El salario mínimo es un indicador clave de la calidad de vida y el poder adquisitivo de los trabajadores en los distintos países, ya que refleja el nivel de ingresos más bajo que un empleado puede recibir por su trabajo.
Este monto impacta directamente en la capacidad de las personas para cubrir necesidades esenciales como alimentación, vivienda y salud, y juega un papel importante en la reducción de las desigualdades sociales y la pobreza laboral.
Según Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, de los 27 países que conforman la asociación económica y política, 22 tienen fijado un salario mínimo interprofesional (SMI) que los trabajadores deben percibir.
Los valores varían considerablemente entre países: las cifras oscilan entre 551 euros y 2.638 euros mensuales, distribuidos en 12 pagas, que es el cálculo utilizado por la Unión Europea.
Entre los países con los salarios mínimos más elevados se encuentran Luxemburgo, Irlanda, Países Bajos, Alemania, Bélgica y Francia, que ofrecen sueldos que superan los 1.500 euros mensuales, destacándose Luxemburgo, que con 2.638 euros lidera la lista.
En la mitad de la tabla se encuentran países como España, Eslovenia, Polonia, Lituania, Portugal y Chipre, donde los trabajadores reciben un salario mínimo que varía entre los 1.000 y los 1.500 euros al mes. Estos países tienen un nivel intermedio en comparación con el resto de Europa.
Finalmente, en la parte baja de la tabla se encuentran los países con los salarios mínimos más bajos, como Croacia, Grecia, Estonia, República Checa, Eslovaquia y Rumania. En estos países, el SMI no alcanza los 1.000 euros mensuales.