Por Ing. Agr. MSc. Cecilia Cerliani- Facultad de Agronomía y Veterinaria, Universidad Nacional de Río Cuarto.

El manejo nutricional del maíz es fundamental para alcanzar los máximos rendimientos que el sitio permite. En fechas de siembra tempranas o de primera, en la región central de Argentina, el período en el cual se define el rendimiento se da entre fines de diciembre y principios de enero, cuando la oferta de radiación solar es máxima.

En estos escenarios, y siempre que el agua no sea un factor limitante, el rendimiento dependerá de la capacidad del cultivo para interceptar y aprovechar esa radiación. Por eso, asegurar un estado nutricional óptimo desde el arranque es esencial para no restringir el crecimiento.

En maíces de siembra temprana, el cultivo se establece con temperaturas muy por debajo de las óptimas, lo que reduce su crecimiento y desarrollo inicial. Bajo estas condiciones, contar con nutrientes disponibles desde el comienzo es clave para lograr plantas vigorosas que intercepten mayor cantidad de recursos. Un buen punto de partida para diseñar una estrategia de fertilización es el análisis de suelo, herramienta indispensable para diagnosticar la disponibilidad de nutrientes esenciales.

Entre los nutrientes prioritarios en la siembra, el fósforo (P) y el zinc (Zn) cumplen funciones determinantes en el crecimiento inicial de la planta. Niveles en suelo por debajo de 15–18 ppm para P y 1 ppm para Zn pueden limitar el rendimiento potencial, haciendo necesaria su fertilización. Debido a su baja movilidad, se recomienda ubicarlos preferentemente debajo y al costado de la semilla, para que sean rápidamente interceptados por las raíces.

En los últimos años se han observado síntomas de deficiencia de azufre incluso en lotes fertilizados, lo que sugiere revisar las dosis tradicionalmente utilizadas. A su vez, el boro aparece cada vez con mayor frecuencia por debajo del umbral crítico en análisis de suelo, lo cual coincide con la observación de síntomas de deficiencia en las plantas. Si bien existen diversas fuentes comerciales para su aplicación, aún se requiere más investigación para definir las mejores estrategias de manejo de este nutriente.

El nitrógeno es “el nutriente” crítico para definir el rendimiento, especialmente en condiciones de alto potencial, como ocurriría en fechas tempranas. Actualmente se dispone de modelos regionales que permiten estimar la dosis óptima según el rendimiento esperado, la mineralización del suelo y las condiciones climáticas. Es clave ajustar el momento de aplicación y la fuente de nitrógeno a las particularidades ambientales de cada sitio, buscando siempre maximizar su eficiencia, minimizando pérdidas.

También se están registrando respuestas positivas a la aplicación de otros nutrientes como magnesio, potasio y calcio en ciertos ambientes. Aunque se trata de situaciones puntuales, esto resalta la importancia de no excluir estos elementos del diagnóstico inicial, ya que podrían convertirse en limitantes en el futuro.

Por otra parte, el desarrollo de productos biológicos aplicados a la nutrición del maíz abre nuevas oportunidades. Pueden ser una buena herramienta para complementar la fertilización química y mejorar la eficiencia en la captación de nutrientes.

En síntesis, una estrategia nutricional efectiva para maíces tempranos debe comenzar con un diagnóstico integral del lote, priorizar la disponibilidad temprana de nutrientes clave como fósforo y zinc, ajustar las dosis de nitrógeno según el ambiente y las expectativas de rendimiento, y monitorear posibles deficiencias emergentes.

El uso complementario de productos biológicos, junto con un manejo ajustado a cada situación, permitirá avanzar hacia sistemas de producción más eficientes, sostenibles y rentables.



Fuente Clarin.com

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