En el Vaticano, se exhibió una reliquia fundamental del cristianismo que captó la atención de miles de fieles y expertos por igual. Este, que es uno de los objetos más sagrados, lleva siglos de historia y simboliza uno de los momentos más cruciales de la vida de Jesús de Nazaret, y ahora fue mostrado al público.
Esta reliquia posee un valor histórico y también un profundo significado espiritual para los creyentes. ¿Pero qué representa realmente este artefacto para la fe cristiana y cómo llegó a ocupar un lugar tan importante en el Vaticano?
La reliquia es la famosa “lanza de Longino“, un artefacto vinculado a uno de los momentos más trascendentales de la crucifixión de Jesús. Según la tradición cristiana, un soldado romano llamado Longino atravesó el costado de Jesús con esta lanza mientras él aún estaba colgado de la cruz.
Este acto, que se menciona en el Evangelio de San Juan, fue interpretado como un símbolo del sacrificio de Cristo por la salvación de la humanidad.
La lanza de Longino fue conservada durante siglos en Constantinopla y, posteriormente, fue donada al Papa Inocencio VIII por el sultán Bajazet en 1492. Desde entonces, fue parte de las colecciones sagradas del Vaticano y considerada una de las reliquias más importantes de la Iglesia católica.
Su exhibición en la Basílica de San Pedro se enmarca dentro de la celebración de la Cuaresma, un período litúrgico significativo en la Iglesia Católica.
Para los cristianos, la lanza de Longino tiene un profundo simbolismo. El momento en que la lanza atravesó el costado de Jesús es interpretado como la última manifestación del sacrificio divino. La sangre y el agua que brotaron del cuerpo de Jesús en ese instante son vistas como un signo de la vida y la gracia que él ofreció a la humanidad, un acto de redención que se extiende hasta el día de hoy.
Esta reliquia también está asociada con el perdón y la salvación que los católicos creen que Jesús otorgó a través de su sacrificio en la cruz. Además, la lanza de Longino ocupa un lugar preeminente dentro de las reliquias mayores del Vaticano, junto a otras piezas históricas y espirituales, como el Rostro de la Verónica, el paño con el que se secó el rostro de Jesús durante su camino hacia el Calvario.