Noelia Torres (34) tejió una red. Ese sábado tenía que comprar algo para la fiesta de bienvenida del bebé de una de sus amigas. Fueron ellas las que primero notaron que algo pasaba cuando no respondió.

Noelia no contestó los mensajes. Tampoco atendió el teléfono ni apareció en el punto de encuentro a la hora acordada. Su red de amigas se puso en alerta hasta encontrarla.

A una de ellas le había confiado la llave de su departamento, en un edificio ubicado en las avenidas Espora y Alsina en Burzaco, partido de Almirante Brown.

El edificio tiene tres pisos y es el único en varias cuadras a la redonda. Tiene balcones largos divididos apenas por una reja. No hay cámaras que apunten en esa dirección ni vecinos que hayan escuchado algo.

Y ese 8 de marzo, mientras en distintos puntos del país mujeres se manifestaban para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, para denunciar la desigualdad y la violencia, sus amigas tocaron el timbre.

“Manteníamos la esperanza de que Noelia estuviera bien, porque nos repetíamos que esto no podía pasar, que esto no podía ser cierto. No porque creamos que estas cosas no pasan, sino porque las mujeres tenemos ese miedo constante que si no lo bloqueamos, no nos deja vivir”, expresaron sus amigas en una carta a la que tuvo acceso Clarín.

“Cuando subimos a su departamento y no pudimos abrir, nos dimos cuenta que del otro lado de la puerta estaban sus llaves puestas. Un frío se apoderó de nosotras, un dolor indescriptible nos derribó”, recordaron.

Eran las 17.30 cuando llamaron a Policía, que se negó a intervenir y las obligó a pedir asistencia de los bomberos. Adentro de su casa Noelia estaba muerta.

Fuentes judiciales consultadas por Clarín confirmaron que la joven fue asesinada de –al menos– diez puñaladas. De acuerdo al resultado preliminar de la autopsia, la mató una de ellas que la hirió en la cabeza, en la parte posterior del cráneo.

La hipótesis de los investigadores gira alrededor de un presunto ataque sexual que el agresor no pudo concretar y del que Noelia se defendió. Sin embargo, esa hipótesis no ha podido probarse en el expediente, que ahora está en manos del fiscal José Luis Suárez, de la Fiscalía N° 12 de Almirante Brown, especializada en violencia contra las mujeres

Ezequiel Florentín tiene 20 años y cayó cuando la Policía empezó a golpear la puerta de los vecinos para preguntar si alguien había escuchado algo. Cuando Florentín abrió enseguida notaron una gran lesión en el cuello y arañazos en sus brazos. Eran signos claros de un ataque: Noelia se defendió como pudo.

Primero, la detención y el allanamiento los ordenó el fiscal Leonardo Kaszewski que estaba de turno. En el departamento de Florentín hallaron tres cuchillos, dos tipo cuchilla y un tercero que nadie reconoció. Creen que el hombre lo llevó al departamento de la mujer específicamente para atacarla.

Kaszewski enseguida entendió que se trataba de un femicidio y por eso delegó la causa en la fiscalía especializada.

Florentín fue descripto como “una persona rara” con la que nadie tenía diálogo. Ninguna amiga, ningún vecino ni el registro de sus celulares ni de las redes sociales permitiría establecer un vínculo previo de algún tipo.

Eran dos desconocidos que vivían en departamentos contiguos y que alguna vez, se presume, habrán cruzado algún saludo cordial. “Nada, cero, jamás habló con él”, dijo a Clarín Giuliana, una de sus amigas.

Fuentes judiciales confirmaron a Clarín que esperan el resultado de pericias en los cuchillos secuestrados, de rastros levantados de la escena del crimen y en 15 días podrían solicitar la prisión preventiva. Florentin tiene un defensor oficial y en su declaración indagatoria se negó a declarar.

Noelia era radióloga y trabaja en Prodonto, un consultorio odontológico en Wilde. Un día antes de ser asesinada había empezado a estudiar para ser Técnica Universitaria en Prótesis Dental.

“Vamos a reclamar justicia por ella toda la vida”, prometieron sus amigas. “Nos quitaron una amiga, juntadas, proyectos, viajes. Le quitaron sus sueños, su futuro, le quitaron su vida. Nos devolvieron viejos miedos que creíamos haber superado: no nos gustan las ventanas, nos da miedo caminar solas, nuestros sueños nos lastiman, nos duele pasar por aquel lugar donde muchas veces fuimos felices”.



Fuente Clarin.com

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