La llegada del verano y las altas temperaturas vienen acompañadas con una mayor exposición a los rayos UV, y con ello aumentan las probabilidades de contraer cáncer de piel para aquellas personas que no protegen su piel con protector solar. En detalle, cómo proteger tu piel de los rayos UV sin comprometer el bronceado
Los protectores solares son la mejor protección contra el sol, y cada uno de ellos cuenta con su propio factor de protección solar (FPS): 15, 30 o 50. El número indica la cantidad de veces de más que uno tarda en quemarse en comparación con alguien que no cuenta con ningún tipo de protección.
Sin embargo, los especialistas aseguran que el mejor de todos es el 50, y que lo ideal es renovarlo cada dos o tres horas (se recomienda hacerlo más seguido si se está en contacto con el agua, aunque muchos de ellos dicen ser resistentes en su etiqueta). Además, es importante chequear la fecha de vencimiento y comprar uno nuevo en caso de que esté abierto y su fecha haya caducado.
Utilizar el protector solar es clave para prevenir posibles enfermedades como el cáncer de piel, como también para evitar el envejecimiento prematuro y la aparición de arrugas en edades tempranas. A medida que las personas crecen, cada vez es más difícil para la piel regenerar y reparar los daños.
“La luz solar viaja a la Tierra como una mezcla de rayos u ondas visibles e invisibles. Las ondas largas, como las ondas de radio, son inofensivas para las personas. Sin embargo, las ondas más cortas, como la luz ultravioleta (UV), pueden causar problemas. Los rayos más largos de estas ondas UV que llegan a la superficie de la Tierra se llaman rayos UVA. Los más cortos se llaman rayos UVB”, indica el sitio oficial del National Institutes of Health (NIH), la principal agencia del gobierno de los Estados Unidos dedicada a la salud pública.
“Demasiada exposición a los rayos UVB puede producir quemaduras. Los rayos UVA pueden penetrar la piel más profundamente que los rayos UVB, pero, en todo caso, ambos pueden afectar la salud. Cuando los rayos UV invaden las células de la piel, alteran procesos delicados que afectan su crecimiento y apariencia. Con el tiempo, la exposición a estos rayos puede reducir la elasticidad de la piel, que puede incluso llegar a engrosarse y ponerse correosa, o puede arrugarse o afinarse como papel de seda”, añade.
Asimismo, según datos publicados por este organismo, por año, más de 2 millones de personas son tratadas por dos tipos de cáncer de piel: el carcinoma basocelular y el carcinoma epidermoide.
Únicamente en Estados Unidos, se diagnostica a más de 68.000 por año con melanoma, además, otros 48.000 son diagnosticados con una forma temprana de la enfermedad que compromete solamente la capa superior de la piel.
Algunos consejos que brinda el NIH para proteger a la piel de los rayos UV sin comprometer al bronceado son: