otras. Lo sorprendente es que también sucede entre centennials, una población que a priori surfea en ellas con naturalidad y disfrute de nativo digital.
“Salí de TikTok”, me contó mi hija ayer. “¿Ya no te divierte?”, consulté. “En realidad, sí; es muy atractiva, pero me roba mucha vida”, respondió. Que a los 16 años, cuando todo es explorar, Cata haya sentido que encadenarse al gigante chino que desde 2018 ofrece internacionalmente videos en loop y promete “hacerte el día” le quita algo, me llenó de orgullo. La vi crecer en ese gesto, ejercitar la libertad adulta de la prueba y el error y decidir cambiar, asumiendo el costo.
Ya son tres en su grupo los chicos que han decidido invertir de otro modo las horas que pasaban, casi adictivamente frente al celular, devorando las grageas multicolores de TikTok, en atracones que podían extenderse más allá de la medianoche. “Entretenimiento analógico 3 -Entretenimiento digital 0”, anoto mentalmente y celebro que la realidad (aunque mal iluminada y sin filtros) siga teniendo el tirón seductor de lo que sucede para todos los sentidos e impacta sin necesidad de ensayar coreografías.
“Mi generación tiene Instagram y ya nunca llegará a TikTok. Somos muy conscientes de qué mostramos y lo hacemos sin inocencia”, afirma Ángela, de 22 años, que parece sentirse, en relación con la red que seduce a los teens, tan ajena y prehistórica como los nacidos antes del smartphone. No hay nostalgia en lo que dice; más bien una confirmación de la velocidad indecente a la que se mueve esta época.
El efecto hipnótico que generan las redes en ciertos usuarios exuda algo de vampirismo. Demasiada energía se va en interactuar, en quedarse allí, anudados al espectáculo continuado de lo que se despliega: foto, comentario, video, arenga o todo en uno.
Es una dificultad mía, seguramente, pero siempre me siento de paso en ellas y apuro la salida. La calle me dice más. En Madrid florecen ahora los almendros. Nada tecno por allí y, sin embargo, enciende algo inolvidable su estimulante 3D.