Muchas veces nos sentimos agotados, sin energía. En esas situaciones, en general, nos cuesta concentrarnos y tenemos la impresión de que no podemos avanzar. La mayoría de las veces, además, no sabemos a qué se debe ese malestar.
Si somos personas con energía positiva, esa que impulsa sentimientos de bienestar, disuelve la ansiedad y mejora la comunicación, nos llamará la atención que, de golpe, nos falte este combustible.
La sensación puede estar relacionada con el intercambio de energías entre una y otra persona, en el entorno familiar, entre las amistades, en el trabajo o en la universidad.
Mientras hay mucha gente que irradia buena energía, también existen personas tóxicas que hacen todo lo contrario. De esta manera, luego de estar o incluso hablar por teléfono con ellos, quedamos agotados.
Algunos especialistas denominan a estos “ladrones de energía” como “vampiros energéticos”. Son personas que ejercen poder y cuya influencia nos provoca dolor de cabeza, desgano y angustia.
Estas personas tóxicas actúan como “aspiradoras” que se llevan nuestra energía y nuestras ganas, porque nos succionan la alegría, la autoestima y nuestros valores, ya que muchas veces reaccionamos de manera indebida bajo su influencia.
Aunque parezca una cuestión casi sobrenatural, resultará fácil distinguir a estos “vampiros energéticos”. En general, los rodea una energía cargada de egoísmo: solo son ellas, sus problemas, y solo ellas necesitan ayuda y esperan que uno sienta hasta lástima.
Además, suelen sentirse orgullosas, superiores y pueden llegar a la humillación. Curiosamente, también pueden tratar de agrandar nuestro ego, con palabras bonitas, para, en realidad, obtener beneficios para ellos.
Un artículo del Diario de Sevilla (España) dice que “las personas que están en un bucle de pensamientos y sentimientos negativos, en la queja, el victimismo y la demanda, son quienes, de manera inconsciente, buscan energía en los demás”.
Agrega que “los ‘vampiros energéticos’ son simplemente personas con estructuras energéticas concretas que necesitan de la energía de los demás para poder llevar a cabo su vida. Igualmente, no son conscientes de que tienen esta configuración energética y están en demanda constante”.
Eso sí, “existen lugares que están intoxicados energéticamente por memorias ancestrales, como por ejemplo donde hubo guerras o catástrofes y están impregnados del dolor y sufrimiento de antaño”, según la publicación.
Muchas personas al mudarse a un nuevo hogar comienzan a sentirse mal, tienen discusiones con sus familiares y viven de manera caótica. En este caso, el lugar tiene una energía tóxica y, simplemente, hay que ponerla en orden.
Pero la falta de energía también puede surgir de uno mismo, en especial, si se gasta mucha energía mental en darle vueltas a un conflicto y regocijarse en él. Por eso, es muy importante recordar que, en situaciones de confrontación, lo que te suma o resta energía no es lo que sucede en tu vida sino cómo abordas aquello que te sucede.
El artículo del Diario de Sevilla detalla los síntomas que indican que te están robando energía: dolor de cabeza, cansancio, mareos, enojo, malestar general, ganas de irte a otro lugar y rechazo hacia esa persona o entorno.