Los refranes, utilizados por diversas personas como expresiones de uso diario y con naturalidad para ciertas ocasiones de la vida diaria, son elementos del lenguaje que construyen puentes entre generaciones.
Breves, fáciles de recordar y en general con estructura de rima, los refranes (si lo miramos desde la cultura occidental) tienen un origen francés, “refrain”, que significa “estribillo”. Muchos de ellos buscan llamar a la reflexión o dar una enseñanza sobre algún aspecto de la vida.
Debido a que se transmiten de generación en generación desde hace cientos de años, muchos se han vuelto populares. Uno muy conocido es: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.
Cómo se originó el refrán “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”
Aunque no existe un origen documentado para este popular refrán, se cree que surgió en la Edad Media, un período marcado por grandes desastres como la peste negra. En aquel entonces, muchas personas pensaban que las desgracias durarían para siempre. Sin embargo, con el paso del tiempo, notaron que incluso las situaciones más desesperantes llegaban a su fin.
A partir de esa experiencia colectiva, es posible que comenzara a usarse esta expresión transmitida oralmente de generación en generación. Así, el refrán fue perdurando y adaptándose a distintas regiones y culturas, convirtiéndose en una forma popular de recordar que todo, incluso lo malo, eventualmente termina.
Qué significa el refrán “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”
Los momentos malos siempre pasan, por más difícil que sea la situación que se esté atravesando. Sólo es cuestión de esperar y resistir. Y si no pasan, si el cuerpo no lo resiste, será entonces que ya no estaremos en esta vida.
De algún modo, es un refrán que consuela en todos los sentidos, ya que se utiliza para consolar a alguien que está pasando por un momento difícil, dándole esperanza de que la situación no será eterna.