En el valle de Supe, a unos 150 km de Lima, se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos más destacados de todo el continente. Investigado desde hace unas tres décadas, revela la existencia de una civilización que es la más antigua de América.
Esta cultura habría desarrollado una sociedad jerarquizada y habría tenido intercambio comercial con otras civilizaciones vecinas, según los hallazgos arqueológicos que ocupan unas 66 ha.
En Perú aseguran que esta civilización, casi desconocida para la gran mayoría, se adelantó unos 2.000 años a los olmecas, que poblaron Mesoamérica y que son reconocidos como una de las culturas más desarrolladas de la región.
Estos pobladores formaron pequeños asentamientos en la actual provincia peruana de Barranca y, según los estudios arqueológicos intercambiaban distintos productos y mercaderías.
La cultura Caral, según un artículo de National Geographic, “construyó acequias cuyos restos muestran cómo empleaban el clima y los recursos hídricos. A través de estas construcciones, consiguieron canalizar la dirección del viento para así lograr que el agua llegara a las zonas más bajas y pudiera ser usada en las labores domésticas”.
La economía de la cultura Caral estaba basada en la pesca y la agricultura, además de intercambios comerciales de algodón y pescado deshidratado con otras sociedades de los Andes y la Amazonía. El trueque se realizaba con otras culturas menos desarrolladas que habitaban en la zona andina.
Ruth Shady Solís, directora de la Zona Arqueológica de Caral, aseguró a National Geographic que el primer asentamiento se fundó hace casi 5.000 años. De esta manera, la civilización sería contemporánea de Harappa (India), la china y la egipcia. Y, como dijimos, anterior a la Olmeca.
Con el correr de los años, Caral “desarrolló grandes conocimientos científicos y tecnológicos que intercambiaron con ciudades vecinas. La arquitectura del lugar estaba llena de simbolismo y, aunque la ciudad no estaba amurallada, sus edificios eran obras colosales protegidas contra terremotos”, describe el artículo.
La economía habría estado basada en la agricultura y en la pesca. Hay constancia de la formación de pequeños asentamientos entre los años 3000 y 2700 a.C. La sociedad se hizo más compleja entre los años 2700 y 2550 a.C. cuando se construyó la gran ciudad de Caral, un lugar con una arquitectura monumental.
También en ese momento empezaron a aparecer nuevos centros urbanos en el valle de Supe y en el valle vecino de Pativilca, entre 2550 a 2400 a.C. La influencia de la cultura Caral fue tal que llegó hasta el norte de Perú, como se aprecia en el yacimiento de Ventarrón, en Lambayeque.
Shady Solís dice que los Caral “no vivieron en ciudades amuralladas ni manufacturaron armas, pero sí intercambiaron recursos, bienes y conocimientos con poblaciones de la sierra y la selva. Asimismo, tuvieron acceso al molusco Spondylus, muy característico de las aguas tropicales del Ecuador y que tuvo un importante papel en las sociedades andinas”.
También habrían obtenido sodalita, un mineral proveniente de la actual Bolivia y replicado, en el entierro de un niño, el tratamiento que les daba a los fallecidos la cultura Chinchorro del actual Chile.
La arqueóloga dice la importancia de la cultura Caral queda reflejada en los elementos de su arquitectura, de significado simbólico, como plazas circulares hundidas, hornacinas, puertas de doble jamba, tecnología resistente a terremotos y plataformas escalonadas.
Los arqueólogos estiman que el cambio climático ocurrido unos 1.900 años a.C. transformó el valle de Supe en tierras arenosas con dunas, ya que hubo una prolongada sequía. Los arqueólogos han identificado una serie de fenómenos meteorológicos extremos, como terremotos y lluvias torrenciales que anegaron la bahía de la ciudad pesquera. Esto llevó a los Caral a abandonar el lugar, sin que se sepa qué fue de ellos.