Con la llegada de los meses frescos, muchas especies que tenés en tu jardín comienzan a marchitarse y perder brillo. Sin embargo, existe una planta que florece justo cuando el resto empieza a apagarse, llenando de vida los balcones, canteros y macetas con sus delicadas espigas florales.
En ese momento de transición del resto de las flores, la Salvia leucantha despliega sus varas arqueadas cubiertas de flores aterciopeladas que van del violeta intenso al lila más tenue. Su presencia aporta un contraste silvestre y vibrante con los tonos ocres y marrones del otoño argentino.
La Salvia leucantha es originaria de México, pero se da perfectamente en muchas zonas de nuestro país, especialmente donde los inviernos no son demasiado severos. Es un subarbusto perenne de follaje gris verdoso y afelpado, con espigas florales que pueden medir hasta 20 cm y que, al florecer, se convierten en el centro de atención del jardín.
También es una planta funcional: ayuda a atraer polinizadores que enriquecen el ecosistema del jardín. Sus matas redondeadas y densas pueden superar el metro de altura y anchura, por lo que es clave dejarle espacio para crecer. Y si bien con las heladas puede perder follaje, en primavera vuelve a brotar con vigor.
Este subarbusto de origen mexicano es un verdadero refugio para mariposas, colibríes y abejas, que llegan atraídos por su abundante néctar. Además, sus hojas finas y aterciopeladas, de un verde grisáceo, suman textura y movimiento al conjunto, aportando un toque rústico-chic a cualquier espacio verde.
Cuidar una Salvia leucantha no requiere grandes conocimientos de jardinería, y eso la convierte en una favorita tanto para principiantes como para expertos. Con algunos cuidados básicos vas a lograr que crezca sana, fuerte y que su floración sea verdaderamente espectacular.
Con estos cuidados mínimos, tu jardín se convertirá en un auténtico espectáculo otoñal y en un punto de encuentro para la fauna local.