Por Gustavo Picolla, Coach Ejecutivo y Asesor en materia de Liderazgo y Cultura Organizacional
No hay dudas sobre la importancia de las empresas familiares en la economía del país y, como cualquier otra empresa, enfrentan conflictos que deben resolverse. En particular, en el caso de las empresas agropecuarias, además enfrentan la incertidumbre de que su actividad está sometida a factores que exceden a la buena administración como el factor climático; los precios internacionales y las políticas económicas (impuestos, tipo de cambio, etc) que le agregan una particular tensión al riesgo empresarial. Está claro que todo conflicto dentro de una empresa debe solucionarse, ya que afecta la efectividad en las tareas, las relaciones y, en definitiva, a las personas, pero el “día a día” hace que muchas veces esto se postergue y afecte la eficiencia de la empresa
En general, los conflictos en empresas familiares agropecuarias pueden incluir la división equitativa de tareas, la remuneración de los miembros de la familia, la aceptación de los hijos hacia colaboradores con mayor antigüedad, el padre que no delega o no escucha a sus hijos, el fundador que no cede su lugar a un sucesor, la intervención de terceros ajenos al rubro, las diferencias generacionales, distintos abordajes sobre la adopción de tecnologías, entre otros.
Cuando se pregunta: ¿por qué no logran resolverlos?, la respuesta más frecuente es: “No sabemos comunicarnos, tenemos un problema de comunicación”. Por esta razón, muchos prefieren ocultar los conflictos bajo la alfombra en lugar de abordarlos, sin considerar los riesgos que esto conlleva.
Aristóteles afirmaba que todo ocurre por una razón y que el desconocimiento de esta no implica su inexistencia. Este principio dio origen a la ley de causa y efecto. Entonces, si la falta de comunicación es el efecto, ¿cuál es la causa que lo origina?
Las conversaciones para resolver conflictos suelen estancarse por tres factores: la lucha por quién tiene la razón, la intención de las partes y la búsqueda de culpables. Si a esto se suman emociones alteradas, se comprende por qué los problemas permanecen sin solución.
La comunicación efectiva resulta de la interacción entre la actitud adoptada en una conversación y la habilidad para ejecutarla. Generalmente, el problema radica en una de estas dos dimensiones: actitud o habilidad.
Para que una conversación sea efectiva, es indispensable adoptar una actitud clave en la resolución de conflictos: pensar en el beneficio mutuo. La mentalidad de ganar-ganar es la única manera de hacer efectiva la comunicación. ¿Y si la otra parte no comparte esta visión? Entonces, no hay trato. No hay solución cuando se enfrenta a alguien arrogante que solo busca ganar a toda costa.
Pensar en el beneficio mutuo es el resultado de desarrollar las siguientes actitudes:
–Integridad: significa respetarse a uno mismo y mantener coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. El arrogante carece de integridad, ya que adapta su postura según la conveniencia.
–Humildad: solo desde la humildad se puede respetar el punto de vista del otro. Lo contrario es la arrogancia, que se manifiesta en la imposición de una posición.
–Coraje: implica abordar temas incómodos, defender lo que se considera justo y tomar decisiones que a veces se preferiría postergar. Lo contrario es la cobardía, que se refleja en evitar conversaciones o aplazar decisiones.
–Hacerse cargo: significa asumir la responsabilidad propia en la generación del conflicto. Quien no se hace cargo, solo busca culpables.
Una vez adoptada la actitud correcta, se debe desarrollar la conversación. Para ello, es fundamental contar con las siguientes habilidades: gestionar las emociones, escuchar con empatía, indagar con la intención de comprender y expresar ideas de manera efectiva.
Como se expresó al principio, la empresa familiar agropecuaria enfrenta entornos externos que exceden su propia dinámica, es por ello que el abordaje integral “ puertas adentro” de los conflictos es necesario para que estos no afecten negativamente a las personas y por ende a la “ salud” de la compañía.
En conclusión, si la falta de comunicación es el efecto, la causa es la actitud con la que se aborda la resolución del conflicto. Porque sin la actitud correcta, ninguna habilidad será suficiente para solucionarlo.