El paso de la niñez a la adultez, la adolescencia, es una etapa de la vida caracterizada por cambios que ocurren tanto a nivel físico como psicológico. Debido a estas modificaciones, es un período donde abunda la incertidumbre y las emociones que pueden llegar a abrumar.
Si los adolescentes carecen de un referente en esta etapa, algo bastante frecuente en una sociedad en la cual los padres suelen estar “ausentes” debido a sus propios problemas, buscarán el GPS en “otra parte”.
Internet de por medio, esa “otra parte” puede ser amigos casi desconocidos, virtuales, que aparecen en las redes sociales y, en el terreno sexual, los contenidos para adultos.
Con millones de sitios de fácil acceso, cada vez son más los adolescentes que consumen pornografía, una manera totalmente irreal de presentar las relaciones sexuales.
Bueno es recordar el impacto que tiene la pornografía sobre los adolescentes. A nivel cerebral esta etapa es de maduración y el desarrollo de dos sistemas: el mesolímbico (encargado del sistema de recompensa y la dopamina) y el córtex prefrontal (encargado del control de impulsos y la planificación), explica el sitio de la ONG Dale una Vuelta, con presencia en España, Francia y Portugal.
“El sistema mesolímbico se hiperactiva durante la pubertad, mientras que el prefrontal aún necesita de mayor desarrollo. Esta asincronía implica que los adolescentes son más susceptibles a comportamientos impulsivos, dado que aún no han desarrollado una capacidad cognitiva suficiente”, agrega.
En este contexto, la dopamina que se libera con el consumo de pornografía se intensifica en comparación a un cerebro maduro, y esto aumenta el riesgo de desarrollar una adicción.
La ONG cita estudios que hablan del “fenómeno de la habituación”, por el cual el cerebro requiere cada vez estímulos más intensos para lograr la misma respuesta de placer. Esto puede resultar en una búsqueda de contenidos sexuales cada vez más extremos y potencialmente dañinos.
El consumo de pornografía en adolescentes que aún se están desarrollando puede interferir con el desarrollo psicológico al favorecer problemas generales de salud mental como ansiedad, estrés y depresión.
Esto puede deberse en parte a la asociación que existe del consumo pornográfico con una peor capacidad de regulación emocional, al igual que peores estrategias para la resolución de conflictos.
Además, “los adolescentes que consumen pornografía muestran mayores tasas de actividad sexual, junto con una gran falta de comprensión de su propia sexualidad y mucha más probabilidad de llevar a cabo conductas de riesgo”, asegura la ONG.
Un artículo del New York Times brinda algunas recomendaciones que son una buena hoja de ruta de tres puntos clave para hablar con nuestros hijos. Veamos:
En el caso de cualquier familia, con uno o más hijos, es bueno recordar que, aún con los peligros que tiene crecer, el mundo de la sexualidad es algo mucho más seguro cuando en la familia se habla de esa temática como algo simple. Y que los hijos sientan que siempre pueden preguntar y sentirse amparados ante lo nuevo.
La educación sexual en los colegios es algo necesario y obligatorio en las sociedades de nuestro tiempo. Pero como siempre, todo empieza por casa.