El Océano Glacial Ártico puede considerarse casi como un “mar interior” rodeado por las costas septentrionales de Europa, Asia y América. Comunicado con el Atlántico y con el Pacífico, en sus aguas casi siempre congeladas se encuentra el Polo Norte.
Este océano tiene una superficie de unos 13 millones de km2, y el relieve submarino lo divide en dos cuencas separadas por la cadena Lomonosov, con profundidades que van de los 200 a los 2.000 m. En algunos lugares, sin embargo, la profundidad puede llegar a los 5.000 m.
El hielo cubre de manera casi permanente el área oceánica hasta la altura de las islas árticas. En invierno, la banquisa avanza por el Atlántico hasta el sur de Islandia y del Nordkapp, y roza las costas de Asia y América.
Como es de imaginar, en el Ártico se registran temperaturas muy por debajo de los 0 º C. Aquí explicamos por qué ocurre esto.
Cuál es la sorprendente temperatura del océano Ártico: datos que no conocías

A pesar de las muchas transformaciones que está produciendo en la tierra el cambio climático, el Océano Glacial Ártico permanece como el océano más frío de nuestro planeta.
La Fundación Aquae explica que el Ártico se caracteriza por inviernos fríos y veranos frescos y por precipitaciones en forma de nieve que no superan los 50 cm. Los fuertes vientos a menudo levantan nieve y crean la ilusión de nevadas continuas.
Las temperaturas medias de invierno pueden bajar hasta -40 ° C, y la temperatura más fría registrada es de aproximadamente -68 ° C.

Fotografía: Grigorov Gavriil.
Un artículo de la revista National Geographic dice que “en abril de 1895, cuando el explorador noruego Fridjtof Nansen intentó cruzar el Ártico helado para llegar al Polo Norte, se vio detenido por interminables hileras de crestas de hielo marino. Era un auténtico caos de bloques de hielo que se extendían hasta el horizonte”, escribió Nansen en su relato de la expedición”.
Pero ese paisaje parece haber quedado en el pasado porque el hielo marino del Ártico sufrió un cambio abrupto: pasó de grueso y estriado a delgado y plano. El cambio ocurrió alrededor de 2007 cuando el hielo, durante el verano, alcanzó su mínimo histórico.
De esta manera, “ahora, cuando los témpanos chocan, el hielo marino más fino es más propenso a romperse por la presión que a formar crestas, un proceso similar al de un acordeón por el que el hielo se hace más grueso”, explica la revista.

Además, el hielo fino y plano se desplaza más rápidamente por el océano, lo que reduce el tiempo de crecimiento de los témpanos y dificulta la supervivencia de quienes dependen de ellos. “Cambios rápidos como estos afectarán a toda la fauna y flora dependientes del hielo marino, desde las diminutas algas bajo el hielo hasta los depredadores superiores como los osos polares”.
El Polo Norte, por ejemplo, se encuentra sobre una capa de hielo de unos 2,5 m de espesor y no sobre tierras continentales, como ocurre con el Polo Sur, situado en la Antártida.
Sobre estas capas de hielo cada vez más fino y plano viven más osos polares que personas. Los ecologistas y los biólogos alertan sobre su futura supervivencia debido a la reducción de la capa de hielo marino. Cambios que también perjudican a las focas y los narvales.

Respecto a esta tierra increíble llena de hielo es bueno recordar que desde el siglo XIX distintas expediciones de científicos y aventureros intentaban alcanzar la gloria de llegar primeros al punto exacto del Polo Norte. Como muchos otros lo intentaban en el Polo Sur.
La National Geographic cuenta que el famoso y controvertido aventurero americano Robert Peary reclamó en abril de 1909 el mérito de haber sido el primer hombre en llegar al Polo Norte geográfico, una afirmación que no fue generalmente aceptada y que sigue siendo a día de hoy motivo de controversia. Y es que Peary no solo careció a su regreso de evidencias claras de haber estado en semejante lugar, al que nadie podía llegar. Y además, en su diario, tenía relatos inconsistentes en cuanto a la certeza de haber logrado alcanzar la meta.
Para muchos científicos, el primero en proporcional evidencias evidencias incontrastables de haber estado en el infrahumano Polo Norte fue Roald Amundsen en su meta concretada el 12 de mayo de 1926 al llegar en un dirigible.

Lo increíble es que ese Roald Amundsen era el mismo noruego que el 14 de diciembre de 1911 había logrado ser el primero en llegar con su expedición al exacto punto del Polo Sur, en la Antártida, zona a la que llegó en trineos luego de tener que abandonar el barco. En cualquier caso, y pese a lo cerca que estuvo siempre Robert Peary en sus intentos árticos, lo indudable es que Roald Amundsen era, en esos años 20 del siglo pasado, el único en poder ostentar habar pisado los dos polos de la tierra.