Para incorporarse a la Iglesia como cristianos y así liberarse del pecado original, las personas deben recibir el sacramento del bautismo. Aunque una persona puede bautizarse en cualquier momento, en las familias cristianas, se realiza cuando los hijos son bebés.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “el santo bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”.

Mediante el bautismo, los padres le otorgan a su hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y “hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad de Jesucristo”, explica el Catecismo.

Durante siglos, la tradición les otorgó a los niños que mueren sin ser bautizados un lugar diferente al Cielo. Sin embargo, la Iglesia ha modificado esta categoría que, por cierto, nunca formó parte de su dogma.

El sitio católico ACI Prensa recuerda que “por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”.

Considera luego que “bautizar a un niño es hacerle un regalo inmenso, desearle lo mejor, que es la vida en Cristo. Este es un regalo que en su futuro podrá aprovechar o lo podrá abandonar, pero que siempre tendrá a la mano para acercarse a la Iglesia y por medio de ella al mismo Señor Jesús”.

Jesucristo le dijo claramente a Nicodemo: “Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3, 5)”. La Iglesia aclara que “Jesucristo no excluye a nadie; todos necesitan del bautismo. Si un niño no está bautizado, no es nacido del Espíritu”.

Quienes no son bautizados son confiados a la misericordia de Dios. “La Iglesia los confía a la misericordia de Dios “que quiere que todos los hombres se salven (1Tim 2, 4)”. De todas formas, sostiene la Iglesia, es mejor hacerlos partícipes de la vida de Cristo.

En 2007, la Comisión Teológica Internacional, que depende de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó un documento donde señala que “la tradicional hipótesis teológica del limbo, el lugar donde estarían eternamente los niños muertos no bautizados sin gozar de la comunión con Dios, refleja una visión excesivamente restrictiva de la salvación”.

En el documento titulado La esperanza de salvación para los niños que mueren sin haber sido bautizados, cuya publicación fue aprobada por el papa Benedicto XVI, la Comisión concluye que “el destino de los niños que mueren sin haber recibido el bautismo es el Cielo”.

“En la situación actual de relativismo cultural y de pluralismo religioso, el número de niños no bautizados aumenta de manera considerable. En esta situación se hace más urgente la reflexión sobre la posibilidad de salvación para estos niños”, agrega el documento.

Admite que “la enseñanza tradicional recurría a la teoría del limbo, entendido como un estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales”.

La teoría, elaborada por teólogos a partir de la Edad Media, no figura en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992).



Fuente Clarin.com

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