Los países de Asia se muestran relativamente menos preocupados con el estilo autocrático del presidente norteamericano y con su enfoque transaccional en materia de política exterior.

Esto se debe a que están acostumbrados a tratar con Washington mucho más en base a intereses comunes que a valores comunes. Así, los ejemplos de India, Vietnam y Japón pueden ser de utilidad para la política exterior de Argentina.

De Nueva Delhi a Hanoi algunas naciones tratan de mantener grados de independencia ante la confrontación entre EE.UU. y China, mientras capitales como Tokio dependen del apoyo militar norteamericano.

En la opinión de Bilahari Kausikan —un ex-alto diplomático de Singapore— EE.UU. es vital para mantener la estabilidad en Asia, en su función de “balanceador offshore” de China. En este contexto, aunque las tres naciones pueden tomar posiciones diferentes en cuanto al conflicto en Ucrania, todas toman posiciones preventivas ante China, lo que puede crear una serie de intereses comunes con la administración Trump.

En este escenario de confrontación de EE.UU. con China, India se ha acercado a Washington, en parte por las disputas territoriales que ha tenido/tiene con Beijing. Esto no evita que India siempre considere como primordial sus propios intereses. Así, optó por comprarle petróleo barato a Rusia —su tradicional proveedor de armamento—, durante la guerra en Ucrania, ante la indignación de EE.UU. y la UE.

En efecto, en la diplomacia india sigue siendo prominente la influencia del pensador Kautilya (400 años a.c.), quien en su obra Artha-Sastra describía 6 formas atemporales de acción de la política exterior: la paz, la guerra, mantenerse callado, ponerse en marcha, ponerse a cubierto, el doble juego. Y con respecto al doble juego, enunció el siguiente principio: “Entre el doble juego y el recurso de las alianzas, hay que elegir el doble juego”, ya que permite a quien opta por él servir únicamente a sus intereses, y no a los de sus aliados. Irónicamente, ante un nuevo mandato de Trump, una compra de energía rusa por parte de India, no genera ya disputas. Y es muy probable que India y EE.UU. profundicen la colaboración en temas militares de interés mutuo durante el gobierno Trump, ante una más asertiva China.

En lo comercial, Trump ha llamado “injustas” a ciertas tarifas comerciales que aplica India como en autos y autopartes, textiles, farmacéutica, electrónicos y agricultura. Nueva Delhi se prepara a negociar un tratado bilateral con EE.UU. ofreciendo concesiones, con la idea de duplicar el intercambio comercial para 2030.

La mayor asertividad china fomenta también el acercamiento de Vietnam a EE.UU., aunque Trump no puede contar con el apoyo automático de Hanoi para enfrentar a Beijing. La relación de Vietnam con China es compleja y milenaria, habiendo sufrido invasiones de su vecino del norte.

Pero China apoyó a Vietnam en su guerra de independencia de Francia y luego contra EE.UU. Aún así, China invadió Vietnam en 1979, fue enfrentada tenazmente por Hanoi, y retrocedió sin lograr sus objetivos políticos. Hoy existen serias disputas de soberanía sobre las islas Spratly y Paracel, en el Mar del Sur de China.

Sin embargo, Hanoi tiene un enfoque cauto y no alineado en su política exterior –la llamada “diplomacia del bambú”–, un enfoque flexible pero firmemente arraigado en su historia y las resultantes interacciones con China, EE.UU. y Rusia. Uno de sus principios es el de los “3 noes”: no a alianzas militares, no alinearse con un país contra otro y no tener base militares extranjeras.

Por otro lado, la dirigencia en Hanoi se prepara ante un gran riesgo: el de ser el 3er país del mundo con mayor superávit comercial con EE.UU., en parte de un desvío de inversiones de EE.UU. de China a Vietnam. Ante la aversión de Trump a los déficits comerciales, Hanoi pretende hacer valer los intereses estratégicos comunes frente a China en el Sudeste asiático.

Japón ya ha tratado con Trump en su primer mandato, donde en una de sus primeras visitas, Trump afirmó que Tokyo estaba cumpliendo con su parte en la defensa de su territorio. Japón observa con preocupación el “expansionismo marítimo” chino, mantiene una disputa por las islas Senkaku en el Mar del Este de China y no precisa de la presión de Trump para fortalecerse militarmente.

Así, el gobierno del primer ministro Shinzo Abe (2010-2020) “reinterpretó” la constitución de 1947, que sólo permitía gastar un 1% del PBI en gastos de defensa, para permitir defender a países amigos/ aliados bajo ataque.

Más aún, se aumentarán los gastos de defensa al 2% para 2027, lo que debería agradar a Trump. Adicionalmente, como afirmó Abe: “una emergencia en Taiwán es una emergencia para Japón y por ende para la alianza Japón-EE.UU. ”.

Por otro lado, es de notar que en lo comercial, luego de que Trump se retiró del Trans Pacific Partnership (TPP) en 2017, Abe demostró iniciativa propia promoviendo con éxito el Comprehensive and Progressive TPP. Hoy en dia, el liderazgo en Tokio está preocupado con que EE.UU. imponga tarifas comerciales específicamente a Japón, y algo menos si estas tarifas se imponen a todas las naciones.

Así, ante la llegada de Trump al poder, estas 3 naciones asiáticas asumen lo expresado por el gran canciller austríaco Metternich: “esté seguro de que me mantendré fiel a mi eterno principio de que lo que no se puede evitar debe ser direccionado, y que solamente los débiles no hacen esto”. Esta es un principio que la política exterior argentina debería seguir.

Patricio Carmody es analista internacional.



Fuente Clarin.com

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