En sentido literal, es una especie de ave originaria de Australia y Tasmania. Pero no es esa la acepción que interesa aquí, sino la metafórica. La que hace alusión a “un acontecimiento inesperado, improbable y de gran impacto”. Muy usada en política y economía, la teoría de Nassim Taleb surge a partir del descubrimiento en Australia en el siglo XVII de la citada ave, y la sorpresa de los exploradores europeos que sólo habían visto cisnes blancos. Trasladado a lo metafórico, los expertos sostienen que una característica de estos sucesos es tener “predictibilidad retrospectiva”, ya que es a partir de que se producen cuando se toma conciencia de que se podría haber hecho algo para evitarlos.
Tanta disquisición fue disparada por las muertes de mi admirado Gene Hackman y su mujer, Betsy Arakawa. Había algo muy perturbador en la forma en que se hallaron los cuerpos, y en lo que habría marcado su final. Hasta que la autopsia develó el misterio: la mujer, de 65 años, murió de hantavirus, una semana antes que él, de 95 años y con una salud precaria derivada de sus problemas cardíacos, renales y, se supo ahora, un Alzheimer avanzado.
En ese mundo privadísimo de Hackman y Arakawa no había lugar para cuidadores, asistentes ni ayudantes: los 30 años, y la buena salud, que la separaban de su marido debieron parecerle a la pobre Betsy razón suficiente para prescindir de ellos. Ironía fatal, fue ella quien murió primero, dejando a Gene, por quien veló con obsesión, indefenso y librado a su suerte. Ajustados a la teoría, no fue esta vez un cisne negro. Lo que ocurrió estaba dentro de las posibilidades. Más o menos remotas, no importa. Nuestra humana omnipotencia a veces nos juega estas malas pasadas.